martes, noviembre 29, 2011

Andrés Velasco. Jorge Canals


El ex ministro de Hacienda, Andrés Velasco, ha sido uno de los primeros en manifestar públicamente su deseo de competir como candidato presidencial en las elecciones del 2013. Saliendo al ruedo con anticipación, sus aspiraciones han sido sometidas al temprano escrutinio de moros y cristianos.

Igualmente, ha debido instalar su opción en medio del complejo clima generado por las movilizaciones estudiantiles, poco propicio a los liderazgos que tengan que ver con las posiciones políticas tradicionales.

Sin embargo, algo hay en dicha candidatura que permite que cobre una dimensión mayor que la de una simple aventura electoral. Y es que ha permitido servir de catalizador para un debate que aún no se sincera del todo, y que por lo mismo, no acaba de sedimentar. La candidatura Velasco evidencia la controversia relativa a las verdaderas causas de la derrota de la Concertación, tras 20 años de paso por el poder.


De ahí que los detractores del economista situados en su misma coalición, afirmen sin ambages que éste simboliza la razón fundamental que explica el descalabro concertacionista. Tras Velasco, arguyen, se encontraría la tecnocracia, que, contra la voluntad mayoritaria, desarrolló las políticas neoliberales, que a la larga, fundan la derrota del sector.

Aquello explica el rechazo visceral que generan las pretensiones del economista formado en Harvard. Para algunos incluso se justifica impedir que aquella candidatura llegue siquiera a enfrentar los procedimientos definitorios que la coalición en su momento determine.

Más allá de la discusión de fondo que al efecto deba darse, dos cosas hacen poco certera y convincente dicha explicación.

Una: si Velasco, y unos pocos más, fueron, por su exclusiva tozudez, los responsables de la victoria de Piñera, al impedir cualquier medida que significase rebasar la ortodoxia liberal, y al hacer vista gorda con las privatizaciones incesantes de los espacios públicos ¿qué papel le cupo al resto?

Los promotores de esta tesis pretenden hacernos creer que la gran mayoría de funcionarios y militantes concertacionistas carecen de responsabilidad en la derrota, y no requieren, por tanto, de autocrítica. Igualmente, siguiendo su lógica, dicha idea implica pensar en profundas desavenencias entre Velasco y la ex presidenta, durante su gobierno, cosa del todo improbable. Omiten, además, el hecho incontrastable de que en un régimen presidencial los dueños de las políticas implementadas son los primeros mandatarios y no sus ministros.

Dos: La contracara de la tesis de la “herejía liberal” es la existencia de un grupo de personas guardianas de la ortodoxia contraria. Al grito de “neoliberal”, cualquiera que desee defender posturas razonables dentro de una economía social de mercado, quedaría, ipso facto, fuera de la “esencia” de la coalición. Más radical aún, concede veracidad y predominancia a la idea de que los 20 años de Concertación se explican en una transacción permanente con la derecha, a espaldas de un pueblo anhelante de profundas transformaciones sociales.

Dar un debate serio respecto de los fundamentos de la Concertación supone que las diversas posturas que reconoce en su seno se expresen libremente. Poco éxito se le augura eso sí, si dicha discusión descansa sobre un amargo rechazo a la obra que gran parte de los chilenos reconoce como exitosa.(El Dinamo)