lunes, octubre 25, 2010

Respeto a los dioses. Otto Dörr

En carta al Director del día 7 de octubre, el señor Genaro Arriagada denunció las faltas de respeto contra la figura de Jesús aparecidas en un programa de televisión. Esto ha dado lugar a una polémica, centrada en si es legal que el Consejo Nacional de Televisión (CNTV) sancione al canal responsable, por cuanto en ese caso estaría vulnerando el principio de la libertad de expresión. Pero este tipo de manifestaciones "culturales" plantea cuestiones quizás más de fondo. Cabría preguntarse, por ejemplo, por lo que está ocurriendo en una sociedad que es capaz de mofarse en esa forma tan grosera de una fe que de algún modo la constituye. ¿Ha ocurrido eso alguna vez? Que yo sepa, nunca. Al menos los más famosos anticristianos de la historia, como Voltaire y Nietzsche, jamás tuvieron la ocurrencia de ridiculizar la figura de Cristo y de sus apóstoles.
Haciendo abstracción del hecho que se crea o no en su condición divina, Jesús ha sido considerado por el gran filósofo Karl Jaspers, junto a Sócrates, Buda y Confucio, como una de las cuatro personas más decisivas en la historia de la humanidad. Y en Chile nos permitimos tratarlo de esta manera. ¿Será otro de nuestros récords, sumado al de hablar el peor castellano de Hispanoamérica?

Porque sucede que la historia de Jesús es el mito fundacional del Cristianismo y, junto con el Helenismo y el Judaísmo, lo es de Occidente y, por ende, también de Chile. Y cuando hablo de mito no me estoy refiriendo a una ficción. La Grecia Clásica distinguía dos tipos de lenguaje: el "logos" y el "mythos". "Logos" era el lenguaje racional y lógico. "Mythos", en cambio, no era la palabra correcta, sino la verdadera. Y por eso es que "mythos" es el lenguaje de las cosas divinas, de aquellas cuya verdad no necesita ser demostrada. A través del lenguaje mítico el hombre se hace contemporáneo de las hazañas que los dioses llevaron a cabo in illo tempore, y por medio del ritual y del texto sagrado se consigue abolir el tiempo profano y recuperar el tiempo sagrado del mito. Los mitos describen las diversas y a veces dramáticas irrupciones de lo sagrado en el mundo. El conocido filósofo de la religión Mircea Eliade dice al respecto: "A través de los mitos... el hombre capta la misteriosa solidaridad entre el nacimiento, la muerte y la resurrección, entre la sexualidad y la fertilidad, entre la lluvia y la vegetación... El mundo ya no es una masa opaca de objetos amontonados en forma arbitraria, sino un orden, un cosmos viviente, articulado y significativo". Y los mitos son tan determinantes en la historia de los pueblos, que el gran antropólogo francés Claude Levy-Strauss llegó a afirmar que los mitos mostraban una relación tan misteriosa con el hombre, que era imposible decidir si eran los hombres los que creaban los mitos o, a la inversa, los mitos a los hombres. 
No debemos olvidar tampoco que los más grandes genios de la historia, como Leonardo, Galileo, Newton o Hegel, por nombrar sólo algunos, creyeron en Dios y respetaron nuestro mito fundamental, el cristiano; y que Goethe, otro genio sin par -un hombre producto de la Ilustración y no particularmente religioso-, escribió en su legado poético: "Ningún ser puede desintegrarse hacia la nada / pues lo eterno vive y se prolonga en cada uno. / Feliz mantente entonces en el Ser..., etcétera.", en mi opinión, un grandioso homenaje a dos de los mitos más originarios y persistentes en la historia del hombre: el de la idea de un dios acogedor y el de la esperanza en una vida eterna. 
Quisiera terminar con una alusión al tema del respeto. Sobre sus atropellos entonces escribí un artículo en estas mismas páginas en 1986. En este contexto no puedo extenderme sobre su etimología, pero "respetar" significa, en breve, darse vuelta para mirar al otro (a la misma altura), y su sinónimo, "considerar", deriva de "con", que es "junto a" y "sidera", el plural de "sidus", estrella. Es decir, el sentido profundo de "considerar" y de "respetar" es "mirar juntos las estrellas". Ahora bien, sucede que es justamente la flexibilización de la columna cervical (para poder mirar al cielo) una de las últimas adquisiciones anatómicas del homínido en su camino hacía el homo sapiens. No respetar al otro, ni qué decir al dios creador de una cultura determinada, como es el caso de Jesús, es volver atrás en la evolución y atentar contra la esencia misma del hombre, íntimamente vinculada, como vimos, a la trascendencia.