domingo, enero 23, 2011

Homenaje a E. Frei M.Estimadas amigas y amigos, camaradas todos:

TITULO PARA MOSTRAR

Hoy Eduardo Frei Montalva ha ganado una nueva batalla. Ha logrado lo que pocos han conseguido en su historia. De norte a sur; en pueblos, barrios y ciudades; desde la más encumbrada autoridad pública al más modesto ciudadano; en plazas, iglesias y en salones de honor, en todas partes la patria recuerda a uno de sus mejores hijos.


Solo los grandes logran unir a Chile. Solo los grandes lograr superar nuestras diferencias políticas, ideológicas y humanas. Por eso hoy, todos, sin excepción, cercanos y lejanos, amigos y adversarios, pero chilenos a fin de cuenta, todos nos unimos en torno al homenaje al mejor de los nuestros; al mejor de los demócratas cristianos, al más universal de los políticos cristianos que ha nacido entre nosotros.

Siento una emoción inmensa de participar en este acto como presidente del Partido Democrata Cristiano, en el centenario del nacimiento de nuestro querido fundador, mentor y presidente.

Año a año, vemos como la figura de Eduardo Frei Montalva se agranda, nos llama a mirar más lejos, nos llama a escuchar el alma de la nación, nos llama a ser mejores. Por eso nosotros, los que tanto lo que queremos y admiramos, no podemos intentar guardar a Frei solo para nosotros. Eduardo Frei Montalva le pertenece a Chile y es Chile quien lo acoge, lo reconoce y lo pone en el lugar de honor que se merece.

Frei no es una figura del pasado. Es un líder de siempre. El que un día convocó a la marcha de la patria joven, será el estadista que pondremos como emblema ahora y hacia adelante, cuando convocamos a los jóvenes de nuevo a marchar para hacer grande y digna a la patria. Este año, su partido, pondrá a Frei como emblema y estandarte en todas sus actividades, en sus escuelas de formación, en los diálogos ciudadanos, en sus publicaciones y declaraciones oficiales. Si vamos a ser mejores, será bajo la figura señera y querida de Frei. Este es el compromiso que asumimos públicamente hoy.

Tal como el año pasado celebramos el bicentenario de la patria, este año 2011 será el del centenario del Presidente Eduardo Frei Montalva.

Pero, no somos solo nosotros los que le rendimos este homenaje. Es la República misma la que le rinde hoy homenaje a un estadista que marcó, como pocos nuestro siglo XX y que hizo del servicio a la Republica el sentido de su vida.

Eduardo Frei Montalva fue un hombre que creyó y que creó.
Creyó en los valores inherentes de la persona humana, en su dignidad como el centro y el sentido de un proyecto histórico, en su capacidad transformadora y creyó en su trascendencia.

Creyó en el poder de las ideas y las buscó desde muy joven para interpretar su tiempo e imaginar el futuro.

Creyó en la sociedad como una comunidad sustentada en el bien común, en la libertad, en la justicia, en la solidaridad.

Creyó en la virtud cívica y en la vocación pública y, creyó en una política humanista, basada en principios y vivida con coherencia. Frei no esperaba a ver la última encuesta para saber qué opinar o qué hacer. Hablaba siempre con la verdad y por convicción, sin oportunismos ni mezquindades. Por eso hoy estamos a la sombra de su estatua. Por eso otros han sido y serán olvidados. El juicio de la historia es la mejor encuesta: Frei aprobó el juicio de la historia y otros han pasado al olvido, a pesar de haber detentado la totalidad del poder y de la fuerza.

Junto con su fe inquebrantable en los valores que profesó siempre , creó una obra maciza, un movimiento, un partido y un gobierno que transformaron Chile definitivamente en torno a una Revolución en Libertad cuyos frutos percibimos hoy con mayor claridad. Los nietos y nietas de los asignatarios de la reforma agraria impulsada por el Presidente Frei están ingresando hoy a la universidad y a la educación superior. En sus rostros está presente hoy la figura señera y el legado imperecedero de Eduardo Frei Montalva.

La vocación política de Frei nace en un período en que se levantaba el gran dilema y la gran tragedia del siglo XX: el enfrentamiento entre el valor de la libertad y el valor de la igualdad, como valores irreconciliables. Contra la democracia se levantaba la sombra de los grandes totalitarismos.

Fue en esos años cuando emprendió, junto a un grupo de jóvenes, su propia travesía, la travesía del social cristianismo, aquella idea y aquel movimiento que busca un diálogo entre fe y modernidad, entre individuo y comunidad, entre libertades civiles y justicia social, entre desarrollo económico y combate a la pobreza. Es la corriente de aquello que entonces se llamó "democracia cristiana" y que fue el nombre del partido que fundó y del cual nos enorgullecemos en pertenecer y recrear en cada momento y a cada instante, tras los desafíos que nos impone el relevo de la historia, de generación en generación.

El Presidente Frei, como todo estadista que se precie de tal, tenía una interpretación cabal de la historia de Chile. Admiró profundamente la construcción política e institucional de la república en el siglo XIX, cuya crisis se había iniciado ya con la Revolución del 91. El parlamentarismo había encerrado a la clase política en disputas de poder y pequeñas rencillas de salón sin comprender los dramas sociales de una sociedad pobre, sin protección alguna para los más débiles. La democracia liberal debía transformarse en una democracia social, así como el dinero fácil del salitre debía dar paso a una industrialización impulsada por el Estado, en la perspectiva de un verdadero desarrollo económico y social; en definitiva, de un desarrollo humano que colocara al ser humano en el centro de las cosas.

Su travesía política fue dura antes de lograr sus grandes victorias electorales. Su proyecto político ya estaba maduro cuando cruzó esta misma Plaza de la Constitución portando la banda presidencial.

Su gobierno puede ser controvertido, pero sin duda fue el gobierno que con mayor valentía y apoyo popular enfrentó los nudos gordianos de la sociedad chilena: la exclusión de los campesinos y los pobres urbanos; la anquilosada estructura agraria, la modernización económica y la profundización democrática.

Estoy cierto que Eduardo Frei Montalva habría sido un actor protagónico de la Concertación en la medida que la izquierda había abandonado la tesis de la dictadura del proletariado y había adherido a la democracia, no como un medio, sino como un valor en sí mismo. Y porque era ecuánime, también habría celebrado el cambio de una derecha dictatorial a una derecha democrática.

La última década de su vida sintió e interpretó el dolor de Chile. Como en su juventud, la igualdad y la libertad se habían vuelto a enfrentar para desembocar en una dictadura que atentó contra la vida y los derechos de las personas. Ahora lo sabemos; los que mataron a tantos, también mataron a Frei. Yo les digo, aquí y ahora, que no descansaremos hasta que se sepa toda la verdad y se haga toda la justicia. Se lo debemos a Frei y se lo debemos a Chile.

Amigas y amigos:
El más grande homenaje que hoy le podemos a hacer a Eduardo Frei es que la democracia que el soñó y que contribuyó a forjar, renació con la fuerza que nace de haber aprendido las lecciones de la historia, encontrando un terreno fértil en los veinte fecundos años de los gobiernos de la Concertación.

El más grande homenaje es que se lo rinda la democracia chilena, la de todos los habitantes de nuestra tierra.

Frei fue un cristiano, fue un demócrata y fue un demócrata cristiano. Como Presidente de su partido, de aquel que lo recuerda como guardián e inspirador de su misión, podemos decirle con tanto orgullo que su partido ha trabajado con toda la fuerza de que es capaz en la construcción de esta nueva democracia, entroncada en las mejores tradiciones republicanas, construidas en torno a la trilogía de la patria, la libertad y la ley.

Frei fue un enamorado de su patria.

La miró, la recorrió, conoció su historia y contempló su belleza, admiró su poesía y se conmovió con su cultura.

Conoció a su gente y vibró con ella.

Creyó en su destino y salió a buscarlo; creyó en su futuro y salió a crearlo.

En esta luminosa mañana de enero, como en aquella noche memorable en que recibió a la patria joven, nos vuelve a preguntar "quienes son los que vienen" y podemos responderle con verdad:

¡Es la patria, ES TU PATRIA, gracias a Dios!