martes, diciembre 28, 2010

En búsqueda de la Política…Enzo Pistacchio

Al revisar la bùsqueda que iniciè ya hace casi cuarenta años, me doy cuenta que esta peregrinación me ha llevado de nuevo al comienzo.
Ante la actual situación siento la misma insatisfacción que experimentè en mi juventud cuando adherì a los principios del Humanismo Cristiano. Creo y estoy convencido, como antes, que debemos cambiarla, aunque, como antes,no tenga muy claro como hacerlo.
¿ Es esta conclusión desengañada en la termina mi experiencia y la de mi generaciòn? No. La figura geomètrica que la simboliza es la espiral: una lìnea que continuamente regresa al punto de partida y que continuamente se aleja de èl mas y mas.
Nunca volvemos al pasado y por eso todo regreso siempre es un nuevo comienzo.Las preguntas que me hice son las mismas que ahora me hago…y son distintas, pues no solo las formulo en un tiempo diferente, sino que ante ellas se abre un espacio desconocido.


¿ La derrota de comunismo ha significado la victoria del Capitalismo?
Sì, a condiciòn de agregar que no ha sido la victoria de la justicia ni de la solidaridad. Es innegable que el capitalismo de la segunda mitad del siglo XX es muy distinto del que conocieron Marx y Engels. ¿ superioridad del règimen de libre empresa? Yo dirìa mas bien, superioridad de la Democracia. Sin las libertades que otorga el règimen democràtrico, la libre empresa no habrìa podido desarrollarse ni, frente a ella, el sindicalismo obrero y campesino y el derecho a huelga. Sin la libertad y el desarrollo sindical, la suerte de los trabajadores y los campesinos habrìa sido muy distinta. Sentada esta premisa y reconociendo el mejoramiento de las condiciones de vida de la mayorìa, es lìcito preguntarse: ¿ ha sido sufiente? La respuesta no puede ser categòrica y debemos matizar.

El mercado es un mecanismo que crea simultaneamente zonas de abundancia y de pobreza. Con la misma indiferencia reparte bienes de consumo y la miseria. Las brechas entre los ricos y los pobres crecen en vez de disminuir y se produce una concentración de la riqueza cada dìa mas intolerable.Mas de media humanidad, 3 mil millones de seres humanos, vive al margen del mundo desarrollado, entre la pobreza y la miseria.

A la injusticia y la desigualdad hay que agregar hoy la inestabilidad. Las sociedades capitalistas sufren crisis periòdicas, desastres financieros, quiebras industriales, altos y bajos en los productos y sus precios, desempleo crònico entre los trabajadores etc.

La angustia, la incertidumbre, el no saber que serà de nosotros y nuestras familias mañana, se ha convertido en nuestra segunda naturaleza. El mercado es el promotor de los cambios y las innovaciones tecnològicas y tambien el rey del despilfarro. Fabrica miles de objetos de poca duraciòn y baja calidad, lo que nos condena a desechar lo que compramos ayer y a traves de la publicidad, nos intoxica con la droga de la novedad.

El mercado, poseìdo por el afan del lucro y la codicia, que lo hace girar y girar sin fin, se alimenta de nosotros, seamos propietarios o trabajadores hasta que ya viejos, nos lanza, como un desecho mas, al hospital o al asilo. El mercado no se detiene nunca y cubre la tierra de gigantescas piràmides de basura y desperdicios; envenena las rìos y los lagos, vuelve desiertos las selvas, saquea la cima de los montes y las entrañas del planeta; corrompe el aire, la tierra y el agua. Amenaza la vida de los hombres, los animales y las plantas…pero el mercado no es una ley divina ni natural: es un mecanismo inventado por los hombres y como todo mecanismo es ciego, sordo y mudo,no sabe donde va.

No propongo la supresión del mercado. Es necesario, es el corazón de la actividad econòmica y es uno de los motores de la historia. Pienso que , si es un instrumento, podrìamos convertirlo en un servidor de la justicia y la igualdad. La idea de la libertad absoluta del mercado es un mito. Nuetro deber es encontrar mètodos que humanicen al mercado de lo contrario nos devorarà y devorarà al planeta.
Pero el mercado no agota la nòmina de los males que nos afligen. Nos sentimos orgullosos, con razòn, de nuestras libertades, entre ellas una de las mas preciadas: la libertad de opinión. Pero, ¿ para què sirven hoy nuestros medios de comunicación si no es para predicar y propagar la opinión oficial y un chato conformismo? Estamos encerrados en esta càrcel de espejos que son la prensa, la radio y sobre todo la televisión que repiten desde el amanecer hasta la media noche las mismas imàgenes y las mismas fòrmulas. La civilización de libertad nos ha convertido en borregos. Pero en borregos que tambien son lobos en el estado de naturaleza del Leviatan de Hobbes. La vieja polìtica no conociò nada parecido a la influencia de la prensa, la radio y sobre todo la televisión. El debate pùblico se ha convertido en una ceremonia y en un espectàculo.
En USA las convenciones de los partidos son ferias coloridas que se mueven entre una funciòn de circo y un partido de futbol. Las campañas electorales se han transformado en espectáculos y uno podrìa preguntarse si la polìtica no es ya una rama de la industria del entretenimiento.
En todo caso la capacidad de cada ciudadano de elegir libre y racionalmente ha sido gravemente dañada precisamente por los medios que dicen encarnar la libertad de opinòn. La pregunta es ¿ còmo conservar la libertad de expresión e impedir que se convierta en un instrumento de domesticaciòn intelectual, moral y polìtica como ocurre hoy?

La masificaciòn y la tranformaciòn del debate pùblico en espectàculo son rasgos que degradan a las democracias modernas. Denunciar esos males es defender a la verdadera democracia. Pero hay otra cuetiòn no menos inquietante.Lo mismo para los pensadores antiguos que lo modernos, la salud polìtica de las sociedades depende en gran parte de la”virtud” de los ciudadanos. Se ha discutido siempre el sentido de esta palabra, pero cualquiera sea la acepción que se le quiera dar, el vocablo denota siempre DOMINIO SOBRE NOSOTROS MISMOS. Cuando la virtud flaquea, y nos dominan las pasiones,(casi siempre las inferiores: la envidia, la vanidad, la avaricia, la lujuria, la pereza…) las repùblicas perecen. Cuando ya no podemos dominar nuestros apetitos, estamos listos para ser dominados. Solo una recia formación familiar, fuertes convicciones y una seria formación polìtica nos ayudaràn a superar este desafìo.

El tema de la virtud nos lleva a otro. El tema de la religiosidad.
La democracia moderna postula una prudente neutralidad en materia de fe y de creencias. Sin embargo, no es posible ni prudente ignorar el sentido religioso del hombre. No debemos recluirlo en el dominio de la conciencia individual. Posee un aspecto pùblico que es esencial en la fundamentación de una ètica polìtica. El sentido religioso es propio de todo ser humano e infiere una orientación a las sociedades. Es una presencia que explica el misterio de la vida y le da sentido de totalidad.

Por ùltimo, ¿ què decir de todo esto? Ante todo: DECIRLO. (hablarlo, parlarlo)
Ayer dijimos de las injusticias del sistema totalitario comunista; con el mismo rigor debemos ver ahora a las sociedades democràticas liberales. Su defensa, siempre condicional, debe continuar en una crìtica de sus instituciones, su moral y sus pràcticas econòmicas sociales y polìticas. Ante todo debe aceptarse que la democracia no es un absoluto sobre el futuro. : es un mètodo de convivencia civilizada. No se propone cambiarnos ni llevarnos a ninguna parte; pide que cada uno sea capaz de convivir con su vecino,que la minorìa acepte la voluntad de la mayorìa, que la mayorìa respete a la minorìa y que todos preserven y respeten los derechos humanos. Como la democracia no es perfecta, la hemos completado con el sistema de equilibrio de poderes y por el concepto del imperio de la ley, la misma para todos.

Con este sistema se puede vivir indefinidamente aunque no señale ninguna meta ni proponga un código de valores. Pero este sistema no responde las preguntas fundamentales que los hombres y las mujeres se han hecho desde que aparecieron sobre la tierra: ¿ Cuàl es el sentido de mi vida y a dònde voy?
En síntesis, el relativismo es el eje de la sociedad democràtica; asegura la convivencia civilizada de las personas, las ideas y las creencias y al mismo tiempo abre un vacìo que sin cesar se ensancha y que deshabita a las almas.
Ante este panorama lo que surge como un imperativo es la necesidad de una filosofìa polìtica que de respuesta a la pregunta de còmo adaptar la democracia que supone una sociedad estàtica a las sociedades contemporàneas adoradoras del cambio permanente, es decir, còmo lograr que las sociedades contemporàneas adquieran un ritmo històrico que combine el movimiento con el reposo, es decir, que inserte lo relativo en lo absoluto. Si queremos salir del pantano debemos elaborar una filosofìa polìtica y una ètica.

Finalmente creo que esa filosofìa polìtica deberìa recoger la tradición inmediata de la modernidad:
El liberalismo y el socialismo que han sido interlocutores de los siglos XIX y XX y tal vez ha llegado el momento de una síntesis. Uno encarna la aspiraciòn hacia la libertad y el otro hacia la igualdad. El puente entre ellas es la fraternidad, la herencia cristiana y nuestro sello distintivo. Sin fraternidad (solidaridad) no es posible ni la libertad ni la igualdad.