lunes, diciembre 13, 2010

LA INCULTURA COMO OBSTÁCULO PARA EL DESARROLLO.Andres Rojo

Andres Rojo Torrealba Nadie cuestiona que el afán mayormente compartido por los chilenos en estos últimos años ha estado en el crecimiento del país, acompañado de la creencia de que ese desarrollo permitirá mejores condiciones de vida para cada una de las personas que integran la sociedad.
 Como parte de este propósito, se asume que cada cual debe aportar a forma parte de cada engranaje de una gran maquinaria, sin hacer más distinciones respecto a la contribución que cada uno pueda hacer al engrandecimiento del país ni cuestionando que este engrandecimiento se mida de manera exclusiva con las estadísticas económicas, y solo cuando ocurre algún hecho imprevisto que desvía la atención de esta senda impuesta y aceptada de modo casi inconsciente es posible darse cuenta que la ruta trazada puede no ser la única ni la mejor.


            Algo de ello ocurrió con el terremoto, luego con los 33 mineros atrapados en una mina y en estos días con las personas presas que murieron calcinadas en la Cárcel de San Miguel.  Con cada una de estas desgracias es inevitable pensar que las condiciones de vida no son igualmente justas para todas las personas e incluso se llega a considerar la posibilidad de que no sea la riqueza -o el consumo directamente- los que proporcional la felicidad.

            Si cada uno de estos hechos permitiera a los chilenos replantearse sus objetivos en la vida se podría decir que estamos avanzando en el proceso de maduración como sociedad.   Pero ya estamos viendo que no se mejoran los sistemas de respuesta frente a los cataclismos de la naturaleza ni se presta una asistencia debida a las víctimas o que persisten en las mismas condiciones numerosos trabajos u oficios cuya rentabilidad se basa parcialmente en la vulneración de los derechos de las personas.   Es cosa de días para ver que el hacinamiento de las cárceles seguirá siendo el mismo.   O, lo que es lo mismo, que los chilenos somos el perfecto ejemplo del refrán que señala que el hombre es el único animal que tropieza dos veces con la misma piedra.

            El problema de fondo de esta incapacidad de aprender de los golpes es que ello constituye una de las principales limitaciones para desarrollar en plenitud nuestra capacidad de progreso.   Mientras sigamos soñando con incorporarnos al mundo desarrollado con una mentalidad de nación tercermundista será poco lo que podamos avanzar en realidad.   Los indicadores económicos podrán decir que somos más grandes como país, pero la calidad de vida, la igualdad, el acceso a los bienes básicos, la desprotección frente a la naturaleza y frente a nosotros mismos seguirá retratándonos como un país intrínsecamente subdesarrollado.   Tan retrasado que seguimos tirando papeles a la calle, continuamos abandonando a nuestros ancianos y niños y preferimos ponerle el pie encima al prójimo que construir una comunidad de personas dignas y conscientes de sus derechos y obligaciones.  Y seguiremos contentándonos con que estamos mejor que algunas naciones vecinas en lugar de pensar que tenemos la capacidad para estar más satisfechos de nuestras vidas