lunes, julio 11, 2011

PELOTAS.Andres Rojo.

 Sin duda, el tema de la semana son los y las pelotas.  Los que las patean en la Copa América, los que mataron a un ser humano tan noble, creativo y querido como Facundo Cabral y los que vienen recién descubriendo que la gente se cansó de los políticos del siglo pasado.  Cada uno se merece algunas palabras, así como se las merecen los que han reaccionado a las conductas de estos protagonistas de manera irracional.



            En el primer caso, no faltan los que recuerdan la estrategia romana del Pan y Circo, como forma de mantener al pueblo contento y alejado de la tentación de la rebelión, salvo que en nuestro caso no hay pan sino sólo estaría la parte del circo.

            De todos modos, hay que reconocer que el deporte tiene dos extraños atributos: Por un lado, despierta los instintos más primitivos de la gente y se es capaz de clamar por la extinción en la cancha del rival, cuando poco antes se declaraba la hermandad entre los pueblos.  En segundo término, aviva un sentimiento de unidad nacional que se impone en la celebración a cualquier diferencia política, religiosa, económica, sexual o de cualquier otra naturaleza y eso siempre es positivo, en la medida que es una demostración de que es posible el entendimiento.

            Los pelotas que asesinaron a Facundo Cabral son también dignos de ese calificativo: Por el homicidio, por haber equivocado a su hombre según las primeras hipótesis policiales y por haber atraído sobre sí la atención de todo el mundo, con la consecuente presión internacional por su captura.    Pero también pueden ser considerados con el mismo calificativo quienes, a partir de este hecho, han elaborado todo tipo de elucubraciones sin fundamento, más guiados por sus prejuicios que por datos objetivos.

            En tercer lugar, aparecen los que vienen recién dándose cuenta del distanciamiento que se ha ido produciendo entre la clase política y los ciudadanos, como si no hubiera habido desde hace muchos años señales al respecto, comenzando desde el mismo momento en el que los jóvenes dejaron de inscribirse en los registros electorales para votar.  O sea, una demora en la comprensión de cerca de quince años.

            Frente a estos, están los que creen que el fenómeno de la desafección respecto de los partidos es responsabilidad de las actuales directivas o que es culpa del gobierno de turno, sin detenerse a darse cuenta que las críticas a la escasa eficiencia de la democracia representativa se están produciendo en gran parte del mundo, y que mantienen esta opinión por su afán es obtener ventajas pequeñas a costa de quienes tienen en estos momentos la responsabilidad de ejercer los cargos de autoridad.