La Torre Eiffel de Paulmann. Cristián Warnken
El
empresario Horst Paulmann, a propósito de la pronta inauguración del centro
comercial Costanera Center, afirma que lo principal es que "vamos a tener
un edificio bellísimo", y "que es increíble que se haya construido un
edificio así en Chile". Paulmann va más lejos aún: "Cuando en Francia
se construyó la Torre Eiffel, todo el mundo estaba en contra. Hoy es el orgullo
de París. Eso va a pasar con Costanera". ¡Una comparación desmesurada para
un edificio desmesurado! No vaya a alguien ocurrírsele, el día de mañana,
comparar el mall de Castro con el Partenón de los griegos...
Lamentablemente
Paulmann perdió la gran oportunidad de dejar un legado memorable a la ciudad,
pero sus arquitectos tal vez lo convencieron de que este mall sería nuestra
Torre Eiffel. ¿Y dónde está el Campo de Marzo, el magnífico jardín abierto que
rodea a la mítica torre parisina, donde los habitantes se pasean y disfrutan de
la belleza de un entorno armónico y bien pensado? Nuestro Campo de Marte será
un caos de automóviles y bocinazos.
La
desmesura inmobiliaria, mezclada con la incultura e insensibilidad urbanísticas
(pero en el caso de Paulmann adornada esta vez con un discurso de tintes
"estéticos"), está arrasando con nuestro patrimonio, nuestra
historia, nuestras formas de vida en común, nuestro ser, ante la impavidez de
las autoridades, que muchas veces son cómplices o comparsas de ella. Tuvimos
alguna vez una élite que participó activamente de la fundación y el
enriquecimiento no sólo económico, sino también cultural y espiritual del país.
Su legado está a la vista, es lo que ha sobrevivido al tiempo, es la
arquitectura digna y en armonía con su entorno. Hoy, una parte importante de
nuestra élite parece no sólo haberse alejado de las varas estéticas de sus
antecesores, sino también de las éticas. Los empresarios de ayer participaron
en hacer un país; muchos empresarios de hoy parecen empeñados más bien en
"hacerse" del país, como si éste fuera un botín, un tesoro del que
hay que apoderarse rápidamente (con la velocidad de la rapiña). En eso no
parecen distinguirse de nuestra clase política, para quienes desde hace ya
tiempo Chile es su Isla del Tesoro.
Paulmann
es -por la información de que disponemos- un empresario honesto, surgido desde
el esfuerzo y el tesón, y parte de un puñado de inmigrantes o descendientes
directos de inmigrantes señeros que han generado riqueza, empleos y desarrollo
para nuestro país. Pero un empresario que llega al sitial de él no puede
irrumpir en el espacio público con un mall proyectado sin consideraciones ni
cuidado, ni la mínima atención ni afecto por el lugar donde se instala. La
manera como este mall se ha ido construyendo, con sospechas sobre cómo se
obtuvieron los permisos municipales para su edificación, más los múltiples
cuestionamientos de los más diversos sectores por el caos vial que generará en
su puesta en marcha por no haberse considerado a tiempo medidas eficaces de
mitigación, exigen de Paulmann si no un mea culpa , al menos gestos claros de
reparación a la ciudad. Qué distinto hubiera sido si este proyecto hubiera
considerado, por ejemplo, el aporte de un área verde, de un parque para la
ciudad, en vez de explotar al máximo hasta el último metro cuadrado construible.
Les faltó elegancia, delicadeza, cuidado a los arquitectos y constructores de
esta mole.
Sólo
estoy de acuerdo con Paulmann en que "es increíble que se haya construido
un edificio así". Sí, es increíble que cualquiera pueda hacer lo que
quiera en cualquier esquina de nuestras ciudades, impunemente. El poeta
Apollinaire en su poema Zone , que inaugura la modernidad, le canta a la Torre
Eiffel: "Pastora, ¡oh, Torre Eiffel,/ el rebaño de puentes bala esta
mañana!". Un poeta o antipoeta de Chile, ante este mall desmesurado, dirá
mañana: "Babélica torre,/¿escuchas al rebaño de automóviles dirigirse al
abismo/ de tu taco descomunal?".
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