martes, agosto 30, 2011

DEMOCRACIA, GOBIERNO, OPOSICIÓN Y CONCERTACIÓN EN EL NUEVO ESCENARIO DEL «SEGUNDO TIEMPO» Ignacio Balboltin

1. La aparición repentina del nuevo ciclo histórico
La incorporación acelerada a la globalización que experimentamos como país, ha tenido efectos sorpresivos para las agrupaciones políticas internas. Al parecer, esto le ha sucedido tanto al oficialismo y al Gobierno de Sebastián Piñera como a la Oposición y a la Concertación. El oficialismo no esperaba gobernar en un clima de agitación y turbulencias producidas coincidentemente en los planos sociales,políticos y económicos a la vez. En este nuevo contexto, vale preguntarse: ¿Cómo evolucionará el escenario político después del segundo cambio de gabinete? ¿Qué efectos tendrá lo que está ocurriendo sobre el sistema democrático? ¿Cómo es probable que se comporten la Oposición y la Concertación, el Gobierno y el Oficialismo?
Las sociedades, a diferencia de los organismos biológicos cambian, mutan y varían, adaptándose al medio, a mayor velocidad que los otros cuerpos. Esto ahora se ha radicalizado. La evolución histórica es más rápida que la material, porque el mundo social se va construyendo y perfeccionando como producto de la creación humana, hoy inmensamente veloz proveniente del desarrollo del conocimiento y las comunicaciones.


Para no entrar en mayores profundidades que no vienen al caso, partamos de la base que la sociedad se construye a sí misma.
Crea los que se denominan: “constructos”. Lo que ha sucedido en Chile, al igual que en varios países de diversos Continentes, es que las interrelaciones estructurales, es decir las que van dando forma a las sociedades actuales, han ido mutando a gran velocidad.
Sin embargo, felizmente el cambio, al igual que en otros Continentes ha adquirido un sentido histórico de mayor esperanza y presencia humana compartida en el devenir del mundo. La globalización no es sólo económica a pesar del peso de los mercados. Con las variantes correspondientes a las distintas culturas, en todos los casos, las demandas y movilizaciones van apuntando a más y mejor democracia.

2. La Contingencia del Nuevo Gabinete frente a la crisis.
Las consecuencias de este cambio de ciclo histórico que ya se insinuaban hace años, no fueron consideradas a tiempo. No se hizo cuando se perfiló, sin mayores precisiones estratégicas, el actual programa de gobierno. Menos se consideró en el primer gabinete de Piñera. Según el oficialismo de esos días, el país se podía gobernar aplicando un modelo “managerial administrativo privado”, sin contemplar aspectos políticos fundamentales. Esta ha sido la principal causa del fracaso del llamado, “primer tiempo”. ¿Podrá el Gobierno cambiar fundamentalmente el curso de acción que adoptó, para llegar a tener un “relato” válido históricamente?
Tenemos dudas fundadas en la idiosincrasia y composición de su cuerpo central. Desgraciadamente, el oficialismo al igual que todo conjunto de “winners”, se niega a perder poder. Son de una enorme intransigencia, de la que acusan a los demás. Con este rasgo, no tienen mucha capacidad de negociación política, como para inscribirse en una historia que tiene que ser de todos los chilenos y chilenas.

Sin embargo, mal que le pese, ha llegado el tiempo de ceder parte de ese poder para que “quepan todos los que se pueda” acomodándose hasta donde sea posible, dentro de esta verdadera “Arca de Noé” heterogénea en que nos encontramos cada día más.
Ese camino es limitado para los intereses particulares, pero imprescindible, de tal forma de ser capaces en conjunto, oposición y oficialismo, de reordenar las cosas y construir convivencia plural, dentro del nuevo medio creado por una sociedad, ahora empoderada. Es de esperar que la derecha y el Presidente, así lo entiendan esta vez, lo más rápidamente posible.

Es cierto lo que señalan diversos personeros del oficialismo. El hecho que la encuesta CEP deje constancia estadística que el Gobierno de Presidente Sebastián Piñera cuenta sólo con un 26% de opinión favorable y un 53% de desafección, no es ninguna novedad.
Tampoco lo es que la Concertación tenga en torno al 17% de opinión positiva y crezca la opinión negativa hasta llegar a ser tres veces lo que fue. Lo que es nuevo y no consideran las encuestas, es la gravedad de las causas que provocan la situación frente al desarrollo de nuestra democracia.

La caída ya la venían anticipando otras encuestas este mismo año, de modo reiterado. Lo nuevo está en la profundidad que motiva las crisis que hoy afectan al Ejecutivo y al sistema político. La política completa y la sociedad a sólo año y medio del actual ejercicio, están en crisis. ¿De qué forma compromete esto al régimen democrático, que es la piedra angular del desarrollo moderno?
Hoy nos encontramos en un estado de agotamiento institucional y no de gobernabilidad, como apuntan erróneamente algunos líderes parlamentarios. El problema político actual, es de representatividad democrática. Hay deterioro de la legitimidad y del reconocimiento de muchas estructuras políticas, económicas y sociales, las que se encuentran sobrepasadas en su reconocimiento, por el sorpresivo y veloz cambio de ciclo. El cambio que Chile requería, era mucho más profundo que el de las “caras” o de formatos de administración.
Lo que sucede es que el nuevo ciclo histórico, en este año 2011, ha venido a hacerse presente de manera abrupta y clara, con toda su carga de energía acumulada en el tiempo. El desafío que ahora tiene Piñera es de tono mayor, pues enfrenta sorpresivamente, una crisis de confianza que involucra por diversas causas los sistemas políticos, económicos y sociales a la vez.

Su problema ha pasado a ser, el de ejercer la primera magistratura con la capacidad de conducción de un Jefe de Estado democrático, en una coyuntura histórica crítica. Esto amerita la solemnidad, respeto y rigor que la investidura y el desafío histórico requieren, en una democracia que pretende consolidarse y legitimarse. Debe asumir que su tarea es no sólo gobernar, sino conducir esta sociedad y este país democráticamente y no de administrarlo, como si fuese una empresa, empleando modelos ya sobrepasados.
Hoy se hace manifiesta la profunda crisis nacional de representatividad, pero al mismo tiempo, de distribución de la riqueza económica y de desequilibrio en las garantías sociales elementales. Este desafío requiere de una orientación política dotada de una gran sensibilidad y de fuerza legitimada mayoritariamente y aplicada políticamente durante el ejercicio de la administración y no sólo en el origen del poder. De esta carecen el Gobierno y el Oficialismo. A la derecha le falta ese respaldo, para poder aplicar las políticas con eficiencia jurídica.

Menos la adquiere con las finalidades colectivas que propone.
Carece de una visión y de un compromiso político orgánico, suficientemente insertos en la sociedad y en sus movimientos actuales.
Ya no le sirve hacer retoques y poner el “piloto automático” para tener gobernabilidad con los viejos instrumentos. Hay que reconquistar base, articular institucionalmente los diferentes intereses, orgánicos o no, antiguos y nuevos, concordando los fines y los procedimientos. Es decir, necesita ir generando la legitimidad de ejercicio requerida hoy por el pueblo soberano.
Éste mismo, sin embargo, ha ido madurando nuevos fines comunes y ha agotado su paciencia. El tiempo se acorta.
Piñera ha fracasado tratando de copiar estilos de gobierno ajenos. Ha tratado de conducir el país, usando un mal remedo de las formas empleadas por la Concertación, durante los años pasados. Esto ha provocado la indignación de la inmensa mayoría, de parte de sus adeptos iniciales, de la propia Concertación y de la Oposición en general. La “gobernanza concertacionista”, fue exitosamente aplicada durante la transición, pero al intentar prolongarla en demasía, el diseño se agotó. Esto se manifestó políticamente en el año 2010, pero la desazón de ese año, fue ocultada por los dramas del bicentenario. Por lo demás, se señaló claramente con la derrota electoral de la Concertación, al comenzar ese año.

Ya no da para más el “modelo de la política de los consensos”, consagrada entre pocos y entre cuatro paredes. Menos se acepta cuando el poder es manipulado desde la derecha que como un actor político, suscita desconfianza y lejanía. Esto ha generalizado la crisis. La brecha de separación entre “la clase política y la gente” se profundizó. La segregación se tornó explosiva, manifestándose primero en desconfianza e incomunicación y luego en indignación.
Las diferencias y deficiencias que provocaron el error inicial, son muchas. Los conductores de ahora, son muy distintos a los del pasado reciente. Se trata de actores diversos, ubicados en el poder central. En este caso, la derecha de partida, no cuentan con el mismo nivel de confianza popular, con el que contaba la Concertación. No tiene tampoco los mismos nexos, redes y puentes. Con la derecha, no hay la misma actitud y sintonía que con la centro-izquierda, aún en condiciones de deterioro. La derecha acarrea además, con el peso del autoritarismo, inscrito en la memoria colectiva de Chile.

Es ella quien ahora debe probar su capacidad de convivencia, reconquistando confianza democrática después de su error histórico autoritario. Ahora le toca a ella, dar pruebas de legitimidad, en el ejercicio democrático del poder. No le corresponde, por lo tanto, traspasar “el peso de la prueba” democrática a la oposición, demandando que los demás actúen según su diseño político, sin hacer cambios de fondo. Tampoco le sirve disfrazarse de continuismo, pues éste se encontraba ya agotado. Ese formato cumplió su objetivo transicional.
Aún más el desafío del gobierno consiste en que debe asumir que está frente a otro contingente de habitantes. Mayoritariamente, debe conducir a una generación de chilenos, nacidos, criados y acostumbrados, a una Democracia que por ser imperfecta, ahora requiere rápido desarrollo y perfeccionamiento. Se agotó la veta de oro, acumulada en los 80 y aplicada en los años 90. Chile está diciendo a gritos que quiere más y mejor democracia.

3. Oposición y Concertación hoy no son la misma cosa, pero pueden entrelazarse política y socialmente para colaborar a la Democracia de todos.
Entramos a un nuevo ciclo histórico. Nos encontramos en otra sociedad y por lo tanto, desde este último ángulo, todos estamos obligados a adaptarnos para lograr convivir en armonía. Debemos colaborar con la “democracia de todos”. También corresponderá hacerlo a los diversos grupos políticos de la Concertación, intentando recuperar la confianza lentamente perdida, durante los veinte años en que se ejerció el poder político.
Corresponde ir creando y a la vez acompañando, conteniendo y articulando, las demandas manifestadas por la sociedad. La Concertación tiene una nueva oportunidad de hacer oposición válida desde la base y desde allí, construir una nueva mayoría sólida. No puede desaprovechar la ocasión. Si quiere relegitimarse debe ir concibiendo nuevas propuestas y políticas alternativas de mayor y mejor democracia, para ir construyendo nuevos instrumentos institucionales confiables y válidos.

Por lo tanto, no se puede tildar esta acción pacífica de la Concertación de integrarse a las movilizaciones, como de agitación. Se trata de una necesaria reinserción social. Por el contrario, consiste en el ejercicio de rearticularse con el curso de la historia, dando nueva forma a la “unidad política y social del pueblo”.
Esta nueva sociedad requiere construir prácticas distintas a las anteriores, de respeto mutuo y de reconstrucción de las confianzas. La oposición actual, no está constituida sólo por la Concertación. La Oposición por el momento es pre-política y tiene aún carencias de cultura cívica, desde el punto de vista de su conciencia colectiva. Esto se nota en las propias movilizaciones y en algunos de sus comportamientos violentos. Hay que ayudarla en el proceso de maduración de su cultura cívica, en su creatividad pacífica y en la capacidad de negociación de sus liderazgos. Para ello hay que integrarse a las movilizaciones y no hacer un papel retentivo, obstaculizador o menos divisorio.

La Concertación hoy se encuentra inmersa en una sociedad que mayoritaria y conscientemente se opone. Esta última, requiere crear y construir los nexos racionales y afectivos entre los problemas cotidianos que sufren los chilenos y chilenas y los problemas estructurales escondidos detrás de ellos. La oposición surge frente a las mismas carencias específicas de los chilenos, pero necesita de pedagogía democrática, para hacer conciencia de los nudos estructurales acumulados en torno a las formas de poder que han prevalecido hasta ahora. Su eje, por decirlo de alguna manera, es el conjunto acumulado de las demandas centrales que no se llegaron a satisfacer por largo tiempo, pero que requieren ahora de cierto ordenamiento y priorización para ser procesables. Además ubicar las ideas, propuestas e iniciativas en tiempos reales y por lo tanto con cierta gradualidad procesal acompañada de convenios, pactos y compromisos serios.

La Oposición actual, se nutre también de aquellas propuestas y proyectos que no se pudieron concretar durante los veinte años de ejercicio de la Concertación, sumadas a las ofertas o promesas frustradas, generadas aceleradamente por un gobierno de derecha que se comprometió al cambio, siendo incapaz de llevarlo a cabo.
Las principales demandas de la sociedad actualmente empoderada son: participación, más justicia, reconocimiento al mérito, mejor calidad de vida social, solidaridad, respeto a la naturaleza y al medio ambiente, mayor igualdad, en fin profundización democrática.
Esto se veía venir expresado a través de las diversas reivindicaciones específicas desde Punta Choros y Magallanes, pasando por Hidroaysen, la educación, el transporte, la salud, el agua, el Cobre, la Reconstrucción, Alhué, etc. La sociedad espontanea y sorpresivamente, ahora asumió su capacidad de demanda participativa frente a las carencias y exige inmediatez decisoria.

El proceso no se puede detener, pero es imposible resolver todo el cúmulo de demandas, de un día para otro. Se requiere un compromiso gradual. Este, por ningún motivo debe ser confundido con dilación, o manipulación. No son bienvenidas algunas opiniones que aún de buena fe, inducen a pensar en rupturismo, obstaculización, retención o desprestigio anticipado de fórmulas de intercambio. Algunas propuestas excepcionales de resolución de conflictos mediante la manifestación del pueblo soberano, como el plebiscito, pueden ser necesarias en un contexto de urgencia.
Hay nuevas demandas de calidad y participación tanto en las relaciones, como para las instituciones. Esta sociedad ahora, exige y no pide prontamente un cambio en el orden del poder que actualmente tienen los factores estructurales. Cosa que es muy compleja, con un sistema democrático deteriorado y con demandas estructurales largamente ignoradas y postergadas.

Por eso se requiere un nuevo pacto de convivencia que reivindique activamente los derechos soberanos largamente desconocidos. Es el pueblo el que está demandando una Nueva Constitución, pues perdió la confianza en la anterior. Ya no hay patriotismo constitucional. Hay crisis de representatividad institucional, crisis de confianza económica y crisis social de reconocimientos y de garantías válidas.
El problema crítico fundamental es entonces el de legitimidad y para resolverlo hay que concordar un procedimiento de resolución popular que sea aceptable y válido para todos. En el cual todos queden involucrados.
La sociedad se politizó, tornándose mayoritariamente de oposición, pero frente a “los poderosos”. Aunque la derecha tenga legitimidad de origen, tras su fracaso inicial, ya no cuenta con aquella de ejercicio. Está demostrando además, ser incapaz de concebir y articular objetivos societales compartidos y seductores para interpretar a la mayoría de la sociedad actual.

Queda entonces que recurrir a construir un modelo de arbitraje popular solemne, para restablecer las confianzas.
El proceso de construcción de una nueva mayoría desde la oposición, requiere al mismo tiempo un proceso de maduración. Hacer un camino de construcción de puentes y articulaciones entre las redes sociales de diversa índole, para hacer unidad. Hay que tener presente que este trabajo no es menor, porque lo que se está movilizando es una sociedad que ha adquirido su propia autonomía y que la hace respetar.
Frente a ella, ya no son útiles los instrumentos políticoinstitucionales existentes en el pasado. Se requieren cambios de fondo y con urgencia, en el corazón procesal de la institucionalidad política y no de meros retoques parciales. Para llegar a que ellos sean legitimados popularmente es imprescindible que sean consagrados mediante referéndum, por razones de restablecimiento de las confianzas perdidas.
La identificación colectiva con la Constitución de 1980 y sus reformas o “parches”, se perdió hace largo tiempo. Intentar los cambios de fondo, dentro de ese escenario, está desprestigiado, desde la partida, por miles de razones. Fueron muchos los intentos frustrados, durante veinte años. La derecha conservadora impidió una y otra vez los cambios y la Concertación nunca tuvo la fuerza para instaurarlas.
El accionar de la Oposición nace y se despliega, independientemente de la Concertación y de otras agrupaciones ligadas a ella o fuera de ella, sin perjuicio de la militancia de algunos de sus dirigentes.

Parece ser que la sociedad, en esta ocasión hubiese asumido de un solo salto y a través de todo el territorio, mayor conciencia de su ser colectivo. Como que de pronto, hubiese dado un paso de madurez política y roto en escaso tiempo, la larga pasividad anterior, asumiendo la importancia de sus problemas¿ estructurales. Despertó y ahora recoge las reivindicaciones centrales, postergadas por dos décadas.
Hoy se moviliza a propósito de la educación, pero mañana lo puede hacer, para enfrentar otros temas distintos, como ya lo ha hecho.
Todos ellos son sin embargo “articulables” en torno a mayor participación, igualdad y democracia. Todos necesitan como instrumento válido de un nuevo pacto o convenio procesal democrático que permita darles curso. Hay que tener presente que este proceso no se detendrá y que más vale intentar conducirlo democráticamente construyendo nuevos cauces o procedimientos institucionales.
La dinámica es política, social y económica a la vez. Es un grave error considerar como premisa válida lo que las encuestas señalan, respecto a que el binomilanismo es un problema secundario por su bajo nivel de rating de opinión. En él está la clave de la falta de representación proporcional, problema mayor que se esconde detrás de otros temas específicos particulares. Es un laberinto procesal que impide cambios de fondo. Esto hay que explicarlo. Por su significación cualitativa, éste se encuentra oculto debajo de la pérdida de confianza en las instituciones políticas lo que hasta ahora generaba pasividad para participar en ellas. Esto involucra también el deterioro de imagen del Parlamento, los Partidos Políticos, el Poder Judicial, Regional, etc.
El problema clave es de confianza ciudadana, horizontalidad democrática y de distribución del poder. El procedimiento de decisión política actualmente vigente, ha distorsionado la representatividad y eternizado la inequidad.

Se perdería el tiempo, haciendo disquisiciones intelectuales acerca de cuáles problemas circunstanciales, específicos o parciales atender primero o después, dentro de la institucionalidad actual. El problema está en el diseño de poder o modelo sistémico mercantilista financiero que privilegia sobre todo al “dios” mercado. Mantenerlo, no permitiría disminuir la magnitud del conflicto de poder existente actualmente.
Hay que enfrentar los asuntos de orden político-estructural, los de distribución del poder político, porque allí la derecha no otorgará concesiones gratuitas. En este terreno hay varios en diversos planos, largos de enumerar, pero es clave el binominalismo y el de los quórum calificados, como materias de procedimiento político. Estos como sabemos, adulteran la representación mayoritaria de la gente en las instituciones. Hay que contar pronto, al menos con un procedimiento legitimado popularmente, que permita consultar al soberano sobre dicha clave de poder.

Al respecto, hay que observar la importancia cualitativa y la significación que la propia sociedad actual le está dando a los procedimientos democráticos de rápida resolución de los conflictos. Hoy hace la demanda de Plebiscito, por la Educación.
¿Por qué no estar dispuestos a romper el laberinto clave a través de este procedimiento excepcional? El abriría el camino para hacer institucionalmente otros cambios fundamentales. Por eso, no es comprensible que algunos pocos desacrediten el plebiscito como instrumento y lo hagan con el pretexto de los riesgos de populismo. Con que sería conducente a los excesos de las democracias directas. Pongamos límites, precisemos, pero no descalifiquemos a priori poniendo un obstáculo insalvable desde la partida a la manifestación de la voluntad popular. Lo que realmente se requiere es que el pueblo soberano arbitre cuestiones mayores con la velocidad necesaria. No cerremos el paso ahora con ejemplos negativos. Hay muchos positivos en democracias sólidas e institucionalizadas.

Tenemos que tener en consideración que hasta ahora en veintiún años, no ha sido posible hacer cambios fundamentales a través de las instituciones actuales. Hoy existe justo temor que la crisis se prolongue eternamente y se produzca desgaste democrático culpando a las movilizaciones. Quizás a eso esté apostando el Gobierno. No colaboremos desde la oposición al desgaste democrático.
En todo caso, en caso de concordar un plebiscito excepcional, será menester concordar con precisión la materia de procedimiento, la formulación de la pregunta y el plazo razonable para concretarlo, para evitar manipulaciones.

Lo que está sucediendo en estos días no se resuelve con una negociación mercantil, sino con un intercambio respetuoso, deliberación profunda y una interlocución que logre conjugar los sentidos políticos comunes, para restablecer la convivencia pacífica, mediante procedimientos concordados y transparentes.
Hay que construir esos instrumentos de buena fe, en razón del bien común. Sin actuar por cuenta propia y sin control democrático de las instituciones correspondientes.

4. ¿Cómo salir de la desconfianza?
Salir de la desconfianza se hace mediante el convencimiento mutuo y la deliberación abierta, respetando las instituciones, pero no encerrándose en círculos políticos o de intereses económicos, desvinculados de la participación democrática. De cara al pueblo, cotejando sus opiniones y la de sus organizaciones. Es decir, compartiendo espacios de poder y discerniendo nuevas orientaciones colectivas.
Hay que hacer conciencia que la Concertación y también la Democracia Cristiana quedaron como todos, relativamente separados del acontecer social que renace. Debe por lo tanto reinsertarse, reconquistando confianzas. Debe respetar el hecho que la sociedad se empoderó por si sola y se hizo de oposición.
Este es el factor y el dilema que hoy atraviesa todas las mentes y por cierto a todas las partes de la Concertación o fuera de ella. Hay que evitar un proceso de radicalización y de intransigencia de ambas partes en juego que pueda derivar en un espiral de violencia.
Cada uno de las partes que no son del Oficialismo, no puede arrogarse la representación de la Oposición en su integridad. Por eso consideramos que hay que ser sumamente cuidadosos y respetuosos. Se está acabando el tiempo de las “medias tintas” y de las “arrancadas con los tarros” sin control, consulta o respaldo popular. Ya no sirven las mediaciones descapitalizadas. No hay lugar a desubicaciones, mandatos inapropiados y sin control o sustentación adecuada Se requiere acumular y sumar representaciones transparentemente formuladas. Por el momento, mientras las cosas embullen y fermentan, cada cual se verá obligado a tomar partido en los dos grandes sectores y favorecer el diálogo democrático y pacífico, por su lado.

Hay que crear un diseño democrático de arbitraje plebiscitario como el que sugerimos. Uno que garantice transparencia, seriedad en las materias y solemnidad en el compromiso. El procedimiento democrático plebiscitario es un recurso de gran importancia y trascendencia, que no se puede malgastar ni usar arbitrariamente, pero que tampoco se puede demonizar, so pretexto de haber sido usado por gobiernos populistas. Quienes lo hacen parecen desconocer que la magra legitimación circunstancial de la institucionalidad vigente se hizo bajo el Plebiscito correspondiente y ellos lo acataron. ¿Por qué no dejar ahora que toda la ciudadanía se manifieste libremente abriendo el cauce?
El gobierno en estos días, parece confundido e indeciso, sin saber cuáles son los objetivos primordiales y cuáles son sus responsabilidades históricas de conducción, Hasta ahora, demuestra contradicciones y encierro en sus propias convicciones, intentando escabullir los problemas políticos de fondo o postergándolos, con lo que se está profundizando la crisis desatada.
Hoy la gran brecha social y política es entre Oposición y Oficialismo. Es preciso tomar partido a tiempo y construir desde ya las “cabezas de puente”. Hay que hacerlo antes que una radicalización de las partes nos lleve a todos a un espiral sin vuelta atrás. A la destrucción de nuestra democracia que tantas vidas y esfuerzos costó. No podemos claudicar en nuestra consistencia pacífica y democrática.