lunes, septiembre 27, 2010

¿Ahora qué? Chile después del 18 de septiembre del 2010. Sergio Micco

La celebración del Bicentenario ha concluido oficialmente. Pero no la conmemoración, es decir, la reflexión pausada acerca de lo que hemos hecho en doscientos años y lo que queda por hacer los cien próximos para realizar los sueños que cristalizaron en Chile entre 1810 y 1818. Propongo una lectura de 1810 que se hunde en la historia patria y se proyecta al futuro: la búsqueda de una comunidad republicana de los igualmente libres.

El mito fundacional lo escribió un español conmovido por la lucha de un pueblo que no quería ser vencido. “La gente que produce es tan granada, tan soberbia, gallarda y belicosa que no ha sido por rey jamás regida ni a extranjero dominio sometida”. Fue en esta epopeya que los libertadores se inspiraron al fundar la Logia Lautarina. Su deseo, hecho lucha política y militar, fue crear una comunidad política independiente que se autogobierna. Es la revolución republicana contra la monarquía y el colonialismo.
En Chile fue tal la fuerza de esta concepción que ama la libertad y la igualdad que Simón Bolívar, quien dijo que había edificado sobre los vientos y arado en el mar, señaló en su célebre carta de 1815: “Si alguna república sobrevive largo tiempo en América, me inclino a pensar que será la chilena (…) Su territorio es limitado y conservará su uniformidad (…) En una palabra, Chile puede ser libre”. De hecho, Chile pudo sentar una república democrática asombrosa. A partir de 1839 la oposición se organiza en el Congreso para fiscalizar a un Presidente elegido por mandato fijo. El Senado se elige en forma directa a partir de 1870.
La competencia política parlamentaria se consolida antes que Bélgica, Países Bajos, Suecia, Italia, Francia, Alemania pero después de Gran Bretaña y Noruega. En 1846 sólo votaban los varones propietarios y alfabetos. Un dos por ciento de la población, pero porcentaje igual que Gran Bretaña, Países Bajos, Luxemburgo e Italia. El voto secreto se instituyó poco después de Gran Bretaña, Suecia y Alemania. Tardíamente se confirió voto a la mujer. En 1965 Chile figuraba entre el quince por ciento de los países más democráticos del mundo, con un puntaje, superior al de los Estados Unidos, Francia, Alemania Federal e Italia. El puntaje en 1960 era superior al de Gran Bretaña.
¡Chile pudo ser libre! Sin embargo, su libertad no fue la de los iguales.
Antes de 1810 Don Manuel de Salas denunciaba que “el reino de Chile, sin contradicción el más fértil de la América y el más adecuado para la humana felicidad, es el más miserable de los dominios españoles: teniendo proporción para todo, carece de lo necesario, y se traen a él frutos que podría dar a otros”.
Don Manuel se indignaba con aquellos que veían en el ocio y el alcohol la causa de la pobreza “el pueblo es ebrio, para sofocar la tristeza de su existencia; es homicida, por el disgusto continuo en que vive y porque nada tiene que perder; es célibe porque mira su posteridad como una carga, y por esto se minora cada día sensiblemente, o a lo menos no crece”. Por ello llamaba a educar al pueblo, darle un oficio calificado y un jornal justo en la mina, el campo y la ciudad. Con ello bastaba. Más no lo hicimos.
En 1965 Chile figuraba entre el quince por ciento de los países más democráticos del mundo, con un puntaje, superior al de los Estados Unidos, Francia, Alemania Federal e Italia. El puntaje en 1960 era superior al de Gran Bretaña.
En 1910 los procesos de urbanización e industrialización hicieron que esta deuda social se transformara en volcán proletario. Un autor calcula que entre 1911 y 1920 se sucedieron 293 luchas violentas en que participaron ciento cincuenta mil obreros. Luis Emilio Recabarren, desde Rengo, hace un balance personal desolador: “Ricos y pobres”.
Celebrar la emancipación política del pueblo es simple sarcasmo. A los treinta y cuatro años acusa que nunca ha tenido libertad ni patria. No la tuvo cuando de niño fue obligado a trabajar para otro. “Yo estimo que la patria es el hogar satisfecho y completo, y la libertad sólo existe cuando existe este hogar. La enorme muchedumbre que puebla campos y ciudades ¿tiene acaso hogar? ¡No tiene hogar…! ¡No tiene hogar…! ¡Y el que no tiene hogar no tiene libertad! Todos los grandes creadores y fundadores de la economía política han afirmado este principio: “¡El que no tiene hogar no tiene libertad!”.
¿Qué decir el 2010? Que tras la dolorosa autocracia, tenemos una democracia política que garantiza para las grandes mayorías nacionales derechos civiles y políticos. En veinte años hemos logrado multiplicar por tres nuestra economía. Nuestro ingreso per cápita es de los más altos de América Latina. Hemos reducido la pobreza a un tercio de lo que era en 1985. Chile es un país respetado en el concierto mundial. Chilenos dirigen organismos y programas internacionales como nunca.
Estamos orgullosos de ello y tenemos razones para estarlo. Pero no somos felices. ¿Por qué? Anoto sólo un punto: las desigualdades y sus tres feos hijos. Nuestros vecinos peruanos nos perciben como un país racista. Y lo somos. ¿Qué se esconde, en parte, detrás de la huelga de hambre de un grupo de comuneros mapuches? La misma realidad que observan los visitantes extranjeros y que separa “Plaza Italia para arriba” de la “Plaza Italia para abajo”.
El machismo es otra lacra. La violencia intrafamiliar es una expresión, la más cruda. Pero también el hecho que un tercio de hogares son dirigidos por mujeres en los que una responsable figura paterna falta a gritos. Las diferencias de sueldos también demuestran esta realidad en las clases medias y altas.
Finalmente el clasismo nos sigue penando. No es lo mismo ser Pedro Machuca que Gonzalo Infante. La diferencia de ingresos autónomos entre los más ricos y los más pobres se mantiene inalterable. Sin duda en estas tres desigualdades hemos avanzado mucho. Pero falta mucho más por hacer.
Vuelvo a La Araucana. En el libro segundo,  Alonso de Ercilla anota el discurso de Colo Colo. ¿Cómo describe este viejo sabio a los grandes de Arauco? Como iguales. “Pares sois en valor y en fortaleza, el cielo os igualó en el nacimiento; de linaje, de estado y de riqueza hizo a todos igual repartimiento…” Peleaban por su libertad con las armas de la igualdad. En suma, Chile debe atreverse a ser una comunidad de hombres y mujeres igualmente libres. Es su mito fundacional y utopía siempre renovada de futuro. Tarea de 1810 y del 2010.