martes, junio 07, 2011

LA BRÚJULA PERDIDA.Andres Rojo

 Cualquiera que haya visto algunas de las películas de "Los Piratas del Caribe" sabrá que el capitán Jack Sparrow (interpretado por Johnny Depp) tiene como una de sus principales posesiones una brújula mágica, que tiene el poder de indicarle la dirección de lo que más desea. Ese es, precisamente, el tipo de brújula que parecen estar empleando los partidos políticos para encontrar su rumbo tras la desastrosa encuesta de Adimark que confirmó el empeoramiento en la apreciación de la ciudadanía respecto de su gestión.

Las reacciones iniciales que indicaban una absoluta incapacidad de interpretar los resultados han ido abriendo paso a una reacción de segunda generación que estaría apuntando a proponer nuevos acuerdos para recuperar la confianza del electorado, respuesta que es errónea y por varias razones.
En primer lugar, se desconoce que una de las críticas de la gente es a que pareciera dar lo mismo si un político es de Izquierda o de Derecha y un acuerdo sobre los asuntos que le interesan a los partidos no contribuiría en nada a perfilar las diferencias que el electorado quiere apreciar entre estos para, al menos, tener la ilusión de que opta entre cosas distintas.


            En segundo término, el hecho de que no se invite a la ciudadanía a participar en estos acuerdos sino que sean nuevamente las cúpulas partidistas las que decidan qué quiere la gente, vuelve a alejar a la ciudadanía de la actividad política.

            Si alguna vez estuvieron justificados los acuerdos, fue a comienzos de la transición, cuando se trataba de concordar en un sistema político y económico que concitara, al mismo tiempo, la estabilidad mínima para garantizar la viabilidad de la democracia. Pero eso fue hace tres décadas, con un general Pinochet al frente del Ejército y un total desconocimiento respecto de la manera en la que se resolverían los temas de las violaciones a los derechos humanos.

            Lo que no se reconoce es que en esta oportunidad la situación de conflicto no parece ser entre izquierdas y derechas sino que radica respecto a la forma en que se ejerce la democracia.   La gente podría aceptar que se la convoque cada cuatro años para elegir entre las opciones que se le presentan, pero en los últimos años, con encuestas y nuevos medios tecnológicos que permiten recoger el parecer de las personas con mucha mayor rapidez, ya no le parece difícil ni mucho menos imposible que sea la propia ciudadanía la que pueda dirimir las diferencias de opinión y en esas condiciones que se hable de acuerdos entre los partidos para salvar una crisis institucional que las personas sólo ven radicadas en el carácter representativo de la democracia se parece demasiado a un intento de los partidos por protegerse del cambio.