domingo, diciembre 19, 2010

Desenfocados y enemistados. Jorge Navarrete


TRANSCURRIDO ya casi un año de la derrota electoral, la Concertación no parece bien encaminada para retomar el rumbo que otrora la hizo merecedora del respaldo y la confianza ciudadana. Muy por el contrario, los últimos acontecimientos y debates internos, lejos de contribuir a una mayor claridad de roles y propósitos, han ahondado en confusiones y desencuentros.

Es obvio que no existe un diagnóstico común de por qué, después de dos décadas en el poder, hoy estamos en la oposición. En efecto, es sintomático que en los últimos meses quizás el único tema de discusión de la clase dirigente concertacionista haya sido su política de alianzas y si se sienta, o no, con otros actores para discutir las fronteras de la coalición.
Confieso que no alcanzo a entender la utilidad de dar urgencia a dicho procedimiento. Primero, porque hasta donde recuerdo la derecha obtuvo en la última elección más de la mitad de los votos válidamente emitidos, por lo que incluso si pudiéramos aglutinar a toda la oposición, seguiríamos siendo minoría. Segundo, porque a ratos resulta algo absurdo convocar a una conversación cuando ni siquiera hemos acordado cuáles son las cosas que aún tenemos en común y en torno a qué propósitos se desea potenciar la coalición (más allá, obviamente, de sólo reconquistar el poder del gobierno). Tercero, porque no imagino un debate más insulso e irrelevante para la ciudadanía, la que en un año de grandes tragedias y dificultades no tiene tiempo ni ganas de observar cómo un puñado de dirigentes se siguen mirando el ombligo. Cuarto, y por último, porque resulta algo patético que a quienes con tanto entusiasmo se desea sentar a la mesa, una y otra vez, con mejores o peores argumentos, han manifestado que no tienen el más mínimo interés en conservar con la Concertación mientras no existan ciertas definiciones programáticas y políticas básicas. Dicho de otra manera, la puerta que han cerrado en nuestras narices tiene un letrero: ¡Hagan primero su pega!
Pero esta tarea no será sencilla. A la de suyo difícil empresa de reconstruir un relato que dé cuenta de los desafíos que el país tiene para las próximas décadas, se suma una complejidad adicional: la pérdida de la amistad cívica y la cada vez mayor desconfianza entre los propios dirigentes de la Concertación.
En efecto, poco han contribuido las andanzas de Guido Girardi que, en conjunto con otros parlamentarios, parece olvidar que él ya no encabeza su partido. Quizás por lo mismo, su eventual elección como presidente del Senado se ha visto cuestionada por quienes incluso habían sellado un acuerdo. Otro tanto, aunque de manera menos brutal, aconteció con la pública carta con que Carolina Tohá pareció malinterpretar el sentido y alcance de lo conversado con los otros timoneles concertacionistas. El propio Ignacio Walker, más allá de sus legítimas quejas, parece haberse desplazado a una posición algo incómoda, donde una actitud a ratos intransigente irrita a quienes siempre lo han tildado de conservador. Como si fuera poco, y después de su polémico voto en el Congreso, Andrade se ha situado en el centro de la tormenta, confirmando algo que hace rato sospechábamos: ni siquiera para enfrentar al gobierno hay una estrategia común, coherente y por todos compartida.