lunes, julio 25, 2011

FALANGE DC XXI, 24 IDEAS FUERZA PARA LA TAREA DE LA DEMOCRACIA CRISTIANA EN EL SIGLO XXI.

Estimados camaradas, tengo el agrado de compartir con ustedes el manifiesto político ideológico FALANGE DC XXI, 24 IDEAS FUERZA PARA LA TAREA DE LA DEMOCRACIA CRISTIANA EN EL SIGLO XXI.

Quienes suscribimos este manifiesto, lo hacemos público cuando nuestro partido cumple 54 años de vida, momento éste en que deseamos evocar y emular a quienes dieron origen a la Falange Nacional, el primer acto político de lo que luego sería la Democracia Cristiana chilena.
Nuestro llamado a la acción de los democratacristianos es: 
A construir una fuerza interna que acoja a los militantes que quieran superar el grupalismo mediocre y estéril, para construir en común una fuerza por el cambio, al servicio de la democracia y de la justicia social.
A trabajar por la realización del VI Congreso del Partido, para escucharnos y fortalecer nuestra educación política permanente, inspirando el accionar común.
A fortalecer las organizaciones sindicales, estudiantiles, juveniles, poblacionales, culturales y demás agrupaciones de ciudadanos que ya funcionan, y a crear  nuevas formas de asociación, para que sea el pueblo organizado, consciente de sus derechos, el que promueva y conquiste las metas a que aspira.
A aportar para el Chile que queremos: a estudiar y formular propuestas para la previsión, la educación, la salud, la cultura, la seguridad ciudadana, el sistema financiero, el desarrollo armónico de las regiones, la cultura, el medio ambiente, entre otros desafíos urgentes.
Les saluda en la confraternidad democratacristiana,
Rodolfo Fortunatti.


FALANGE DC XXI

24 IDEAS FUERZA PARA LA TAREA DE LA
DEMOCRACIA CRISTIANA EN EL SIGLO XXI
CUANDO NACE LA FALANGE NACIONAL, PRIMER ACTO POLÍTICO DE LO QUE LUEGO SERÍA EL PARTIDO DEMÓCRATA CRISTIANO, SE LANZÓ UNA PROCLAMA DE 24 PUNTOS.
AL PRESENTAR ESTE MOVIMIENTO DESDE EL INTERIOR DEL PDC CONTEMPORÁNEO, QUEREMOS CENTRAR NUESTRO ESFUERZO EMULANDO A LOS QUE LE DIERON ORIGEN.
DIEGO CALDERÓN
RICARDO DURÁN
GIOVANNA FLORES
RODOLFO FORTUNATTI
MARÍA EUGENIA GÓMEZ
JAIME HALES
RICARDO HORMAZÁBAL
JOSÉ ANTONIO LARA SAINTARD
FELIPE LERZUNDI
CECILIA MARTÍNEZ
CLAUDIA MIRALLES
OSCAR RAMÍREZ
JUAN MANUEL SEPÚLVEDA
Santiago de Chile, julio de 2011

ÍNDICE Página I/
PALABRAS PRELIMINARES 4
1/La Democracia Cristiana tiene una doctrina y un proyecto político capaz de aportar positivamente al proceso de transformaciones que vivimos y que corresponde a un cambio de época de gran profundidad, amplitud, velocidad y extensión.4
2/Falange DC XXI surge hoy en la Democracia Cristiana chilena como un mo-vimiento que se propone una mirada sobre el mundo y sus problemas, una opción sobre la realidad de Chile y de América Latina, y un camino político que ofrece soluciones profundas y permanentes, con respeto por la persona humana y por las prácticas y estilos democráticos4
3/El Partido Demócrata Cristiano sigue siendo el mejor instrumento político para realizar los valores solidarios y construir una patria para todos, pues cuenta con un rico acervo doctrinario, histórico y político capaz de generar propuestas responsables y eficaces.5
4/Para alcanzar las metas de una sociedad más justa, por métodos impecablemente democráticos, se requiere una propuesta programática de largo aliento, respaldada por una mayoría política, social e institucional.5
5/Convocamos a los democratacristianos a mirar y construir con esperanza el corto, mediano y largo plazo de Chile y América Latina.6
6/Reafirmamos la esencia de nuestro proyecto histórico, sustentado en una visión doctrinaria e ideológica humanista cristiana, y ponemos toda nuestra energía y voluntad al servicio del pueblo en pos de conseguir las mayorías sufi-cientes que hagan posible la transformación profunda de nuestra sociedad.7

II/CAPÍTULO II, EL IDEAL HISTÓRICO DE LA DEMOCRACIA CRISTIANA 7
7/El proyecto de la Democracia Cristiana es construir una patria para todos, donde se viva una democracia integral, esto es, una democracia política, social, cultural, económica y con participación activa de los ciudadanos.7
8/La Democracia Cristiana es un movimiento político que, inspirado en el pensamiento humanista cristiano, busca construir un nuevo orden social que remplace al régimen capitalista y al sistema institucional imperante en una nueva perspectiva de civilización.7
9/La Democracia Cristiana es un movimiento de vanguardia que asume su proyecto histórico como la gran tarea al servicio de Chile y de América Latina.8
10/El cambio que se espera de un movimiento que se auto define como revolucionario debe ser rápido, sustancial y general de las estructuras de la sociedad.8
11/El cambio es integral, por lo que el proceso debe ser económico, moral y político.9
12/Sostenemos que el gran cambio cultural de sociedad se basa en concepciones éticas libertarias, la solidaridad en escala planetaria, la legitimidad democrática, la justicia social y la paz.9
13/Orientamos nuestra conducta sobre la base de actitudes intensas, radicales, profundas, que modifican nuestra prácti-ca vital y diaria: promovemos una mística que se base en una vida sencilla, en el trabajo, en el diálogo y en la paz.10
Nuestra propuesta10
14/Desde el punto de vista político, postulamos que el sistema que mejor promueve el desarrollo de la persona humana y protege sus derechos es la democracia integral. La democracia liberal clásica, con todos sus defectos, es mejor que cualquier forma de dictadura, como la construida bajo el régimen de Pinochet, la cual, pese a los cambios que se le han hecho, aun mantiene vigentes sus postulados fundamentales. Pero nuestro ideal es una democracia plena, participativa y dinámica.10

III/LA TAREA POLÍTICA DE LA HORA PRESENTE11
15/Esta tarea de transformación en que se empeña la Democracia Cristiana, reclama de sus militantes solidez doctrina-ria, sentido de unidad y disciplina democrática, entrega generosa y un profundo arraigo histórico.11
16/El trabajo al interior del Partido Demócrata Cristiano reclama profundas transformaciones, que restituyan la rela-ción básica entre las convicciones y las acciones.12
17/Es una tarea urgente del Partido realizar periódicamente su Congreso para, de este modo, actualizar su pensamiento y sus propuestas, y permitir al militante aportar a la tarea común.12
18/La acción política debe responder a los principios fundamentales que infor-man una sociedad democrática, garanti-zando no sólo que las informaciones de los actos públicos sean publicitadas debidamente, sino que ella sea una correcta limpieza de procedimientos.13
19/Los militantes de la Democracia Cristiana deben ser activos participantes no sólo de las bases internas, sino de las organizaciones de la comunidad.13
20/Debemos cambiar el sistema económico imperante en Chile, porque ha favorecido la concentración del poder económico, el monopolio y los acuerdos transversales de empresas, con lo que se ha afectado la transparencia del mercado y se ha dejado entregada a esas voluntades la distribución de los beneficios del trabajo y del capital. Una de las formas más duras del capitalismo ha tomado forma en Chile, tras una campaña sostenida por décadas en contra del papel del Estado en los procesos económicos.14
21/Debemos fortalecer la organización de la sociedad en su base y orientar la lucha social a la necesidad de reformar la Constitución. 14
22/Nos comprometemos a involucrarnos en la discusión de demandas que han emergido en la sociedad del siglo XXI y que están siendo expresadas como malestar social sin hallar solución. 15
23/Estamos inmersos en la comunidad internacional y, particularmente, en América Latina. Promover la libertad, la paz y la colaboración entre los pueblos del continente y del mundo, es una tarea que la Democracia Cristiana chile-na ha asumido desde su origen. Ningún problema mundial nos es ajeno y todo lo que sucede no sólo compromete nuestra atención, sino que nos obliga a colaborar en busca de soluciones.15
24/Somos una mayoría que nace como minoría, en la idea de Jacques Maritain, quien nos enseñaba que el pueblo en general prefiere dormir, porque despertar es asumir responsabilidades y correr riesgos. De ahí la necesidad de una minoría que lo confronte, que lo despierte, oriente y sirva. Una vanguardia que sea capaz de respetar la voluntad popular, incluso cuando ella nos retire su apoyo.16
Nuestro llamado a la acción de los democratacristianos 16

CAPÍTULO I
PALABRAS PRELIMINARES

1/La Democracia Cristiana tiene una doctrina y un proyecto político capaz de aportar positivamente al proceso de transformaciones que vivimos y que co-rresponde a un cambio de época de gran profundidad, amplitud, velocidad y extensión.
Desde el fin de la Segunda Guerra Mundial, el siglo XX fue testigo de una transformación radical de la sociedad y del modo de vida de los seres humanos. Hitos significativos de esta evolución fueron la creación de Naciones Unidas, la Declaración Universal de los Derechos Humanos, la creación del Estado de Israel, las crisis democráticas de América Latina, la independencia de los países de Asia y África, hasta llegar a la gran crisis del socialismo real y su desmoronamiento, la incorporación de Chi-na en lugar de Taiwán en Naciones Unidas y la recomposición del mapa de Europa, el desarrollo del petróleo y la revolución tecnológica. Con ello, se abrieron paso nuevas miradas y enfoques sobre los acontecimientos sociales y políticos que nos han llevado a caracterizar estos primeros años del siglo XXI, tanto como una era de cambios, como un cambio de era. Porque han cambiado las relaciones humanas, las comunicaciones, los conceptos, las informaciones y, mucho de lo que antes no se sabía, hoy se conoce, pues los secretos se han estrellado contra la ansiedad de transparencia.
El mundo del siglo XXI es radicalmente distinto de aquel conocido los veinte siglos anteriores. Nunca, como ahora, fueron más evidentes la riqueza y la pobreza. Nunca hubo tanta acumulación de poderes económicos y políticos en pocas manos, y tanta marginación y miseria esparcida por el mundo. Y nunca, tras dos grandes guerras mundiales de confrontación abierta, los principales conflictos bélicos ocurrieron al interior de los propios países afectados.
Del predominio de la Guerra Fría, resistida por los países no alineados, se ha transitado hacia un mun-do de mayor uniformidad, donde campea un capitalismo financiero con valores y estilos que transfor-man a los ciudadanos en consumidores y a las democracias en mercados. Donde la exacerbación del hedonismo y del consumo aleja a los seres humanos de sus preocupaciones solidarias y de sus aspira-ciones de justicia y respeto.
Este es un tiempo de contradicción y controversia. Un tiempo en el que unos se sienten dueños de la verdad y de la conducción de la sociedad, mientras grupos activos, pero aún minoritarios, construyen espacios de esperanza frente a las tendencias totalitarias y a las respuestas únicas y dogmáticas a los problemas. Aunque hemos presenciado el intento de hacer desaparecer las ideologías, remitiendo la solución de los problemas a medidas técnicas, lo real es que las doctrinas y las ideologías han seguido ofreciendo puntos de referencia en el mar de incertidumbres que se cierne sobre nuestros pueblos. La realidad enseña que la vida de los seres humanos no puede reducirse a cuestiones puramente técnicas, cuando existe una demanda de valores, de grandes principios, y de orientaciones que se hagan cargo de la organización de la sociedad.
2/Falange DC XXI surge hoy en la Democracia Cristiana chilena como un mo-vimiento que se propone una mirada sobre el mundo y sus problemas, una opción sobre la realidad de Chile y de América Latina, y un camino político que ofrece soluciones profundas y permanentes, con respeto por la persona humana y por las prácticas y estilos democráticos. Este movimiento propugna:

Rescatar las ideas fundamentales que han inspirado la acción política democratacristiana en América Latina y en Chile en concordancia con las visiones emanadas de otras raíces doctrinarias.
Asumir el humanismo cristiano —síntesis racional de la vertiente religiosa del cristianismo y del es-fuerzo del pensamiento helénico— como la concepción del mundo donde todos los seres humanos son convocados por igual, en virtud de la doctrina de amor al prójimo, a construir la vida en común y a beneficiarse del trabajo personal y social, en un ambiente de participación, integración y respeto por los derechos humanos.
Reafirmar la vigencia de estas ideas y valores frente a los nuevos desafíos de la humanidad. Cuando en Europa se alzan voces renovadoras de intelectuales, economistas y políticos que, constatando el fracaso del marxismo leninismo, perciben que el régimen capitalista no es capaz de conducir a la humanidad a la solución de sus nuevos problemas, se confirma la vigencia del pensamiento y de la acción democra-tacristiana para ofrecer nuevos horizontes de emancipación.
3/El Partido Demócrata Cristiano sigue siendo el mejor instrumento político para realizar los valores solidarios y construir una patria para todos, pues cuenta con un rico acervo doctrinario, histórico y político capaz de generar propuestas responsables y eficaces.
La disminución del apoyo electoral de la Democracia Cristiana se debe a que en muchos de sus cua-dros de dirección se ha impuesto un estilo pragmático y desalentador, junto a un pensamiento liberal que lo ha apartado de sus raíces y le ha quitado el afecto de muchos chilenos.
En forma poco clara, y en contradicción con sus principios fundamentales, se ha venido aceptando —tácitamente primero y expresamente después— un conjunto de cánones y reglas de actuación del capi-talismo. Y, pese a los debates y acuerdos internos, se ha seguido una ruta que se ha apartado de la profundización y fortalecimiento de la democracia y de la construcción de una sociedad más justa.
Este naciente movimiento pretende recuperar los enfoques humanistas que, en consonancia con la nueva era que se inicia, sirvan de base a la construcción de nuevas formas de organización social, polí-tica y económica en Chile y en América Latina, donde el respeto por las personas, el pluralismo, la horizontalidad del poder y la participación, la justicia social y la mejor distribución de la rique-za, sean metas posibles de conseguir.
Este incipiente movimiento aspira que los jóvenes chilenos, tanto los nacidos durante la dictadura como quienes han conocido sólo la actual democracia, encuentren ideas que los entusiasmen y los comprometan a hacer de Chile una gran nación, y de América Latina un territorio de esperanzas y realizaciones de libertad, justicia, participación y respeto por el ser humano.
Este emergente movimiento anhela que los hombres y mujeres de Chile, de todas las edades, redescu-bran la propuesta de la Democracia Cristiana y pongan su energía a trabajar para construir una socie-dad pluralista, tolerante, pacífica e integrada.
4/Para alcanzar las metas de una sociedad más justa, por métodos impecable-mente democráticos, se requiere una propuesta programática de largo alien-to, respaldada por una mayoría política, social e institucional.
En la actual política nacional existen confusiones que es necesario despejar. Desde luego, hay que partir examinando por qué la Democracia Cristiana y la Concertación fueron derrotadas, pues un parti-do y una coalición que no aprenden de sus errores corren el riesgo de volver a repetirlos.
Como sucede en otros países de América Latina, en Chile han ganado las elecciones agrupaciones que formularon su campaña a partir de una crítica acerva a los partidos políticos, no obstante haber levan-tado sus propias plataformas desde los partidos políticos.

El resultado de las últimas elecciones presidenciales, más que un triunfo de la derecha, fue una derrota de la coalición que gobernó durante veinte años. La derrota de la Concertación se debió a que luego de haber encarnado la esperanza de poner fin a la dictadura, el resto de sus promesas explícitas o implíci-tas quedaron a medio camino o incumplidas, pues asumió como inmodificable tanto la política econó-mica liberal como su marco institucional.
La democratización de la sociedad y las políticas de redistribución del ingreso quedaron sólo en vagas promesas, al tiempo que se incrementó la concentración de la riqueza, se acrecentaron los monopolios y se perjudicó a las clases medias, todo ello en un ambiente de descuido de las políticas fundamentales y de una creciente corrupción.
No cabe duda que una cuota importante de responsabilidad les corresponde a los gobiernos de la Con-certación por la fuerte gravitación que llegaron a tener en ellos las ideas liberales. Nociones que, en lo económico, apoyaron un modelo concentrador y elitista y, en lo político, crearon una especie de feuda-lismo político, donde los proyectos de ideas acabaron siendo reemplazados por los apetitos personales. Esas mismas concepciones liberales, hoy en cínica retirada, estimularon una forma de hacer política en que el rol del dinero estimuló la apatía de la ciudadanía y alejó de la política a las personas y comuni-dades, sustituyéndolas de hecho por los lobbystas.
El testimonio de Eduardo Frei, nuestro candidato presidencial, de la mayoría de los democratacristia-nos, y de una parte de nuestros aliados que se atrevieron a enfrentar la campaña, contrastaron con el comportamiento de los descolgados que alcanzaron figuración en la coalición y que, después, se mar-ginaron para hacer sus propios negocios políticos. Por cierto, contrastaron con la conducta de candida-tos a diputados y senadores que sólo se preocuparon de sus campañas, como lo demuestran las diferen-cias de votación entre sus candidaturas y la de nuestro candidato presidencial.
Junto con recuperar posiciones en el corto plazo mediante una política de estímulo al descontento, es preciso fortalecer conciencias sólidas y organizar voluntades férreas tras la idea fuerza de transforma-ción de la sociedad. Ganar el gobierno en tres años más puede ser bueno, pero lo más importante es saber qué hacer con él. No queremos más gobiernos que administren el modelo socio-político y económico construido durante la dictadura.
5/Convocamos a los democratacristianos a mirar y construir con esperanza el corto, mediano y largo plazo de Chile y América Latina.
La Falange Nacional, primero, y el Partido Demócrata Cristiano, después, surgen a la escena política para romper el falso dilema entre capitalismo y comunismo, lo que significó que muchas veces nos caricaturizaran como ambiguos. La historia ha demostrado que es posible abrir una alternativa a estos dos modelos excluyentes.
Somos pluralistas, porque creemos en la necesidad de respetar y hacer confluir distintas visiones de la sociedad. Reconocerlo no es muestra de debilidad, sino la aceptación del derecho de todas las personas a sostener sus ideas, y a defender el nuestro a combatir las ideas sin atacar a las personas que las expre-san. Podemos dar una lucha política por impedir que una idea que consideramos aberrante triunfe, pero ello no justifica nunca reprimir a las personas que las sostienen, mientras respeten las normas de la democracia y de los derechos humanos. Ello fortalece la pluralidad y la acción común.
Los avances logrados por la sociedad chilena en su proceso de reconstrucción democrática, por pocos que éstos nos parezcan, han constituido un importante paso como fue el de haber puesto término a la dictadura de Pinochet y de la derecha. Estos logros no habrían sido posibles sin la concurrencia de los democratacristianos, y así lo reconoció el país al situarnos como partido mayoritario en 1989. Pero sería mezquino afirmar que nosotros habríamos podido conseguir esa victoria sin la concurrencia de las demás fuerzas políticas que formaron la Concertación de Partidos por la Democracia y de otros secto-res representativos que, desde fuera de ella, concurrieron a este triunfo.
6/Reafirmamos la esencia de nuestro proyecto histórico, sustentado en una vi-sión doctrinaria e ideológica humanista cristiana, y ponemos toda nuestra energía y voluntad al servicio del pueblo en pos de conseguir las mayorías suficientes que hagan posible la transformación profunda de nuestra sociedad.
Ofrecemos un camino hacia el futuro, pero no olvidamos que esa marcha se realiza paso a paso y a través de miles de pequeños avances por rutas diversas hacia una genuina democracia sustentada en el respeto de las personas, la justicia, la libertad y la solidaridad.
Recogemos el aporte de siglos de muchos chilenos y ratificamos que ni la sociedad democrática ni la búsqueda de la justicia social podrán ser conquistadas con proyectos excluyentes; sólo enfatizamos la exigencia de claridad respecto de lo que cada uno piensa que puede ser el futuro.
La verdad histórica de cada etapa, con todos sus matices, debe ser puesta sobre la mesa para buscar el entendimiento sincero y claro con todos los que están dispuestos a avanzar en un nuevo orden social, jurídico, político y económico.
La única forma de construir una verdadera alianza con otros, es la de la claridad del propio pensamien-to, con la identidad afirmada y conociendo los límites hasta donde estamos dispuestos a llegar. La unidad del pueblo chileno y la sociedad justa que debe venir como consecuencia, se construye sobre la diversidad real que reconocemos.
En 1989 pusimos fin al gobierno dictatorial. Lo que no conseguimos fue reformar suficientemente el sistema político y económico construido por sus ideólogos, aplicado por sus guardianes y continuado por los liberales y pragmáticos. Esa es la tarea de esta hora para iniciar desde ya el esfuerzo de sustituir un régimen económico que ha sido inmoral y deshumanizante, además de ineficiente en la solución de los grandes problemas de la sociedad chilena.

CAPÍTULO II
EL IDEAL HISTÓRICO DE LA DEMOCRACIA CRISTIANA

7/El proyecto de la Democracia Cristiana es construir una patria para todos, donde se viva una democracia integral, esto es, una democracia política, so-cial, cultural, económica y con participación activa de los ciudadanos.
Durante los últimos veinte años hemos vivido sumidos en aparentes urgencias por resolver problemas concretos, postergando nuestras propuestas profundas sobre el porvenir de Chile y del continente. Conocido es el refrán: “Lo que por sabido se calla, por callado se olvida”.
Así, hemos resultado ser poco consecuentes y vacilantes, y hemos terminado llegando a acuerdos que se distancian de nuestras posiciones fundamentales. Poco a poco hemos perdido identidad y hemos visto debilitase el respaldo del electorado.
Militantes que ingresaron por razones bastardas, la falta de capacitación, la pura administración del poder y el debilitamiento doctrinario, nos llevaron a posiciones de segundo plano y cosecharon el abandono de los jóvenes y de los sectores medios.
8/La Democracia Cristiana es un movimiento político que, inspirado en el pensamiento humanista cristiano, busca construir un nuevo orden social que remplace al régimen capitalista y al sistema institucional imperante en una nueva perspectiva de civilización.
Como lo dijeron los primeros falangistas, más que un simple partido, somos una afirmación del destino de Chile y una inquebrantable voluntad puesta al servicio de la nación.
Por la profundidad del cambio propuesto, la Democracia Cristiana se autodefine como un movimiento revolucionario. De ello dan cuenta las campañas presidenciales lideradas por Eduardo Frei Montalva en 1964, con la propuesta de una revolución en libertad, y por Radomiro Tomic en 1970, con la opción de una revolución chilena, democrática y popular.
Reafirmando su carácter anticapitalista, la Democracia Cristiana se presenta como una alternativa nacional y popular, enraizada en la historia latinoamericana, frente al sistema imperante y al modelo que ofrecen los movimientos inspirados en el marxismo. Ambos modelos han dado origen a sistemas de dominación y despersonalización. Organizados sobre la propiedad y el control de los medios de producción, la acumulación de la riqueza, ya sea en manos del Estado o de minorías, se inspiran en una común mentalidad materialista que sobrevalora las dimensiones económicas del desarrollo y somete a las personas a una forma de vida dependiente de los aparatos productivos. Lo decimos en forma clara: ¡Quienes adhieren al sistema capitalista no tienen cabida en la Democracia Cristiana!
9/La Democracia Cristiana es un movimiento de vanguardia que asume su proyecto histórico como la gran tarea al servicio de Chile y de América Lati-na.
Ello exige a los militantes y a los dirigentes una sólida formación doctrinaria, organización democráti-ca, eficiencia, disciplina y claridad estratégica. Es preciso conocer bien la realidad en la que se está inmerso así como el proyecto de sociedad que se quiere construir, para establecer alianzas estratégicas con aquellos que trabajarán en un mismo sentido.
El proyecto histórico de la Democracia Cristiana se sustenta en su inspiración humanista cristiana y en el carácter popular y no capitalista de su contenido. Busca traspasar el poder de la minorías al pueblo organizado, afirmando la primacía del trabajo humano sobre el capital y de las organizaciones de-mocráticas por sobre los grupos de presión. Por ello, es imposible formular alianzas estratégicas con aquellos que son partidarios del orden establecido.
Más que proponer una estructura económica y política, la Democracia Cristiana postula una nueva esperanza de civilización, que entiende a la sociedad como una comunidad de personas, y, viceversa, como una persona de comunidades, en la que todos se relacionan e interactúan en sus múltiples dimen-siones. Creemos en una relación entre personas y comunidades que vivifican la solidaridad y la auto-nomía, y que están subordinadas al Bien Común, del que el Estado debe ser su promotor.
10/El cambio que se espera de un movimiento que se auto define como revolu-cionario debe ser rápido, sustancial y general de las estructuras de la socie-dad.
Aspiramos a la sustitución de las minorías por el pueblo organizado en los centros de poder político, social, cultural y económico.
Aspiramos que más que el lucro y la apropiación de bienes materiales individualmente, sean la solida-ridad, la justicia y el bienestar de todos los trabajadores y sus familias, el verdadero motor de la eco-nomía.
Son estos intereses generales, y no un mercado manipulado por los grandes propietarios, los verdaderos reguladores de la vida económica, en una organización donde intervenga el Estado con respeto por las libertades y garantías de las personas.
El cambio profundo, rápido y sustancial abarca todos los ámbitos de la vida, entendiendo el modelo social y cultural sustentado en la concepción del hombre multidimensional y en una sociedad docente, siempre en proceso de superación y de cambio, en crecimiento y desarrollo constante, sin darse por satisfecho jamás. Pues ninguna estructura social, política o económica puede satisfacer plenamente a un ser humano, siempre capaz de abrir una nueva perspectiva de vida, y de renovar el supremo valor de la persona humana y de sus derechos.
11/El cambio es integral, por lo que el proceso debe ser económico, moral y polí-tico.
El actor de este cambio es el pueblo, el pueblo organizado, lo que es más que cualquiera de sus mani-festaciones de clase, de poder y de prestigio social.
Los que dirigen están al servicio de las personas y las organizaciones y no al revés. La Democracia Cristiana ha asumido, en sus definiciones ideológicas y en sus congresos, que su misión es ser como la punta de una lanza que cruza la historia e inaugura un proceso verdaderamente revolucionario.
Como nos enseñó Jaime Castillo Velasco, el camino de los cambios profundos que proponemos no es un proceso catastrófico, porque está conducido con sabiduría y flexibilidad, sabiendo que las reformas son duraderas en la medida que se hacen carne y conciencia de las personas que forman parte de la sociedad.
Energía, audacia, generosidad, heroísmo tal vez, pero con la sabia prudencia de la valentía verdadera que rechaza las consignas altaneras que todos en algún momento hemos proclamado.
12/Sostenemos que el gran cambio cultural de sociedad se basa en concepciones éticas libertarias, la solidaridad en escala planetaria, la legitimidad democrá-tica, la justicia social y la paz. El proceso debe sostenerse en los siguientes pilares fundamentales:
Una nueva ética de la liberación. El ser humano desarrolla sus potencias en un marco de libertad. Pero esa libertad se da desde el principio moral de ser más y no de tener más. La liberación de la per-sona no es posible sólo en el contexto del lucro y de la apropiación, sino en su propio desarrollo perso-nal, en medio de la comunidad. Por eso decimos que no hay expresión más grande de la libertad que la capacidad de comprometerse.
La solidaridad en escala planetaria. Los desafíos de la globalización nos han puesto en claro que todos estamos profundamente conectados y que el destino de cada uno está íntimamente ligado al des-tino de todos. Los problemas de la humanidad, tales como dar de comer a 8.000 millones de seres humanos, disminuir la depredación, y generar condiciones para la paz, deben ser asumidos por todos los seres humanos. La acción concreta de solidaridad se expresa en la participación en las soluciones de los problemas que están en el entorno de cada ciudadano.
Una nueva concepción de la legitimidad. Es legítimo sólo aquello que contribuye al pleno desarrollo de las personas. Los sistemas e instrumentos políticos son legítimos sólo en la medida que sirvan como instrumentos efectivos de liberación, pues toda forma de dominación que oprime al hombre lo destruye en su esencia.
Una nueva concepción de la violencia y de la paz. La paz sólo es posible alcanzarla desde la justicia y el respeto de los derechos humanos. Todo proceso o institución que impida o limite el desarrollo pleno de la persona está impregnado de violencia; la violencia institucionalizada que enseñaba la Igle-sia Católica latinoamericana en los setenta. La paz será posible cuando las estructuras marcadas por este tipo de violencia sean reemplazadas mediante procesos de renovación, liberación y expansión de la conciencia humana.
13/Orientamos nuestra conducta sobre la base de actitudes intensas, radicales, profundas, que modifican nuestra práctica vital y diaria: promovemos una mística que se base en una vida sencilla, en el trabajo, en el diálogo y en la paz.
Mística de la vida sencilla. Esto significa que el esfuerzo de apropiación encuentra su sentido en la satisfacción de las necesidades y no en el enriquecimiento ilimitado.
Mística del trabajo. Sólo el trabajo es el canal legítimo para acceder a los bienes materiales y a la riqueza, y es la forma más plena de la realización creativa de la persona humana.
Mística de la paz. La paz no es una situación estática, sino un proceso dinámico en virtud del cual se construyen redes de colaboración y lazos de justicia y respeto entre las personas. El rechazo a la vio-lencia como método de acción política es un eje fundamental de la paz, pero para que ello sea posible deben promoverse acciones de paz, es decir, actividades directas que favorezcan el proceso y compro-metan a las personas en una actitud positiva y permanente en ese sentido.

Nuestra propuesta

14/Desde el punto de vista político, postulamos que el sistema que mejor promueve el desarrollo de la persona humana y protege sus derechos es la democracia integral. La democracia liberal clásica, con todos sus defectos, es mejor que cualquier forma de dictadura, como la construida bajo el régimen de Pinochet, la cual, pese a los cambios que se le han hecho, aun mantiene vigentes sus postulados fundamentales. Pero nuestro ideal es una democracia plena, participativa y dinámica.
Buscamos una profundización de la democracia mediante la incorporación de nuevas formas de parti-cipación del pueblo organizado en el ejercicio político. La soberanía reside en la comunidad nacional, el pueblo organizado, y se ejerce por diversos mecanismos entre los cuales destacan la elección de-mocrática de las autoridades en sistemas proporcionales, el control del ejercicio del poder por parte de la ciudadanía, la iniciativa popular de ley, el referéndum y la participación directa en el gobierno de base, los organismos territoriales, las organizaciones de trabajadores y las demás agrupaciones de carácter funcional.
Proponemos una economía humanista, donde la producción y el consumo estén dirigidos al desarrollo pleno de la persona, verdadera medida del éxito de la sociedad. El lucro como única medida y la apro-piación ilimitada de los medios de producción conlleva una concentración aguda del poder económico, hasta llegar a lo que hemos presenciado en estos últimos 35 años: que finalmente las clases medias y los pequeños y medianos empresarios son víctimas de la explotación, la dominación y quedan someti-dos al imperio de la gran oligarquía financiera, los grupos de poder económico cada vez más concen-tradores, y el capital internacional. El verdadero valor del trabajo radica, no en los bienes que produce, sino en la persona que lo realiza, debiendo ser ella, y no la propiedad, el factor decisivo de la actividad económica.
Concebimos al Estado como promotor de la justicia social y del Bien Común. Este Estado Social y Democrático debe proteger y garantizar los derechos fundamentales de las personas.
Ningún sistema es bueno o malo en sí mismo, sino sólo en la medida que promueve el desarrollo efec-tivo de la persona. La articulación de distintas formas de gestión, propiedad, intervención estatal, planificaciones de carácter general, la descentralización efectiva, es fundamental para lograr un desarrollo equilibrado y superar los factores de alienación en el mundo del trabajo. Los criterios técnicos deben estar al servicio de las grandes definiciones que la sociedad hace de su propio destino.

CAPÍTULO III
LA TAREA POLÍTICA DE LA HORA PRESENTE

15/Esta tarea de transformación en que se empeña la Democracia Cristiana, re-clama de sus militantes solidez doctrinaria, sentido de unidad y disciplina democrática, entrega generosa y un profundo arraigo histórico.
Para llevar a cabo su doctrina, el Partido Demócrata Cristiano como vanguardia del proceso político, debe ser capaz de romper moldes y marcar diferencias. La eficiencia y la eficacia deben estar al servi-cio de un pensamiento y un programa de acción. La tarea tiene una sola dirección: la transformación de la sociedad capitalista en una sociedad democrática en que sea posible el más pleno desarrollo de la persona humana.
Ser vanguardia exige actitudes consecuentes y coherentes, sabiendo que ello puede significar estar solo y ser incomprendido por muchos que preferirían pactar con la mediocridad y administrar el desorden establecido.
Las alianzas deben sustentarse en la claridad de las ideas, buscando los puntos de acuerdo a partir de lo que cada uno propone. Su límite es un mínimo común ético que deberá ser compartido, pero jamás rebasado. Alcanzar el poder es una meta de todo político, más aún de quien postula cambios profundos en la sociedad, pero ello no puede ser a cualquier precio, pues, como lo hemos visto en estos años, las excesivas transacciones llevan a desnaturalizar el proyecto, a desvirtuar las tareas y a terminar en me-ros actos de administración del mismo modelo que se ha proclamado como injusto y opresivo.
Asumimos que la Democracia Cristiana de estos últimos años perdió ese carácter de vanguardia y la claridad de sus planteamientos, llegando al extremo de formular confusos análisis de la realidad que han conducido a conspicuos dirigentes a aceptar los criterios del orden imperante como válidos y a declararse partidarios de un capitalismo moderado.
Seguimos en esto el pensamiento de nuestros líderes Eduardo Frei Montalva, Jaime Castillo Velasco y Radomiro Tomic: hay que ser capaz de aliarse para constituir mayorías sólidas y consistentes, pero hay que rechazar los pactos y las alianzas que no son significativos y que distorsionan el perfil del Partido, conduciéndolo a la ambigüedad y a la transacción en cuestiones fundamentales.
En el seno de las organizaciones sociales, las alianzas deben servir a la organización respectiva. Pero las alianzas políticas deberán orientarse siempre a la protección de los valores fundamentales que se pueden compartir con los aliados porque son coherentes con el modelo final. Cualquier alianza con los que justifican o promueven acciones contrarias a los derechos humanos y a favor de la violen-cia como modo de acción en política, debe ser rechazada. Cualquier alianza con los que justifi-can, sostienen o se benefician con el sistema capitalista, debe ser rechazada.
16/El trabajo al interior del Partido Demócrata Cristiano reclama profundas transformaciones, que restituyan la relación básica entre las convicciones y las acciones.
La vida partidaria debe ser activa y dialogante, donde los militantes entiendan que es tanto su derecho como su deber opinar sobre las decisiones de la acción política. Propugnamos el establecimiento de las asambleas comunales como instancia de encuentro, reflexión y diálogo.
La deliberación política exige un militante formado e informado, capaz de de entregar sus opiniones dentro y fuera de la organización, preparado para defender las decisiones partidarias y llevarlas a la práctica cuando ello corresponda.
El diálogo y la deliberación son elementos indispensables de la correcta participación democrática. Los dirigentes deben promover la acción de los militantes en orden a intervenir en los asuntos tanto de su base territorial como de los frentes funcionales en los cuales se desempeña.
La acción de los dirigentes debe tener el doble carácter de vocero de las bases y de conductor de la militancia, impulsando la discusión interna, proponiendo ideas y dando espacio a quienes desde su experiencia y conocimiento técnico son capaces de formular planes y programas concretos en la línea doctrinaria del Partido.
Las elecciones internas deben ser siempre transparentes, con padrones electorales claramente determi-nados, abiertas, democráticas, buscando sistemas de representación de las distintas posiciones que surgen en los debates. Cuando se elige dirigentes, debe existir siempre la posibilidad de revocar los mandatos de quienes incumplan sus obligaciones o que, desde el cargo, se alejan de los acuerdos parti-darios. Los acuerdos tomados democráticamente deben ser acatados por todos los militantes, aunque en el debate hayan estado en desacuerdo, ya que una verdadera democracia interna es la que resuelve los puntos de vista en debate y da al Partido una sola voz como organización de vanguardia.
17/Es una tarea urgente del Partido realizar periódicamente su Congreso para, de este modo, actualizar su pensamiento y sus propuestas, y permitir al mili-tante aportar a la tarea común.
Los estatutos han definido que debe ser cada cuatro años, tiempo que parece suficiente como para evaluar la realidad política y debatir los aspectos programáticos fundamentales. Entre cada Congreso, deberá existir una comisión permanente de trabajo que se encargue de hacer realidad los acuerdos tomados, para que no continúe sucediendo que pese a las decisiones tomadas en el Quinto Congreso del Partido, se proponen soluciones que se orientan en sentidos diversos y se pretende arrastrar a los parlamentarios del Partido a apoyar esas proposiciones.
Los acuerdos del Congreso deben ser difundidos al interior del Partido y cada militante debe hacer de ellos su pauta de acción, para convertirlos en propuestas concretas en el seno de las unidades territoria-les y funcionales a las cuales despliega su accionar.
Los evidentes incumplimientos y olvidos de los acuerdos del Quinto Congreso, hacen más que necesa-ria la convocatoria al Sexto Congreso, para suscitar de modo urgente las decisiones sobre los que será preciso pronunciarse en el corto y mediano plazo. Siempre teniendo en la mira nuestro proyecto histórico.
Hasta esta fecha, cuando se cumple el 54º aniversario de la Fundación del Partido Demócrata Cristiano, no se ha convocado al Congreso, pese a que los plazos están vencidos, cometiendo la directiva una flagrante violación de los estatutos. Sin perjuicio de continuar presionando para que se cumpla con lo dispuesto en la legalidad interna del Partido, nos comprometemos a realizar un esfuerzo sistemático para iniciar las discusiones sobre los tópicos de mayor importancia.
18/La acción política debe responder a los principios fundamentales que infor-man una sociedad democrática, garantizando no sólo que las informaciones de los actos públicos sean publicitadas debidamente, sino que ella sea una correcta limpieza de procedimientos.
Desde los tiempos de la dictadura la política en Chile se ha ido encapsulando. Las expresiones “cúpu-las políticas”, en lugar de directivas, y “clase política” para referirse a los que ejercen cargos de repre-sentación, de dirección o de gobierno, dejan de manifiesto cómo se ha encerrado y empequeñecido la función de los políticos.
Los esfuerzos por legislar en materia de transparencia de la función pública ciertamente han sido un aporte, pero no constituyen pasos suficientes para la apertura democrática y la solidez ética y moral del quehacer político.
Es urgente separar la política de los intereses particulares y de los negocios privados, y erradicar toda forma de corrupción, desde la más pequeña hasta la más grave, incluyendo los aprovechamientos de los cargos, los abusos de poder y los negocios propios amasados al amparo del aparato estatal.
El político es un servidor público y no debe ser otra su motivación. Es su deber perentorio dar testimo-nio de honestidad y transparencia, lo que entraña la condición de ser competente y preparado para el cargo que se desempeña.
Es hora de echar del templo a los mercaderes. No hay espacio en la Democracia Cristiana para los que defienden los intereses de los económicamente poderosos, ni para los que creen que hacer política es hacer negocios privados.
19/Los militantes de la Democracia Cristiana deben ser activos participantes no sólo de las bases internas, sino de las organizaciones de la comunidad.
Es necesario estar presentes en las Juntas de Vecinos y demás organizaciones vecinales, así como en los sindicatos, organizaciones estudiantiles y gremios de distinta naturaleza e intereses.
También los militantes deben integrarse activamente a los comités que surjan espontáneamente de la comunidad para la defensa de asuntos concretos, tales como grupos de deudores habitacionales, luchas por el medio ambiente, organizaciones de estudiantes, tratando de colaborar en su organización y con-ducción.
De ese modo se promoverá tanto la personalización de los procesos sociales como la acción comunita-ria, donde los sujetos no sólo son un número sino participantes activos y conscientes de sus demandas. La representación política no se da sólo en los procesos electorales, sean estos para elegir diputados, senadores, concejales o Presidente de la República, sino también en la lucha cotidiana de los ciudada-nos en torno a sus necesidades y aspiraciones. Esto es lo que desde hace ya mucho tiempo hemos de-nominado “Movilización Social”, que algunos han confundido con la agitación callejera.
La organización del pueblo en su base permitirá que los partidos cumplan con su función de canalizar las inquietudes y demandas populares desde la perspectiva de cada uno, pero sin eliminar, postergar o sustituir a los actores directos que son las personas debidamente organizadas en su base social.
Garantizar el funcionamiento limpio y democrático de los partidos políticos es una necesidad urgente de la sociedad democrática moderna, para de este modo impedir que se recurra a procedimientos reñi-dos con la ética que siempre debe inspirar el quehacer del servicio público.
Es urgente revisar el orden institucional impuesto por la dictadura y que, aunque corregido durante los veinte años de la Concertación, mantiene enclaves autoritarios que impiden el cabal ejercicio de una democracia verdadera y completa. La reforma de la Constitución política, proceso en el cual debe escucharse a los expertos, a las fuerzas políticas y al pueblo organizado, es una tarea prioritaria en esta hora de Chile.
Al interior del Partido debe darse especial cabida en la Junta Nacional y en las Juntas Regionales a los representantes del mundo social, tales como las organizaciones estudiantiles, sindicales, gremiales.
20/Debemos cambiar el sistema económico imperante en Chile, porque ha favo-recido la concentración del poder económico, el monopolio y los acuerdos transversales de empresas, con lo que se ha afectado la transparencia del mercado y se ha dejado entregada a esas voluntades la distribución de los beneficios del trabajo y del capital. Una de las formas más duras del capita-lismo ha tomado forma en Chile, tras una campaña sostenida por décadas en contra del papel del Estado en los procesos económicos.
La distribución inequitativa del ingreso nacional, la tributación inadecuada, la falta de incentivos reales a la pequeña y mediana empresa, son algunos de los aspectos que han deteriorado el nivel de vida de la clases medias. Si bien se ha logrado disminuir la extrema pobreza gracias a las políticas públicas de las dos últimas décadas, la brecha entre los sectores medios y los más ricos de la sociedad, ha aumentado de modo alarmante.
El valor del trabajo como generador de riqueza y de la justicia, la equidad y la solidaridad, han pasado a segundo y tercer plano, desplazados por la competitividad y la eficacia de los rendimientos macro económicos. Resulta escandaloso que en momentos de crisis económica, de graves situaciones de vul-nerabilidad social, de agudización de la pobreza, de tragedias como el terremoto, haya empresas, como los bancos, que sigan incrementando sus utilidades.
Es destacable la aparición del concepto de responsabilidad social de las empresas, pero ello es hasta ahora un pálido reflejo de lo que debe hacerse para que los enormes beneficios del capital sean compar-tidos por los trabajadores.
En los últimos meses se ha puesto énfasis en el crecimiento del empleo y del producto interno bruto. Ello no es más que un dato estadístico que induce a error. El crecimiento porcentual que se exhibe es el que compara el comportamiento actual de la economía con los meses que siguieron a la crisis de 2009 y, luego, al terremoto de 2010, por lo que es natural que aparezca abultado. Algo parecido sucede con el empleo, debido a la precaria calidad de los nuevos puestos, que sólo vienen a sustituir a miles que se habían perdido en periodos inmediatamente anteriores.
Si las políticas energéticas, agrícolas, mineras, industriales, por nombrar las más relevantes, continúan al margen del rol social de la empresa y del Estado mismo, sólo apegadas a los criterios de mercado, entonces los beneficios efectivos seguirán orientados hacia quienes hoy controlan la riqueza, pagan bajas remuneraciones y mantienen bajos niveles de ingreso en los sectores medios y bajos.
La innovación tecnológica y la inversión en las personas, son temas que debiendo concurrir fijan dis-tancias entre las empresas chilenas. Mientras se avanza en tecnología, las personas van quedando atrás como un mero “capital humano”. El tipo de trabajo y la forma de llevarlo adelante resultan fundamen-tales a la hora de medir el grado de desarrollo de una sociedad.
21/Debemos fortalecer la organización de la sociedad en su base y orientar la lucha social a la necesidad de reformar la Constitución.
El fortalecimiento de la organización social y la participación de las personas contribuyen a empoderar al país para la defensa de sus derechos fundamentales. Los derechos económicos y sociales, la vivien-da, la salud, la educación, el sistema de justicia, el régimen de seguridad social y la protección de los más desvalidos, son desafíos pendientes de urgente realización, junto con los derechos humanos de segunda y tercera generación.
Bregamos por una sociedad de derechos y garantías explícitas en los campos de la protección social, la educación, la justicia y la salud, para que, del mismo modo que la defensa nacional y la seguridad interna tienen un estatus reconocido e indiscutible dentro del Estado como promotor del Bien Común, éstos alcancen una real jerarquía en nuestro ordenamiento institucional.
Luchamos para que los valores de cooperación y solidaridad se impongan sobre los antivalores que sustentan el individualismo, el consumismo, el enriquecimiento y la mera satisfacción hedonista como motores del desarrollo.
22/Nos comprometemos a involucrarnos en la discusión de demandas que han emergido en la sociedad del siglo XXI y que están siendo expresadas como malestar social sin hallar solución.
La demanda de los pueblos originarios por el reconocimiento de su cultura y tradiciones, debe dejar de ser tratada como si fueran acciones terroristas, desplegadas en contra del Estado y de la sociedad chile-na.
La demanda de protección del medio ambiente entraña un compromiso con la biodiversidad, la seguri-dad alimentaria, la economía del cambio climático, y debe ser abordada desde la solidaridad entre las generaciones actuales y las futuras. La mirada de Chile como un pueblo en desarrollo inmerso en Amé-rica Latina, exige la formulación de políticas de largo plazo que armonicen con el desarrollo integral y equitativo de la sociedad.
La familia, considerada como base de la sociedad, es una institución que experimenta cambios en el mundo actual y no puede soslayarse con meras consignas. Sus distintos tipos de conformación deben ser reconocidos y en la ley y validados en la conducta de los chilenos.
La cultura, entendida no sólo como los valores que imperan en la sociedad, sino como el conjunto de los bienes que una sociedad genera desde sí misma y que la reflejan en su ser más íntimo, no puede ser patrimonio de minorías. El acceso a los bienes culturales, el desarrollo del pensamiento propio y de la creatividad, la expresión del ser de las personas en sus variadas expresiones, tales como las formas diversas de arte, el pluralismo en los medios de comunicación y el sentido compartido de la historia, son parte clave del desarrollo pleno de una sociedad. La educación, no es sólo un asunto de asignación de recursos económicos, sino que determina las posibilidades reales de crecimiento de las personas, de las comunidades y de la sociedad en su conjunto.
23/Estamos inmersos en la comunidad internacional y, particularmente, en América Latina. Promover la libertad, la paz y la colaboración entre los pue-blos del continente y del mundo, es una tarea que la Democracia Cristiana chilena ha asumido desde su origen. Ningún problema mundial nos es ajeno y todo lo que sucede no sólo compromete nuestra atención, sino que nos obliga a colaborar en busca de soluciones.
Promovemos la paz y la hermandad, la solidaridad entre los pueblos y las comunidades. Nos interesa que los motivos de desavenencias entre países y regiones desaparezcan a través de formas de colabo-ración y desarrollo.
Las relaciones entre los países del continente deben tender a fortalecer los lazos recíprocos y, siguiendo el ejemplo de otras regiones, hacer desaparecer fronteras mediante mecanismos de cooperación e inte-gración regional,
Los derechos humanos deben ser respetados en todo el mundo y, por eso, respaldamos las acciones de una justicia internacional que ponga límites y sancione a quienes cometen delitos de lesa humanidad y violan los derechos de las personas.
24/Somos una mayoría que nace como minoría, en la idea de Jacques Maritain, quien nos enseñaba que el pueblo en general prefiere dormir, porque despertar es asumir responsabilidades y correr riesgos. De ahí la necesidad de una minoría que lo confronte, que lo despierte, oriente y sirva. Una vanguardia que sea capaz de respetar la voluntad popular, incluso cuando ella nos retire su apoyo.
Hemos vivido momentos muy difíciles, antes y ahora, y siempre hemos logrado superarlos. Los anti-guos falangistas demostraron que no importaba cuánto demorara una fuerza política en llegar a la meta, si a cada paso contribuía a la tarea común y mantenía sus ideales. Como lo recordaba Radomiro To-mic, porque no hemos sido santos, no se nos pueden pedir milagros; pero, porque contamos con el testimonio de hombres y mujeres que a lo largo de décadas se han dedicado a servir a Chile y a las necesidades de su pueblo, hemos sido elegidos para conducir. Y cuando no fuimos lo suficientemente coherentes, el pueblo nos mandató para construir una oposición democrática y popular, que aprendiera de sus errores y se proyectara al futuro.

Camaradas: Los invitamos a superar el desánimo y la apatía, a canalizar la indignación en acción, organización y propuestas para cambiar lo que debe ser cambiado. El primer cambio que asumimos es el de superar nuestros propios egoísmos y debilidades. Sólo así estaremos en condiciones de proponer a nuestros compatriotas el cambio del individualismo que nos ahoga, el fin del capitalismo ineficiente que nos explota, la superación de la injusticia social que nos indigna.
El fracaso del gobierno de la derecha nos ayudará a terminar con la indiferencia popular que le dio el poder total a una minoría ciega, sorda y arrogante. Esto nos ofrece la oportunidad de volver a ganar la confianza del pueblo chileno. Para ello, debe cambiar la actitud de la Democracia Cristiana, de nues-tros aliados por más de veinte años y de otras fuerzas cuyo concurso se requiere para alcanzar la ma-yoría política, institucional y social que sustente las transformaciones.

Queremos ser portadores de una verdadera esperanza. Sin arrogancia, pero con la legítima satisfacción de pertenecer al Partido Demócrata Cristiano, reafirmamos una hermosa historia de mujeres y hom-bres, adultos y jóvenes que nos declaramos servidores del pueblo y rechazamos el triste lamento de los profetas de desastres, que prefieren acomodarse al desorden establecido como si ello fuera una maldición insuperable.
Nuestro llamado a la acción de los democratacristianos
Los llamamos a construir una fuerza interna que acoja a los militantes que quieran superar el grupalis-mo mediocre y estéril, para construir en común una fuerza por el cambio, al servicio de la democra-cia y de la justicia social.

Los invitamos a trabajar por la realización del VI Congreso del Partido, para escucharnos y fortalecer nuestra educación política permanente, inspirando el accionar común.
Los instamos a fortalecer las organizaciones sindicales, estudiantiles, juveniles, poblacionales, cultura-les y demás agrupaciones de ciudadanos que ya funcionan, y a crear nuevas formas de asociación, para que sea el pueblo organizado, consciente de sus derechos, el que promueva y conquiste las metas a que aspira.
Los convocamos a aportar para el Chile que queremos: a estudiar y formular propuestas para la previ-sión, la educación, la salud, la cultura, la seguridad ciudadana, el sistema financiero, el desarrollo armónico de las regiones, la cultura, el medio ambiente, entre otros desafíos urgentes.
Cuando se nos pregunte quiénes somos, contestaremos con la frente en alto, con firmeza y claridad:

¡Somos militantes de la Democracia Cristiana! ¡Somos la Falange XXI!
Y cuando se nos pregunte qué nos motiva a actuar, responderemos sin vacilaciones:
—Nos motiva la doctrina inspirada en la filosofía humanista cristiana.
—Nos motiva la ideología del comunitarismo que propugna la formación de comunidades solidarias de personas en cada familia, barrio, comuna, región y país.
—Nos motiva la acción política de vanguardia que busca la emancipación permanente de la comunidad de los no privilegiados y que nos compromete a enfrentar positiva y pacíficamente los desafíos de cada época histórica.