martes, septiembre 25, 2012

Carta abierta a Michelle Bachelet. Myriam Verdugo.


Estimada Presidenta, ante la evidencia cada día más clara de su retorno al país para asumir nuevamente un desafío presidencial, quiero dirigirme a usted para darle a conocer mi humilde opinión sobre el hecho y sus consecuencias.

Milito en la DC desde mi más temprana juventud. Salí a protestar contra Allende y la Escuela Nacional Unificada, entré a la universidad y de a poco, muy de a poco dado el miedo existente, me sumé a las protestas contra la dictadura militar. Nuestras primeras marchas, recuerdo, eran al interior del Pedagógico y nuestro enemigo más real, más visible eran los “moscas azules”.

Pasó el tiempo, la oposición maduró, yo también. Colaboré entonces con el movimiento sindical; primero, por una identificación con la causa, pero también porque así explicitaba, mi apoyo y colaboración con el hombre con quien formaría mí amada familia: Manuel Bustos.

Vino la Concertación y el ser gobierno, vino también muy pronto la decepción. Gobernar y hacer en la medida de lo posible tuvo quizás una justificación en los primeros años después de la dictadura militar; después, a mi juicio no.

La Concertación, sus máximos dirigentes optaron por servir al modelo que impuso a sangre y fuego Pinochet. Se morigeran ciertos aspectos, se terminó con algunos enclaves autoritarios, pero en lo básico la estructura política, social, económica y cultural fundada en la dictadura se mantuvo. Un pecado, pero quizás no el mayor. El más grande, a mi juicio, vino de la mano del engolosinamiento con el poder exhibido de forma escandalosa por nuestra elite.


Nunca hubo una decisión clara a favor del mundo del trabajo. Hasta el día de hoy el Plan laboral de José Piñera sigue rigiendo las relaciones laborales, sin cambios en su esencia. Atomización del mundo sindical, persecución a los dirigentes y sindicatos, escaso poder de negociación, sueldos bajos, abuso, horarios excesivos, son algunas de la realidades con que lidian todos los días los trabajadores y trabajadoras. Para qué hablar de quienes se desempeñan en el sector público, donde más de la mitad de ellos se encuentran en condiciones de precariedad escandalosa: contrata y honorarios, que al momento del despido se van para la casa con una mano por delante y otra por detrás, sin acceso a un subsidio de cesantía, sin indemnización,… nada de nada. Nunca he estado de acuerdo con las llamadas plantas, pero ¿por qué no se negoció seriamente con el sector una realidad laboral que no mantuviera a más de la mitad de sus funcionarios en situación de inestabilidad y a poco más de un 40% en una planta que no reconoce ni premia la excelencia ni el compromiso?

En educación para qué hablar. Se pretendió que con construir nuevos establecimientos, disponer una jornada escolar extendida; permitir la proliferación de universidades chantas; no vigilar el funcionamiento de una institución como la Comisión Nacional de Acreditación, que a los años se supo daba pábulo para la corrupción; permitir el financiamiento compartido; afectar la estabilidad y sobrevivencia de colegios y liceos municipales con un sistema de financiamiento absurdo; crear el CAE en beneficio directo y obsceno de los bancos en contra de esas jóvenes “primeras generaciones en la educación superior”, que se nos volvieron como un boomerang cuando vieron sus vidas captadas por las fauces voraces de las entidades financieras.

En salud, ¿se avanzó? Sí, se avanzó. ¿Lo suficiente? No. Nuevos hospitales, el Auge, pero nuevamente la Concertación en este aspecto en lo que pensó fue en beneficiar nuevamente al mundo del gran empresariado. Construir un hospital concesionado es más caro que si lo hiciera el Estado. Mientras, se guarda plata vendiendo bonos soberanos y se tiene una “caja chica”, para cualquier eventualidad. ¿Difusión de logros? ¿Bonos? Lo que el momento dictamine.

En su gobierno indudablemente se hizo un cambio que mejoró la vida de muchos y muchas. La normativa que estableció el Pilar Solidario y la Pensión Básica Solidaria fue sin lugar a dudas un acierto. Pero faltó algo que se prometió con fuerza, al menos así lo hicimos quienes salimos a hacer puerta a puerta por usted: Una reforma al sistema de AFP. Algunos hablaban de una AFP estatal; otros, de lograr que los trabajadores organizados pudieran tener tuición y responsabilidad sobre sus ahorros obligados, esos mismos que engordan las faltriqueras de los ya llenos, pero que al final de los días redundan en pensiones apenas mínimas para nosotros y nosotras. En su gobierno, se respetó a la gente, se buscó respuestas, pero también siento que se pudo hacer más y que hubo personas que pusieron freno a ello.

Otro hecho que a la ciudadanía agotó es el siguiente: ¿Pueden, realmente, algunos de los prohombres y mujeres que sirvieron en los gobiernos de la Concertación decir que son expertos un día en educación, mañana en infraestructura, al siguiente en cultura y así sucesivamente en una danza de sillas musicales insultante al conocimiento e inteligencia del chileno/a? Agréguese a ello el fatal pecado de la soberbia, que ha llevado a tantos a solazarse y satisfacerse en la incuestionable perfección de sus teorías de escritorio, sin considerar en absoluto la realidad, la experiencia y mucho menos las necesidades de aquellos que se verán afectados por la aplicación práctica de esas teorías.

Estimada presidenta, el pueblo la quiere. Aquí y en la quebrada del ají. En todos los sectores, no importando que la letra que la vida y el destino les asignó sea E, D, C1, 2 o 3, B o A. La quiere de presidenta de nuevo, con su sentido de humanidad; con su identificación con los sectores más desposeídos; con su preocupación por lograr el desarrollo; con su capacidad, casi única en la historia del país, de reconocer cuando se ha cometido un error como el del Transantiago, para eso se necesita la cada vez más rara virtud del valor; con su capacidad de empatizar. Pero, ¿sabe presidenta?, el país es otro, cambió, y ese cambio vino para quedarse.

Este ciudadano consumidor, como lo definen los sociólogos, ya no se conforma con sólo consumir; quiere opinar, quiere que se acabe el abuso, quiere ser escuchado, no cree en las instituciones, no quiere ver los mismos nombres y apellidos de siempre decidiendo sobre sus vidas; tiene ideas, se organiza, demanda, estudia. Nuestros jóvenes tienen opinión, saben que el mundo que construimos está en riesgo, que el crecimiento depredador pone en peligro sus existencias, quieren cambios de verdad.

Presidenta, cuando algunos oyen hablar de un agenda de cambio en las relaciones del trabajo, cuando escuchan de una nueva constitución construida con la participación de la ciudadanía, cuando se piden cambios drásticos en salud y economía, cuando se pide control a la concentración económica, cuando se pide el resguardo del agua y las riquezas básicas, cuando se pide una distribución de la riqueza de acuerdo al aporte que uno hace, y que es mucho (sobre los hombros, manos y intelecto de la mayoría, crece en riqueza una minoría), cuando se pide un sistema previsional que permita pensiones dignas como un anatema algunos dicen que se busca “izquierdizar” la agenda de un próximo gobierno. Yo, no soy de izquierda, soy demócrata cristiana y, quizás deba saber que somos cada día los que en el partido pensamos así, que estos cambios deben hacerse.

Presidenta, las decisiones que Usted tome en el futuro serán difíciles. Creo que esa gente que votó por la Alianza para castigar a la Concertación no quiere otro gobierno de derecha, pero tampoco quiere statu quo, no quiere a los mismos de siempre. Quiere avanzar en respeto, derechos y participación. En base a su anterior gestión, a su sensibilidad, al rol que ha jugado en ONU Mujer, creo que podemos esperar mucho de usted. Sé que será difícil. Pero, aquí y en esta circunstancia su decisión es clave: ¿a quién va a representar en la papeleta de diciembre del próximo año? ¿A los partidos de la Concertación que tienen más de un 70% de rechazo; a los políticos y lobbistas de profesión; a los que han negociado y transado casi todo con la derecha política y económica? ¿O a este nuevo Chile surgido a contar de 2010; este Chile con hombres y mujeres de valor que día a día aportan a su familia, a la sociedad y al país, pero que quieren el término del abuso del gran empresariado?

Presidenta, difícil su decisión, su rol en el Chile actual. Escuchando a la gente en el Metro, en el micro, en el colectivo, en la calle, se percibe la esperanza que hay puesta en usted. Tremenda carga. Como cristiana, sólo pedir que Dios la ilumine.

Myriam Verdugo Godoy

Consejera Nacional PDC

Santiago, 24 de septiembre de 2012