jueves, diciembre 22, 2011

Inscripción automática y voto voluntario: Reforma "reguleque" Sergio Micco


¿Qué podemos esperar de las reformas aprobadas ayer? Las encuestas de opinión pública y los estudios comparados nos pueden dar luces. Aventuremos una opinión: no es claro que en el mediano plazo aumente significativamente la participación electoral, pero sí que disminuirán los votantes de sectores populares. Todo lo contrario que pide la ciudadanía del 2011: una democracia más representativa y una sociedad más igualitaria.
A partir de las encuestas CEP del 2009, el cientista político Jaime Fierro señala que con inscripción automática y voto voluntario, sólo un 82% de los actuales inscritos votarían en una eventual elección presidencial, contra un 65% de los que no lo están. Así, en un escenario optimista, habría un incremento de un 6 % en la participación electoral. Sin embargo, debemos moderar el optimismo si asumimos que meses antes de las elecciones presidenciales pasadas los que se declaraban nada interesados en la política representaban un 26%. ¿Qué motivo tendrían para ir a votar? Si se impone entre ellos el abstencionismo, digamos en un 50%, los que dicen votar válidamente podrían caer del actual 71% a un 66%. Es decir, retrocederíamos 5% por ciento ( www.asuntosopublicos.ced.cl)


Estas especulaciones pueden complementarse con lo que nos demuestran los estudios comparados. Ellos nos dicen que si lo que se busca es aumentar la participación electoral, a la inscripción automática se deben agregar dos cambios institucionales: restablecer el voto obligatorio, aplicando sanciones reales a quienes no lo hacen, y establecer un sistema electoral proporcional. Sabemos por estudios comparados recientes que la obligatoriedad del voto hace aumentar en 11% la participación electoral. Además, sabemos que la representación proporcional aumenta la participación entre un 15% y un 20%. La votación de ayer demuestra que el debate acerca de estos temas dista de estar cerrado.

La ciencia política comparada también nos enseña otras cosas. Carlos Huneeus nos ha recordado que el voto voluntario crea una nueva desigualdad, porque hace votar a los que tienen más interés en la política, que son los que tienen más educación.

A esto se agrega que el voto voluntario aumenta la influencia del dinero en las campañas. Pasan a ser fundamentales la “seducción” y “acarreo” del ciudadano convertido en un lamentable “esquivo consumidor”. De hecho, esto ya se vive en Chile debido a la inscripción voluntaria. Como lo han demostrado Alejandro Corvalán y Pablo Cox, en Chile el porcentaje de jóvenes chilenos entre 18 y 19 años del quintil más rico que se inscriben es el doble con respecto de los jóvenes del quintil más pobre. Por ello, la inscripción automática es una buena noticia. Pero no basta. Pues si los sectores populares son los que menos concurren a votar voluntariamente, eso afecta la democratización social. En efecto, hay diversos estudios que demuestran que la introducción del voto voluntario contribuyó a que se reduzca el gasto social y aumente la desigualdad. Todo lo contario de lo que hoy reclamamos los chilenos.

Dejemos hasta aquí la especulación teórica. Veamos qué pasa, en la práctica, en los dos próximos años electorales. Más allá de las legítimas diferencias filosóficas e ideológicas, los partidos políticos deberán observar y deliberar seriamente acerca del efecto real de las reformas aprobadas ayer. Si ellas no traen una significativa mayor participación electoral y sí una mayor exclusión social de nuestra democracia electoral, entonces en vez de avanzar, habremos retrocedido. Y deberemos reabrir el debate. Así es la democracia, eternamente en perfeccionamiento.

“Los partidos políticos deberán observar y deliberar seriamente acerca del efecto real de las reformas aprobadas ayer. Si ellas no traen una significativa mayor participación electoral y sí una mayor exclusión social de nuestra democracia electoral, entonces en vez de avanzar, habremos retrocedido. Y deberemos reabrir el debate”