domingo, julio 24, 2011

La nueva forma de renunciar. Jorge Navarrete.


Imagino que muchos se hacen la pregunta: ¿Quiénes están hoy en el gobierno se prepararon 20 años, Tantauco mediante, sólo para esto?

Ha pasado una semana desde el cambio de gabinete y todavía resulta difícil entender la lógica que iluminó la decisión del Presidente de la República. Incluso más, si uno hubiera tenido que imaginar y diseñar una fórmula donde se renunciara a todo lo que había propuesto este gobierno, quizás no podría dar con una ecuación más destructiva.

Se renunció a la excelencia. Más allá de la apreciación personal y política que se pueda tener de Joaquín Lavín, no hay dos opiniones sobre su fracaso en el Ministerio de Educación. El haberlo premiado con Planificación, con el agravio adicional de sustituir a Felipe Kast, da cuenta no sólo del talante de Sebastián Piñera, que cedió a la presión y cortó el hilo por lo más delgado, sino de que su compromiso con erradicar definitivamente la pobreza era simplemente una quimera.
Se renunció a la nueva derecha. Con este ajuste ministerial se terminó de incorporar al gobierno a lo más conspicuo del pinochetismo. Lo que otrora se constituyó en la promesa de una nueva fuerza política -amplia, diversa y que pudiera concitar una mayoría social- ha devenido en una versión remozada de Chacarillas, donde se vuelven a repetir los rostros de aquellos que se daban codazos por fotografiarse con el viejo dictador.
Se renunció a erradicar las malas prácticas en política. Me imagino que algo ruborizados deben dormir varios dirigentes del oficialismo, que en su época tanto criticaron que Carolina Tohá dejara el Congreso para arribar a La Moneda y, para qué decir, los que ingeniosamente acuñaron la expresión de "las sillitas musicales". El que ya cuatro senadores hayan dejado botado un cargo que detentaban por mandato de la soberanía popular es francamente una grosería y una burla para sus respectivos electores. 
Se renunció a la convicción, si es que alguna vez la tuvo, del propio Presidente.  Todos quienes tienen una mínima experiencia en el gobierno saben que hay dos áreas que concentran el peso del Poder Ejecutivo: el Ministerio del Interior, donde se resuelve la conducción política, y el de Hacienda, que distribuye los tan anhelados recursos fiscales.  Lo que finalmente aquí ocurrió es que ambas carteras están intervenidas por Chadwick y Longueira, respectivamente, lo que no sólo será un problema para quienes formalmente presiden esos ministerios, sino para el propio Piñera, quien dio la señal definitiva de que también él capituló.
Se renunció a la tarea de gobernar. ¿Dónde están los cambios estructurales que tanto se anunciaron en la campaña? Todavía peor, ni siquiera han logrado resultados medianamente decentes en aquellas áreas, como delincuencia o reconstrucción,  donde prometieron que marcarían la diferencia. A ratos pareciera que el Presidente ya sólo piensa en su sucesión. Sólo eso explica la designación de Golborne en el Ministerio de Obras Públicas, un lugar donde podrá cortar más cintas, pero que entierra -después del numerito de Echeverría- la prioridad y urgente necesidad de formular una política energética viable y sustentable para las próximas décadas. 
Al final, me imagino que muchos se hacen la misma pregunta: ¿Se prepararon 20 años, Tantauco mediante, sólo para esto?