jueves, marzo 17, 2011

Carta abierta al Frente de Trabajadores de la Democracia Cristiana. Juan Manuel Sepúlveda

Estimados y estimadas camaradas, 
Reciban todos y todas ustedes mis afectuosos saludos y mis mejores deseos para este año que estamos iniciando. Precisamente un año que se visualiza lleno de desafíos para los y las trabajadoras en general y en particular para quienes han asumido la responsabilidad de conducir el Frente de Trabajadores de la Democracia Cristiana, FTDC. Por esta razón quiero compartir con ustedes algunas inquietudes, reflexiones, preocupaciones y propuestas. Ellas son el resultado de muchos años de trabajo sindical en Chile y en el extranjero, pero fundamentalmente de la experiencia vivida durante el año que recién ha finalizado. 

En efecto, desde que regrese definitivamente a nuestro país, hace un año, me puse al servicio de los y las trabajadoras organizadas, fui acogido por el FTDC y pude contribuir con una propuesta de “Capacitación integral reflexión-acción a sindicalistas”, luego tuve el honor de integrar la Comisión Electoral para organizar el proceso electoral del FTDC, que finalizo con la elección de ustedes. También pude colaborar con la asesoría y la elaboración de un borrador de queja formal ante la OIT por los despidos y discriminaciones en la administración pública. Fue muy importante y halagador para mí que el FTDC me confiara la representación como delegado fraterno a las dos últimas Juntas Nacionales del Partido, oportunidades que me ayudaron captar la realidad concreta de nuestro partido, su entorno y entender el contexto político del país. 
Hace treinta años fui forzado a abandonar el país y lo deje con un movimiento sindical unitario, activo, comprometido, con poder de movilización, en el cual todos y todas teníamos un lugar y una responsabilidad. 
Nos movilizábamos masiva y valerosamente a favor de la igualdad, la justicia social, la libertad, la democracia política y por mejores condiciones de vida. Eran nuestros objetivos comunes a pesar de nuestras diferencias. Unidad en la diversidad, que condujo a la derrota definitiva de la dictadura. Un movimiento sindical con una Democracia Cristiana comprometida con los y las trabajadoras, conduciendo, apoyando, al servicio  de la clase trabajadora. Esa clase trabajadora que le dio un respaldo mayoritario en las últimas  elecciones democráticas de la Central Única de Trabajadores, con el triunfo de nuestro camarada Ernesto Vogel. Esa clase trabajadora desde donde surgieron nuestros grandes líderes sindicales como Manuel Bustos. 
Regrese a mi país en democracia, con mayor libertad y justicia social, pero con un movimiento sindical atomizado, debilitado, e incluso poco democrático. Cuatro centrales sindicales que se disputan entre ellas los pocos trabajadores y trabajadoras organizadas. Por ejemplo, en el 94.9% de las empresas no existe organización sindical y en el 5.1% de las empresas, donde se cuenta con sindicato, el 4.4% está en receso y cuando se está activo, la división sindical es su característica. 
Me encontré con un país con bajos niveles de sindicalización y donde hay afiliados, éstos se concentran en las grandes empresas y en algunas ramas de actividad económica con menor impacto en el empleo. Del total de 
22.176 organizaciones registradas en la Dirección del Trabajo, 12.836 no presentan actividad alguna. Esto es, el 57.8% de las organizaciones sindicales constituidas se encuentran inactivas. 
De los 801.251 trabajadores organizados, el 62.6% está en un sindicato de empresa; el 16.4%, en un sindicato inter-empresa; el 14.4% en un sindicato de trabajadores independientes y el 3.6% en un sindicato de trabajadores transitorios. Por efectos de la división, aumenta el número de sindicatos, los que son cada vez más pequeños. Mientras en 1991 se registraban 7.707 sindicatos vigentes activos, en el 2008, existían 9.340 sindicatos activos, pero su tamaño promedio llegaba a 87 afiliados. 
En cuanto a la afiliación sindical, la Central Unitaria de Trabajadores, CUT, aglutina el 85.2%; la Central Autónoma de Trabajadores, CAT, el 8.9%, la Unión Nacional de Trabajadores, UNT, el 5.9% y la Confederación General de Trabajadores, CGT, no registra datos oficiales. 
Nuestro país presenta un denominador común: el sindicalismo ha sufrido un fuerte retroceso en los últimos años. Este retroceso también se manifiesta en una disminución del número de convenios colectivos firmados y de trabajadores cubiertos, en un empobrecimiento de sus contenidos y en una pérdida de peso de la negociación de rama frente a la negociación de empresa o individual.

Las cifras de la negociación colectiva en nuestro país afirman que solo un 5% de las empresas tienen acuerdos colectivos de trabajo vigentes y que una pequeña porción del empleo asalariado del sector privado, accede a  la misma. Los últimos datos muestran que de los 5.622.264 trabajadores, como fuerza laboral con potencial de sindicalización, solo 232.667 están involucrados en instrumentos colectivos, lo que significa un 4.1%. Con el fin de graficar esta situación recurro a las palabras de la Directora del Trabajo de la administración pasada, quien afirmó: “En nuestro país la negociación colectiva es un derecho extremadamente minoritario: solo acceden a él un restringido grupo de trabajadores, sobre todo contratados por grandes empresas, mientras que para la inmensa mayoría de los trabajadores privados se trata solo de la promesa de un derecho. Difícilmente puede decirse que en materia de relaciones laborales las instituciones funcionan normalmente en nuestro país, si un derecho básico como la negociación colectiva no logra realmente tener un rol en las decisiones sobre cómo se remunera el trabajo asalariado”. 
Con toda seguridad cada uno y una de ustedes tendrán una lectura y una interpretación de estas cifras. Podrán coincidir conmigo que en términos generales es el resultado de un proceso de cambio, cambio de época se podría asegurar, proceso que aun está en curso, que ha diversificado y transformado profundamente las clases y sectores sociales sobre las cuales se había construido el sindicalismo históricamente. 
Coincidirán también que la creciente apertura al exterior de nuestro país, tratando de lograr las mejores posiciones competitivas, con los consecuentes intentos de bajar los costos productivos, lo que se traduce en desregulación, baja de salarios, aumentos de contratos irregulares, reestructuraciones de empresas, y en general en un clima de temor e inestabilidad en los sectores laborales, golpea fuertemente al movimiento sindical. 
Las reestructuraciones económicas han alterado las estructuras productivas, cae la actividad de los sectores tradicionales, base de la inserción sindical, y surgen nuevos sectores con nuevas condiciones de trabajo, en los que no existían sindicatos o si existían eran débiles y dispersos. Los procesos de negociación colectiva comienzan a verse afectados, en la medida que se tiende a privilegiar el empleo por sobre los reajustes salariales, lo que abre las puertas para la desregulación laboral, contratos atípicos, presiones indebidas, prácticas antisindicales. 
En este contexto, el rol y la función del sindicalismo se encuentra fuertemente afectada y cuestionada, en la medida en que sus reivindicaciones no son fácilmente obtenidas, las conquistas que puedan exhibirse son escasas, las presiones por desincentivar la afiliación se incrementan, al igual que un espíritu más individualista y menos solidario, tanto en la sociedad en su conjunto como en el seno de los trabajadores.  A ello se agrega que las empresas, por lo general, van cambiando sus estilos de trabajo, sus valoraciones, sus formas de organización y sus estilos de gestión del personal, combinándose gestiones arcaicas y atrasadas, presididas por estilos autoritarios  –que se incrementan- con formas más modernas, de tipo más horizontal y menos jerarquizadas, pero que muchas veces tienden a dejar de lado a las organizaciones sindicales. 

Como pueden apreciar, todo este cuadro que he bosquejado en forma tan breve, impacta con fuerza la estructura sindical, sus plataformas de lucha, sus propuestas, sus prácticas tradicionales, incluso sus propias metas, incidiendo todo ello en un continuo y progresivo debilitamiento del movimiento sindical, que en algunos casos se transforma verdaderamente en crisis de funcionamiento, si no de credibilidad.  En este escenario, las orientaciones tradicionales del  sindicalismo sufren una prueba de fuego, se cuestionan sus formas organizativas, sus estilos de dirección, sus formas de lucha, sus tácticas y estrategias. 
Cabe preguntarse entonces en qué medida es afectado  -por esta situación generalizada- el sindicalismo de nuestro país, en su estructura, peso, capacidad de presión, unidad; cuáles son los aspectos generales compartidos por cada sindicato. Cuáles son las respuestas que se diseñan frente a esta situación general, sus aspectos comunes y diferenciales, así como sus desafíos y proyecciones. 
De aquí entonces que una de las dificultades más urgentes de superar, y a la vez más difícil, que enfrenta el sindicalismo, es la adaptación de sus propias estructuras orgánicas a la dinámica del mundo actual. Es necesario concebir organizaciones adaptables, flexibles y descentralizadas, superando las rigideces tradicionales de las organizaciones sindicales. Si el mundo del trabajo es cada vez más dinámico y cambiante, no es posible afrontar sus retos con estructuras rígidas. 
El movimiento sindical siempre ha reivindicado la representación conjunta de los trabajadores y trabajadoras, y no sólo de sus afiliados. Hay enormes franjas de trabajadores y trabajadoras que conforman nuevos sectores, sin tradiciones sindicales o desorganizadas, y otros que mantienen relaciones salariales precarias o atípicas. ¿Cómo representar efectivamente los intereses y los valores de estos sectores de trabajadores?, 
¿Qué formas organizativas son las más apropiadas para dar cuenta de estas realidades? El FTDC algo tiene que decir y de esa manera contribuir con respuestas claras y concretas. 
La heterogenización de la base sindical tradicional con la incorporación masiva de la mujer a la fuerza de trabajo (desequilibrando un concepto tradicional del mercado), con la cada vez mayor variedad de calificaciones y las nuevas formas de contratación, representa una dificultad para los sindicatos en su capacidad para articular las diferentes demandas de cada uno de estos segmentos de la fuerza de trabajo en un proyecto sindical común.
El tema se torna más complicado aún cuando comprobamos que hoy día en nuestro país reina la división sindical, lo que dificulta, obviamente, cualquier esfuerzo por concertar al movimiento sindical. Lo comprobamos casi a diario a través de las declaraciones de los presidentes de la CUT y la UNT o lo pudimos observar en las negociaciones del salario de los trabajadores y trabajadoras fiscales, y en los despidos masivos de la administración pública. 
Las pugnas ideológicas han afectado a la unidad del movimiento sindical, y fundamentalmente a las negociaciones que tienen lugar en el escalón más elevado, pues la pluralidad de interlocutores, que a menudo rivalizan entre sí y las presiones que a veces se libran, tornan sumamente difícil, cuando no imposible, la negociación. El resultado es un entramado de organizaciones sindicales no solamente reducidas en su cobertura, sino políticamente débiles. Es ésta debilidad la que, en última instancia, ha limitado la capacidad de los trabajadores y trabajadoras de negociar políticas redistributivas y por tanto, de impedir la progresiva concentración del ingreso. 

¿Y cuál es la realidad de la Democracia Cristiana en este movimiento sindical? 
El proceso electoral que acabamos de finalizar nos permitió acercarnos a esa realidad. El antiguo “padrón electoral” contaba con 600 dirigentes sindicales inscritos como militantes. Después de construir un nuevo 
padrón a partir de los 39.564 dirigentes sindicales registrados en la Dirección del Trabajo en todo el país, logramos establecer que 1.210 son dirigentes sindicales militantes DC. Es decir tuvimos un avance cuantitativo considerable, prácticamente un 100% de crecimiento del padrón electoral. Pero no nos engañemos, representamos solo el 3% de los dirigentes sindicales de todo el país. Más aun, de esos 1.210 dirigentes solo participaron en el proceso electoral del FTDC 163 camaradas, solo un 13%. Ni hablar de los recientes resultados de las elecciones de los Consejeros Nacionales de la DC en la Junta Nacional, donde el FTDC presento cuatro candidatos, reconocidos e importantes líderes y lideresas sindicales a nivel nacional, de gran trayectoria que compitieron con otros representantes de sectores sociales del partido y con los grupos organizados por todos conocidos que se manifiestan a todo nivel en el partido. Pero el esfuerzo del FTDC no fue suficiente, ninguno de sus candidatos fue electo, ubicándonos de la mitad hacia abajo de las preferencias del total de votos emitidos. Un partido de los y las trabajadoras se quedo sin su representación en el Consejo Nacional, los grupos tendenciosos y los otros sectores se olvidaron de ellos. 
Durante la peregrinación que hicimos al cementerio,  en el aniversario del fallecimiento de nuestro camarada Manuel Bustos y el acto de homenaje que el FTDC le rindió en el antiguo Congreso, fuimos testigos del anuncio del Presidente del Partido, camarada Ignacio Walker, de crear una escuela sindical. La mayoría se sorprendió con este anuncio, y la intervención del entonces Presidente del FTDC, camarada José Consales, dio cuenta de ello, lo mismo hizo Miriam Verdugo, viuda de Manuel. Una iniciativa necesaria y positiva, pero que no había contado con la participación institucional del FTDC ni de los dirigentes sindicales democratacristianos.

Principales debilidades 
En un hecho, ampliamente constatado que el FTDC ha venido perdiendo peso como actor dentro de la DC, las elecciones en el Consejo Nacional así lo demuestran. Podría ser también por el hecho de que el propio movimiento sindical ha perdido peso dentro del sistema de relaciones laborales del país, como he dado cuenta mas arriba. Otra de las mayores debilidades del FTDC que he podido constatar durante el 2010, es la ausencia sistemática de formación y capacitación, salvo algunas y contadas excepciones. Es una queja bastante común, la insuficiente formación sindical proporcionada por el partido. La educación sindical no está siendo parte sustantiva de la política del FTDC ni del partido. Sus programas de formación y capacitación en los últimos años han sido coyunturales y no sistemáticos, lo que es grave, precisamente frente a los nuevos cambios que debe enfrentar el sindicalismo. A su vez, estas falencias inciden en las dificultades de incorporación de nuevos cuadros de dirigentes, así como en el reemplazo de los dirigentes, pero sobre todo en una dinámica de renovación de los estilos y prácticas sindicales. 
Entre estas falencias detectadas, se destaca igualmente, la carencia de estrategias sindicales de mediano y largo plazo. Se observan por parte del FTDC respuestas inmediatas ante los estímulos, respuestas reactivas, puntuales, frente a cada impacto, sin la elaboración de estrategias a mediano y largo plazo. A ello se suma, como consecuencia, la falta de alianzas estratégicas entre las diferentes representaciones sindicales de los partidos políticos y otras organizaciones. En esta forma, los dirigentes sindicales DC quedan carentes de políticas internas para enfrentar las crisis. 
La unidad es y será por más tiempo otro de los mayores problemas. A pesar de importantes procesos unitarios, logrados en distintas épocas, donde el papel jugado por la DC fue determinante para obtener esa unidad, en la actualidad las dificultades para consolidar estos procesos de unidad de acción, son bastantes, y los avances siguen siendo muy frágiles y con amenazas internas y externas permanentes. Una realidad constatada bastante importante, es que la unidad ya no es un problema ideológico en el movimiento sindical, sino motivado ahora por otros factores que van desde lo económico, el afán de protagonismo o por factores 
neutralizadores internos y externos, hasta la falta de una visión que sume esfuerzos dentro de la diversidad.

Esto me parece una constatación muy reveladora del estado actual del sindicalismo en general en nuestro país, que excede el ámbito del partido. 
Ya no tienen tanta vigencia como en el pasado las adhesiones ideológicas, partidarias, o referidas a movimientos insurgentes, a la lucha armada, o bien a la acción de las Centrales Sindicales Internacionales, con sus luchas propias del contexto de la guerra fría. Este es un tema que debe considerar el FTDC en su análisis para diseñar su estrategia para los próximos años. No, ya los factores de desunión son más pedestres, más locales. Lo grave es que ello imposibilita avanzar en la unidad del movimiento sindical. 
Esto se expresa en divisionismos internos, en la poca capacidad para mantener afiliaciones de sindicatos, todo ello muy ligado a la falta de políticas de reclutamiento de afiliados, así como a la falta de democracia interna, y a la poca capacidad de respuesta frente a las demandas de los afiliados, incidiendo  -como en un círculo vicioso- en la poca capacidad de mantener la afiliación de agremiados. 
Otra importante debilidad constatada son las deficiencias del FTDC en las relaciones con sus bases. Conversaciones y opiniones con camaradas y miembros de sindicatos de base, hacen referencia a que existe divisionismo interno y que no se aprecia una plena democracia, lo que frena las aspiraciones de muchos de ellos a los cargos directivos. 
Evidentemente, las debilidades consignadas, entre las más destacadas, inciden en esta notoria caída de las tasas de sindicación, en la falta de interés de muchos sectores de trabajadores  por acercarse al FTDC, al sindicato, y en la fragilidad de la organización interna del FTDC y del mismo sindicalismo. Sin embargo, las recientes elecciones que dieron origen a una agitada negociación para obtener una lista de consenso, y el solo hecho de haber organizado esas elecciones son pasos adelante que favorecen una mayor participación y democratización en la generación de las autoridades del FTDC. 

Causas asignadas 
Las causas que inciden en esta debilidad, pude captar principalmente la existencia de una multiplicidad de Centrales Sindicales, en las cuales participan dirigentes sindicales DC. Junto con esta causal se añade el hecho de la alta atomización entre los sindicatos que actúan en forma aislada, dispersa, sin buscar convergencias ni reivindicaciones comunes. A ello se agrega que varias Federaciones actúan de manera independiente, existiendo más de una en los mismos sectores o ramas de la economía.

Frente a ello el FTDC ha sido solo un espectador. 
Como elementos exógenos se anotan varios factores estructurales, como son los cambios en la legislación laboral, los cambios macro-económicos, como el predominio de la globalización de los mercados, los cambios en la producción (procesos de reingeniería, calidad total.) y en la composición de la mano de obra que han influido en esta situación actual. 
Desde el punto de vista interno, aspectos como la estructura de los sindicatos que son mayoritariamente de empresas en contrapunto con los sindicatos industriales y su estructura de dirección un tanto rígida; la atomización del movimiento sindical (aumento de sindicatos y centrales y federaciones, sin mayor crecimiento numérico), sumado a la poca y relativamente rígida capacitación, apuntan a la necesidad urgente de cambios en el orden estructural; servicios a los afiliados; fuentes de financiamiento, crecimiento numérico. Sin duda que estos elementos están influyendo en el quehacer del FTDC.

Condiciones existentes u oportunidades 
En los distintos estudios sobre el movimiento sindical que tuve acceso  -casi nada de autores democratacristianos, lo que revela el interés del partido-, conversaciones con sindicalistas y estudiosos del movimiento sindical chileno, se disciernen un conjunto de condiciones y de oportunidades que se encuentran presentes en el país, y que  –siendo bien aprovechadas- bien podrían ayudar a la superación de varias de estas debilidades. Así por ejemplo, en relación a los problemas de unidad y del divisionismo reinante, se reconoce que las formas de acción y de organización de las distintas Centrales, no son significativamente distintas entre sí, encontrándose importantes contenidos comunes en sus  reivindicaciones, propuestas y demandas. En este sentido, se encuentra que todos los dirigentes coinciden en la necesidad de una sólida unidad sindical y expresan el acuerdo de sus respectivas organizaciones de contribuir en dicho proceso. 
En algunas situaciones, es interesante considerar que una de las oportunidades que se reconoce, y que se aprecia como susceptible de desarrollar una mayor fortaleza en el sindicalismo, por encima de las amenazas que existen en el medio, consiste en el reconocimiento creciente de que con el sistema neoliberal, no hay beneficiarios de sus políticas, salvo un muy reducido grupo de privilegiados, en detrimento de las grandes 
mayorías. Ello va unido a la situación de desconcierto que experimentan todos los estamentos de la sociedad, frente a las medidas globalizadoras neoliberales. Todo ello es visto como factores que crean condiciones para que el movimiento sindical desarrolle una mayor capacidad de “protesta con propuestas”, en vez de una tradicional actitud contestataria. Es interesante esta posición de actitud contestataria, estrechamente unida a la capacidad de propuestas que debe ser considerada por el FTDC en un plan estratégico. Pero hay que estar consciente que no será una tarea fácil, no estará exenta de dificultades, considerando algunas posiciones de destacados camaradas que han optado por una transformación del capitalismo. 
Principales necesidades planteadas. 
Sin embargo, para que estas oportunidades se puedan transformar en una superación de las debilidades consignadas, se muestra un conjunto de necesidades que es necesario resolver y suplir en este empeño. Ello me parece bastante ilustrador y de especial utilidad, pues no basta  -como es evidente- señalar carencias y debilidades, sin aportar caminos reales de solución. Estas necesidades son de muy distinto tipo, envergadura, naturaleza, proyecciones. Intentaré un breve resumen y síntesis de las que han sido planteadas durante mis conversaciones con camaradas sindicalistas y reuniones en el FTDC. 
Una primera de estas necesidades bastante recurrentes, y muy importante de destacar, es la de contar con instancias de información nacional y específica que les  permita tener claridad del acontecer inmediato. 
Esta necesidad se encuentra unida a la de contar con instrumentos tales como encuestas, datos estadísticos, específicos y generales de la actividad sindical, al igual que con información pertinente sobre la actividad empresarial y productiva del país. Ello asume especial relevancia, puesto que por lo general, son escasos los sitios donde recurrir a información, sino que ésta se encuentra dispersa. O bien, a menudo ella la poseen exclusivamente los patronos, algunas fundaciones u ONGs, lo que dificulta constantemente su obtención. Pero, sobre todo, dado que esta carencia inhibe al sindicato el ejercicio de su rol, utilizando instrumentos modernos y vitales, como lo es hoy en día la información, particularmente considerada como fuente de poder, en esta sociedad que muchos califican como sociedad del conocimiento. 
Otra importante necesidad, es la de contar con equipos especializados para las negociaciones colectivas, así como para fundamentar las propuestas al Gobierno y a los empresarios. Ésta es una necesidad amplia y recurrentemente constatada, que como la anterior, está apuntando a un nuevo tipo de sindicalismo, moderno, profesionalizado y tecnificado. 
Como un tercer aspecto consignado, la falta de recursos económicos del FTDC y en general del conjunto de las organizaciones sindicales. Ello no solamente es causa de muchas de las debilidades planteadas, tanto internas como externas, sino que además es muchas veces causa de dependencia y de subordinación frente a los suministradores de estos fondos. Esta necesidad de financiamiento se ve aparejada a la carencia de mecanismos para cobrar las cuotas sindicales. 
Ante esta realidad, se proponen una diversidad de acciones orientadas al fortalecimiento económico del FTDC  y en general de las organizaciones sindicales. Entre ellas, la asesoría técnica para mejorar las finanzas. El apoyo para lograr hermanamientos entre organismos sindicales de países desarrollados y las organizaciones sindicales. La capacitación sobre formulación y negociación de proyectos de cooperación. El financiamiento parcial o temporal de  personal de las organizaciones sindicales, con objetivos definidos o dirigido a iniciar acciones que tengan auto sostenimiento (por ejemplo contratar a una persona para desarrollar un programa de servicios del FTDC que luego se autofinanciará y generará excedentes). La capacitación sobre mecanismos y procesos de recaudación de aportes y captación de nuevos recursos y asistencia técnica para la incorporación de sistemas informatizados para el manejo de los mismos. 
El mejoramiento de la infraestructura del FTDC. La provisión de equipamiento, la intermediación para obtener donativos de equipos de instituciones internacionales. 
Una necesidad destacada, es la de la ampliación y fortalecimiento de los recursos humanos del FTDC. 
Otra dimensión de las necesidades que es necesario solventar en el FTDC, es la renovación del instrumental teórico, con el que deben contar los sindicatos. Ello, a fin de mejorar los aspectos prácticos mediante los que toma vida el movimiento sindical. Me parece de especial interés insistir en esta necesidad de  renovación teórica, enfocada precisamente como orientada a mejorar la práctica, los aspectos prácticos, y no reducida a niveles especulativos y formales. Precisamente, la teoría no tiene otra mejor finalidad que mejorar la praxis, el saber hacer, para renovar y reforzar la acción sindical.

Fortalezas y logros 
Interpreto que muchas de estas fortalezas y logros que se destacan, constituyen  -de alguna manera- una proyección, pervivencia y adecuación de aquellos valores propios de la idiosincrasia sindical democratacristiana, como haciendo parte de la memoria histórica del sindicalismo nacional. 
En primer término, es un hecho constatado que el movimiento sindical, no obstante sus debilidades carencias, ha logrado mantenerse como el principal actor organizado en el ámbito de las relaciones laborales. Como expresión de ello, ha logrado, la promulgación de una legislación sobre libertades sindicales, a pesar que aún queda bastante por hacer al respecto y donde han jugado un papel destacado nuestros camaradas dirigentes sindicales. 
Ha sabido plantear, igualmente, en defensa de los derechos y libertades de los trabajadores y trabajadoras, y de las organizaciones sindicales, las denuncias correspondientes ante los organismos internacionales del trabajo, durante la dictadura fue un hecho evidente. Aunque debe constatarse que frente a los actuales despidos y discriminación de los trabajadores y trabajadoras de la administración pública no tuvo la capacidad para utilizar esos instrumentos y mecanismos de control para la aplicación de los convenios internacionales del trabajo ratificados por el país. 
Ha realizado diversos intentos por renovar los principios de la acción sindical y su ámbito de influencia en el contexto de la sociedad civil. Esto último, me parece de especial relevancia, toda vez que se asume como rol del sindicalismo su acción e influencia en el amplio contexto de la sociedad civil y de sus instituciones, lo que revela niveles de conciencia éticopolítica, y no solamente restringidos a los ámbitos de la reivindicación económica y salarial. A ello se une su capacidad propositiva, aunque deben constatarse las debilidades y la falta de fuerzas para implementarlas. 

Ello se encuentra unido a su capacidad de abrir espacios de concertación en la realidad nacional, y en especial con el empresariado nacional. Aunque sigue adoleciendo de poca fuerza para que sus propuestas sean incorporadas en las agendas de negociación o bien que logren transformarse en logros concretos en beneficio de la población trabajadora. 
Quisiera agregar también, aquellos otros aspectos de fuerza que ha mostrado el sindicalismo nacional, y nuestros camaradas sindicalistas, y que quizá por demasiado conocidos, se omiten o no se destacan. Me refiero a aquellos contenidos como son la fortaleza de los dirigentes y bases para enfrentar los nuevos impactos que han traído aparejados los cambios políticos, económicos, sociales y culturales de las últimas décadas. Fuerza y dureza frente a la represión -que muchas veces se mantiene- quizá en forma menos cruenta y más sofisticada, pero que igualmente violenta sus derechos y libertades, como la represión del desempleo, de los  bajos salarios, de las dificultades de lograr hacer prevalecer las demandas y reivindicaciones de las bases, que tensan la acción del dirigente.
Me refiero, igualmente, a la constancia y perseverancia de la lucha por mejorar las leyes y los ordenamientos que norman la vida organizacional, la resolución del conflicto, la retribución del trabajo. Lucha, muchas veces difícil, sin logros inmediatos, poco reconocida y valorada, pero que se lleva adelante con perseverancia y constancia. Esta preocupación por la justicia social, por los derechos y libertades, por los intereses concretos de los afiliados, por sus mejores niveles salariales y de condiciones  de trabajo, constituye una vocación, un aporte y una entrega generosa, sostenida en sí misma, no por gratificaciones o retribuciones, sino sólo por 
esta decisión de ponerse al servicio de los demás. Los esfuerzos unitarios, son otra fortaleza, que si bien exige mayores grados de decisión y perseverancia, muestran una disposición al encuentro. 

Principales amenazas 
Las fortalezas reseñadas, así como las oportunidades reconocidas, sufren sin embargo, la acción y el impacto de diverso tipo de aspectos sociales, económicos y políticos, de situaciones y arreglos normativos, en fin, de diversos factores que constituyen especiales peligros para el desarrollo de las organizaciones sindicales. Ellas representan aspectos negativos que deben ser superados, con la finalidad de disminuirlos, aminorarlos, o bien 
de enfrentar los riesgos o peligros que ellos implican, en este aspecto el FTDC tiene un importante rol que desempeñar y mucho con que contribuir. 
Otra amenaza, ya considerada, es el marco limitante de la legislación laboral vigente. Se trata de un Código que delimita los tipos, formas, funciones y fines del sindicato; restringiéndolos exclusivamente al ámbito reivindicativo; defendiendo en exceso las atribuciones y prerrogativas de la empresa; interviniendo en todos los procedimientos, los que a su vez se rodean de requisitos formales y burocráticos que tienden  -en la mayoría de los casos- a poner trabas y obstáculos a su constitución, y a facilitar su disolución. 
Otra de las amenazas y limitantes de la acción y  organización sindical, bastante difundida, son los ambientes hostiles al sindicato, las prácticas antisindicales, y el problema cultural y educacional del anti sindicalismo. 
Ello, evidentemente, distorsiona todo su aporte histórico, maximiza y unilateraliza sus defectos, fallas y debilidades, quedándose  -en la gran mayoría de los casos- con imágenes negativas, fruto de las polarizaciones políticas y sociales del pasado. 
Junto a las anteriores amenazas, puedo destacar un conjunto bastante amplio de factores, que combinan aspectos de diversa índole. Entre los aspectos sociales, destaco como amenaza, la aparición de nuevos actores sociales que compiten con el sindicalismo, que han venido a restarle espacio al movimiento sindical, y que hace que la masa trabajadora esté encontrando en algunos de estos actores, eventuales respuestas a sus aspiraciones. 
En el ámbito de la organización productiva, se hace hincapié en la incorporación de nuevas tecnologías ahorradoras de mano de obra. Al respecto, se aprecia, que estos cambios tecnológicos y de los modelos económicos, han venido a modificar las relaciones sociales, trayendo consigo innovaciones en las relaciones obrero-patronales, mayor injerencia patronal en los asuntos sindicales. 
A estas amenazas, ampliamente constatadas, se pueden agregar  los impactos negativos, o las nuevas condiciones que traen consigo los tratados internacionales de libre comercio, (TLC), en la medida en que no incorporan, desde la discusión de los mismos, la participación sindical, con el objeto de incluir las debidas cláusulas sociales, y los instrumentos y procedimientos para su seguimiento y su cautela. Ello puede estar ligado, al peso de la influencia de organizaciones sindicales de otros países más desarrollados, que tiendan a subordinar estas cláusulas sociales a sus propios intereses nacionales. 
Junto a ello, es posible discernir eventuales amenazas en los nuevos estilos de gestión empresarial, que comienzan a ser asumidos en las empresas modernas y competitivas, cuando estos nuevos estilos son mal comprendidos e implementados. Me refiero a la amenaza de utilizar las nuevas formas participativas, los nuevos mecanismos e instancias de participación de los trabajadores, con el propósito expreso de suplir y reemplazar la acción del sindicato, mostrándolo como supervivencia del pasado, como institución obsoleta, no sólo por sus crisis, sino por no responder a las necesidades de la nueva economía y de la globalización. 
Muy unido a lo anterior, y como expresión de estos nuevos tiempos y de los cambios reseñados en el mundo, destaco la amenaza de la nueva cultura del individualismo. Me refiero, a todo este mundo del imperio de los medios de comunicación de masa que refuerza una cultura del consumismo, de los símbolos de estatus, del predominio del tener por sobre el ser, basado en los intereses individuales, del logro personal.

Desafíos 
Todas estas debilidades, oportunidades, necesidades, fortalezas y amenazas, plantean al FTDC y por tanto al sindicalismo en general, diversos y relevantes desafíos. En la medida en que no sean asumidos y enfrentados, centrándose en la cotidianeidad, y en las tareas habituales, se corre el riego de reforzar sus aspectos negativos y debilitar los positivos, en un continuo círculo vicioso. En cambio, un correcto discernimiento de estos desafíos y una adecuada respuesta a los mismos, permitiría efectivamente cambiar las oportunidades en auténticas fortalezas, potenciar estas últimas y hacer posible que ellas puedan orientarse para satisfacer las necesidades detectadas y superar las amenazas, convirtiéndolas en nuevas oportunidades de crecimiento y desarrollo, transformando el círculo vicioso, en un círculo sinérgico y virtuoso.

Fortalecer la unidad sindical 
Frente a los problemas del divisionismo y la profusión de Centrales, se propone para favorecer la unidad, identificar los obstáculos y aprovechar las potencialidades de cada una de las Centrales para fortalecer de ese modo al movimiento sindical en su conjunto. Esta promoción de la unidad de acción y programática, se la concibe como producto de una discusión profunda, pero con tolerancia y respeto, de cada tema y coyuntura que afecte los intereses de los trabajadores y trabajadoras. Ello exige, la identificación de estrategias que conduzcan a lograr una mayor unidad del movimiento sindical, entendido éste como un proceso gradual que comenzando con el desarrollo de acciones conjuntas conduzca en un futuro a relaciones y estructuras de unidad sindical más consolidadas. Esta unidad de acción, exige con la mayor urgencia, reiterar el compromiso de trabajar unidos para la determinación de algunos objetivos comunes de acción y para la solución de problemas que se observan en el funcionamiento de las organizaciones de trabajadores en sus distintos niveles. Si no, lo que seguirá operando es la competencia entre organizaciones, la dispersión, atomización y anulación de los esfuerzos que desarrollan los dirigentes y los diferentes cuadros sindicales.

A modo de conclusión 
Es necesario tomar conciencia, como primer paso urgente, de la necesaria elaboración de un programa estratégico de acción que surja de los distintos aportes individuales, de ustedes, los que tienen la responsabilidad en los próximos dos años de dirigir los destinos de los trabajadores y trabajadoras de la Democracia Cristiana. Hacer un trabajo de sistematización e interpretación,  -y les aseguro que serán muchos y muy variados- agruparlos unos con otros, contrastarlos, agregarlos y ordenarlos, éstos adquieren una relevancia, riqueza y plenitud, que realmente los sorprenderá, que sobrepasara los interesantísimos y originales aportes individuales. Sus aportes hoy están dispersos, aislados. Por valiosos que fueran en su  individualidad, les falta esa sinergia, ese refuerzo conjunto, que surge de su combinación y puesta en común. Esto, para mí, y creo que para todos,  es el primer y más importante 
paso: UN PROGRAMA ESTRATEGICO DE ACCION. 
Es decir, y entiéndase bien y lo digo con absoluta honradez, se trata que sus aportes se combinen, que sus aportes se refuercen. Una opinión destaca un aspecto, o varios, y luego otra toca aspectos complementarios, y otra cuestiona algunas de sus dimensiones, y otra descubre otras dimensiones que estaban ausentes, y otra amplía el ángulo y el punto de vista desde el cual se han observado hasta ese momento. De tal manera, que al tener la visión de conjunto, el problema en cuestión, o el diagnóstico efectuado, o la propuesta diseñada, o la identificación de la debilidad realizada, o la fortaleza, necesidad o carencia, puesta de relieve, asume una densidad, una macicez, y una contundencia, que sobrepasa todos los aportes individuales. 
Ese el desafío de los desafíos. Que en Chile, el FTDC, contribuya a trascender las individualidades, los problemas graves e ingentes que desbordan a las direcciones sindicales, sus carencias y debilidades, sus divisiones y roces, sus malas experiencias y sus decepciones. El incentivo para ello, es la conciencia lúcida que unidos serán mucho más que la suma de sus dirigentes, que la suma de sus recursos,  que la suma de sus potencialidades, que la suma de sus aportes. No es sólo la suma. 
Es muchísimo más que eso, es la sobreabundancia de la sinergia, entendiendo sinergia como “energía conjunta”, como “concurso activo y concertado”, como mancomunión de aportes y de esfuerzos, cuyo resultado, evidentemente, como fenómeno propio de nuestra humanidad, es un incremento más que proporcional de la suma de esos esfuerzos. Y nadie mejor que un sindicato para entender esto, pues en él se sabe por experiencia, que muchas veces su acción es más grande y poderosa que la suma de las acciones individuales. 
Yo me imagino, un FTDC poderoso, que concentre las labores de capacitación, de difusión, de diagnósticos, de recepción de sugerencias y demandas. Una gran instancia que  elabore propuestas, que interactúe, a través de los dirigentes sindicales demócratas cristianos, con las autoridades nacionales, que enfrente los problemas nacionales  -por lo demás tan estrechamente unidos y dependientes, como unida y dependiente ha sido nuestra historia y han sido nuestras luchas-. Una instancia que multiplique y potencie los aportes de cada una de sus organizaciones integrantes, de sus militantes y pueda apoyar a sus dirigentes sindicales en la 
interlocución válida con las distintas autoridades y de los restantes actores sociales y de sus organizaciones. Es un camino largo de recorrer, nadie lo niega, tendrá avances y retrocesos, como los ha tenido la historia sindical de nuestro país, pero por eso mismo, hay que comenzarlo hoy día, cuando se han acumulado más y mejores experiencias, y no dejarlo para mañana. Es una utopía, una meta. Pero también es un norte, un camino, un horizonte, que este trabajo, -por muchos que sean sus errores y limitaciones- se lo comience a mostrar como posible. Ustedes tienen la palabra, no solo la palabra, sino que la oportunidad para promover los cambios necesarios. 
Reciban mis afectuosos y fraternales saludos