martes, enero 18, 2011

"TAPAR EL SOL CON UN DEDO" Patricio Benítez T.

La consternación que vivió el país, como corolario a un año de mierda, el incendio que costó la vida a 81 seres humanos hacinados en la cárcel de San Miguel, que entre otras cosas, sirvió para verter en el papel, litros de tinta roja, de la prensa "más seria" hasta la prensa "más amarilla", donde todos, sin distingo alguno, se solazaron mostrando lo peor de nuestra sociedad, incluidos ellos por cierto; donde hicieron gala de lo más despreciable de la prensa y donde nuestra televisión, clasista al fin y al cabo, mostraba, cada vez que podía imágenes de familiares y cortejos fúnebres de las personas calcinadas en el incendio, imágenes que para que estamos con cosas, tenían como único fin o como mensaje deseado, mostrar al país, que con esos parientes, a lo mejor, no era una tragedia lo sucedido, sino que más bien una bendición. No en vano en muchos blogs de Diarios, Revistas y Redes Sociales, se fue masificando el alivio que provocaba la muerte brutal de estos "delincuentes".

Por cierto, también, no faltó quien de manera artera trato de sacar provecho político de la tragedia. Tampoco falto, el psicólogo, el psiquiatra y expertos carcelarios, que como era de esperar señalaban que "habían advertido" acerca del hacinamiento de las cárceles chilenas, llegando a afirmar que lo sucedido no era sino consecuencia de que nadie escuchaba sus vaticinios.

El Poder Judicial, injustamente vilipendiado en este tema, hace años que viene advirtiendo del mismo, por medio de su encargada la señora Mónica Maldonado, Fiscal de la Corte Suprema, la que a mi juicio le ha dado al tema la connotación correcta, el problema humano que conlleva el hacinamiento carcelario y la falta de condiciones objetivas que permitan una verdadera reinserción social de la personas privadas de libertad. Esta situación, crea condiciones perfectas para la reinserción de las personas privadas de libertad, con una mejora sustancial en el manejo de los códigos delictuales, las que en definitiva se convierten en más y mejores delincuentes. Es ese el verdadero pecado social que cometemos como país y sociedad, en vez de mejorar el sistema para evitar la reincidencia, lo mejoramos para tener más avezados delincuentes.
El Ministro de Justicia, hombre que al parecer se las trae, también hizo su diagnostico y lo más sorprendente de todo, pudimos comprobar que el tema carcelario, era para él, una preocupación temprana de su gestión. Uno podrá o no compartir, las ideas políticas del Ministro, pero que el hombre sabe de lo que habla, sabe. De las cosas que ha dicho, sin lugar a dudas la más acertada es que no hay que engañarse en términos de que el problema no es de pronta solución y que, por el momento se buscarán algunas mediadas paliativas, con consulta a expertos nacionales e internacionales.

También sirvió para que apareciera el inefable Ministerio Público, el que ansioso de portadas, tintas e imágenes, se desplegó en el lugar de los hechos con la habitual parafernalia, deslizando a la prensa hacia donde discurren sus pasos y cuáles son sus líneas investigativas y a quienes cargaran con las culpas. Al final, terminarán pagando, para variar, los más débiles del sistema. Con eso, nosotros como Sociedad, estaremos más que satisfechos, habremos encontrado en quien descargar nuestras culpas y sin embargo el problema seguirá igualmente latente, hasta que una nueva tragedia de similares características, remueva nuestras conciencias, aunque sea por un momento. 
Ha transcurrido casi un mes desde que todos nos conmoviéramos que lo sucedido en la cárcel de San Miguel, sin embargo, tal cual lo dicen los propios periodistas, ha pasado lo que inexorablemente tenía que pasar, la noticia se ha perdido completamente y, por cierto, ya no es titular principal, ni siquiera secundaria. Es decir, ha resultado cierto aquello de que "el papel de diario de hoy, sirve para envolver las cabezas de pescado de mañana".
No obstante lo anterior, las autoridades políticas del país, comandadas para estos efectos por  el señor Ministro de Justicia, buscan soluciones al tema, asesorados básicamente por expertos internacionales y algunos nacionales. Las soluciones que van encontrando, que obviamente son de parche y en nada contribuyen a la solución real del problema, simplemente lo que hacen es apagar el fuego con bencina.
En efecto, en la mayoría de las cárceles concesionadas, aun las personas privadas de libertad, tienen habitaciones individuales, lo que permite privacidad, la cual esta persona no tiene por que perder; evita el hacinamiento y, por cierto, evita el abuso y las malas prácticas que muchas veces, los delincuentes avezados cometen en contra  de los primerizos, porque si una cosa es cierta, es que el hacinamiento hace imposible la segregación de la población penal y en consecuencia, el que una persona detenida por no pago de una multa conviva con un homicida múltiple es de habitual ocurrencia. Pues bien, al menos en la cárcel de Rancagua, se ha dispuesto, según informan personas conocedoras del tema, que la población penal de dicho recinto aumente al doble, mediante el simple expediente de poner camarotes, reemplazando las camas, en las celdas.

El efecto de la medida, es el primer paso para transformar estos recintos símiles modernos de los antiguos recintos penitenciarios, con todos los vicios y males que ello trae aparejado. Me contestarán que esta es una medida transitoria, eso, bien lo sabemos los chilenos, no existe, simplemente una solución transitoria se transformará en permanente y el problema carcelario, será entonces nuestro problema permanente. Por suerte, no siguieron los consejos de unos expertos internacionales que postulaban que como estas cárceles estaban dotadas de un gran perímetro de seguridad amurallado, en su gimnasio y en el patio de la cárcel se podrían instalar grandes campamentos con carpas adecuadas al efecto, pero carpas al fin.

Ahora bien, el negocio para el dueño de la concesión de la cárcel es muy bueno, por no decir, extraordinario, abruptamente ve aumentar sus utilidades esperadas al doble, sin mover un dedo y invirtiendo lo mínimo necesario para atender el doble de su presupuesto inicial, si es que necesita invertir para ello. Pero debemos ser justos, el problema no lo genera él, sino que su mandante, el Estado. Hay que recordar, también, que de la seguridad del recinto, él no responde, responde el Estado y punto.

Seguimos tapando el sol con un dedo, se puede, pero al final siempre resulta imposible sostenerlo. Pasado el horror vivido, viene vivir del error y sus nefastas consecuencias.