martes, marzo 15, 2011

Crónicas a orillas del Sena. Vicky Gallardo M

El tiempo es redondo, afirmaba García Márquez en Cien años de Soledad.
En marzo del 2010, mi primera crónica del año era para hablar de los efectos del  terremoto que asoló el centro-sur de Chile el 27 de febrero de ese año. Mi primera crónica de este 2011, no puede sino registrar el terremoto de 8.9 grados Richter producido el 11 de marzo en el noreste de Japón, el más violento en 140 años. Justo cuando en España se recuerda el atentado terrorista en la estación de Atocha que dejó cientos de víctimas y al que los españoles se refieren como el 11-M.

Al terremoto, sigue un tsunami que barre con ciudades de la costa e inmediatamente se constatan fallas en tres centrales nucleares derivadas de la falta de energía eléctrica, que impide que el sistema de enfriamiento funcione y se debe autorizar la salida de vapores contaminantes, procediendo a la evacuación de miles de personas.

 Todo esto, visto como una película de terror, sentada en el living de mi casa, pudiendo chequear las informaciones en las principales cadenas televisivas del mundo, pero de manera aún más detallada e inmediata, en las redes de internet donde cientos de japoneses colgaban sus imágenes tomadas con teléfonos celulares o filmadas con sus cámaras de video. Tal vez sea ésta la primera gran catástrofe humana filmada «in situ» por cientos de personas y comunicada al mundo de manera tan inmediata.

Es, para los que lo vimos sentados en nuestro living, la experiencia de la impotencia total: impotencia personal ante la devastación, pero también compartir la impotencia de las víctimas y contemplar la impotencia de las instituciones que quedan absolutamente sobrepasadas por el desastre.
Se dice que Japón es el país más preparado frente a estos eventos, que cuentan con el mejor y más completo sistema de alerta temprana, que sus ciudadanos están entrenados para enfrentarlos y en cada hogar nipón existe una mochila con elementos básicos de sobrevivencia, que cada organismo del estado tiene un protocolo que seguir en estos casos, que la policía y bomberos tienen tareas específicas asignadas, en fin, un largo etcetéra.

Pero todo es sobrepasado por la magnitud del terremoto y el tsunami. Sin energía eléctrica, deben parar los gigantes de la economía nipona, las industrias automotrices, la bolsa de Tokio cae estrepitosamente; sin centrales nucleares es imposible contar siquiera con un abastecimiento normal para los hogares. El agua escasea y el miedo a la contaminación nuclear aumenta.

El gobierno nipón reconoce que es la peor situación que ha enfrentado el país desde la segunda guerra mundial.
El sentimiento de impotencia cala hondo y sólo es posible atenuarlo aferrándose a la idea de que la magnitud del desastre, el nivel de pérdidas económicas que generará, obligará a tomar conciencia que el desarrollo tal como hasta aquí se ha concebido, tal como hasta aquí se ha expresado en sistemas o modos de producción, no puede seguir.
Se podrá alegar que el movimiento de las placas tectónicas se va a producir de todas maneras, independiente de cómo produzca la sociedad. Pero no podemos eludir el hecho de que los sistemas de producción están indisolublemente asociados a demandas crecientes de energía y que los medios para producir energía son limitados si queremos preservar los sistemas esenciales de la tierra en equilibrio.

Hace algunas décadas, cuando se hablaba de Japón, se utilizaba con frecuencia las expresiones de Lejano Oriente, Imperio del Sol Naciente. Hoy no es lejano y pocos recuerdan que es un imperio, salvo en lo que se refiere a la industria automotriz.
Poco antes del sacudón de ese oriente, en el oriente más cercano, los territorios poblados por las naciones árabes en el norte de África y la península Arábiga, se estremecían por el alzamiento de sus pueblos, hastiados de décadas de gobiernos autoritarios, dictaduras más o menos disfrazadas, basadas en el miedo.
El miedo al Islam, el miedo a perder los recursos energéticos que gobiernos corruptos negociaban con gobiernos no menos corruptos de Europa y los Estados Unidos.

Francia ha marcado tendencia, como se dice ahora: la Ministra de relaciones Exteriores Mme. Aliot-Marie, pasó unas estupendas vacaciones en Túnez, volando en jets de íntimos de Ben Ali, mientras sus padres hacían pingües negocios con familiares del gobernante derrocado un mes después.
Penosamente  (es una palabra que se queda corta), varios de los dictadorzuelos derrocados en el último tiempo, eran connotados miembros de la Internacional Socialista. ¿Algo se sabe o se dice de esto al borde de la Cordillera de los Andes? ¿O vamos a hacer como en la década de los 50 0 60, que nunca supimos nada de la represión en los regímenes del campo socialista?

Movilizaciones de ciudadanos exasperados al límite, ahogados por la falta de libertad y hastiados de la corrupción. Ciudadanos que se autoconvocaron para recuperar la propia dignidad. Otra vez, los celulares, las redes de internet, la televisión que ponen tan próximos a las gentes y a los hechos.
Túnez, Argelia, increíblemente Libia, varios países bajo sultanatos, principados o emiratos. Todos aspirando a la libertad, a la democracia, a tener voz y voto en los destinos de sus países. Todos dispuestos a dar su vida para terminar con la opresión y la falta de dignidad. ¿Alguien dice que en el mundo de hoy no hay épica posible?
No la que nosotros alguna vez conocimos. No, naturalmente como nuestra generación la vivió en el Chile de los 60, pero los ideales de  libertad, igualdad, fraternidad, solidaridad, vuelan hoy por el ciberespacio, llenan los twitter, los facebook, copan las opiniones de los blogs.

En Portugal, se acaba de realizar una manifestación de más de 200 mil jóvenes que reclaman su espacio en la sociedad. Autoconvocados.
Así como el terremoto de Japón nos debe concienciar sobre la necesidad de cambiar YA nuestra forma de producir, estos movimientos sociales autoconvocados, debían hacer pensar a los dirigentes políticos respecto a las prácticas obsoletas de hacer política. Ningún partido político ha estado presente en estos movimientos. Ninguno que se pueda atribuir la «conducción» de las masas.
Mirando desde este lugar lo que ha pasado en el Municipio de La Florida, en Chile, no se puede ver sino los signos de la descomposición de un sistema que no da para más.
No da para más el que cúpulas partidarias negocien sistemas de reemplazo en cargos de elección popular.
No da para más el sistema de designaciones a dedo o al calor de las encuestas o rostros de la TV.
No da para más, porque todo eso atenta contra la dignidad de los ciudadanos que tarde o temprano, terminarán por autoconvocarse para barrer con  todo eso.

París, Francia, martes 15 de marzo de 2011, por Vicky Gallardo M., editorial del Boletín GAL