domingo, mayo 22, 2011

Urgencia de un Centro Protagonista y Responsable. Gonzalo Wielandt

Si bien la elección municipal próxima determinará el nuevo peso de los partidos, cada vez es más clara la necesidad de un centro político capaz de no sólo articular y coordinar los interés políticos en juego entre gobierno y oposición, sino que principalmente representar el bien común y así fortalecer la democracia chilena.

Una democracia cristiana aún secuestrada por la alianza con la izquierda, deja un espacio en el sistema de partidos que lo ocupa en este momento el gobierno y sus partidos o bien se encuentra en la incertidumbre política y social por quién se erigirá como el representante genuino de ese espacio y sector político particular. En ese sentido, el PRI bajo el liderazgo de Adolfo Zaldívar es un intento, no obstante de que también es preso de su debilidad por la incertidumbre electoral que presenta la próxima elección municipal.

La democracia cristiana se equivoca estratégica y tácticamente al presentarse como una oposición desde la concertación, ya que se diluye ante la hegemonía de la izquierda; dilución reforzada aún más por los efectos de los medios de comunicación, por la incapacidad DC de proponer un proyecto alternativo, por la ausencia de liderazgos más claros y reconocidos, por la falta de cohesión partidaria, entre otros factores. En este caso, si se decide por hacer oposición, ésta debe hacerse desde el partido, no desde la coalición. No obstante esto, en las actuales circunstancias sicológicas, políticas y sociales de la población chilena, definirse como oposición para la democracia cristiana no es su negocio más rentable, visto de un punto utilitarista, ni tampoco de un punto de vista ideológico, ya que lo que la define es su vocación nacional y popular por
representar el bien común de Chile. Esto significa entenderse con quienes el pueblo ha elegido para gobernar. De ello resulta, que es más urgente que nunca la convocatoria a la conformación de una coalición de centro a la luz de un acuerdo político-programático que aúne a las fuerzas capaces de articular un proyecto de bien común. La democracia cristiana tiene un rol histórico en este sentido. Y todos aquellos que con esperanza queremos salvar al centro político de su desaparición tenemos el deber político y moral
de pronunciarnos responsablemente.