viernes, mayo 28, 2010

Despierto cada cien años cuando despierta el pueblo. Dcto a la J.Nacional PDC.


Desafío cristiano: Ser promotores de la esperanza.
El 17 de enero pasado fue derrotado nuestro candidato a la presidencia de la República, el camarada Eduardo Frei Ruiz Tagle. Desde ese momento, tanto nuestro partido como los integrantes de la Concertación de Partidos por la Democracia se encuentran en un estado catatónico, incapaces de reaccionar; inmersos en debates y peleas internas, embobados en procesos internos de “renovación”, que más se parecen a la filosofía del gatopardismo: cambiar todo para que todo permanezca igual. Y nosotros, la DC, no estamos ajenos a esos mismos procesos: alelados, sorprendidos, incapaces de entender cómo la coalición “más exitosa en la historia del país” pudo perder el poder, pudo caer de la gracia de la ciudadanía........Hoy día enfrentamos una nueva Junta Nacional, en la que analizaremos los tópicos de toda la vida: fechas de elecciones, alianzas internas que se definirán “en la cocina” y la eterna reforma a los estatutos. Nosotros queremos en estas líneas referirnos a otras cosas; a cosas relacionadas con nuestra identidad, con definiciones, con entender desde nuestra opción humanista cristiana los cambios que vive el mundo.

Queremos tener, Dios mediante, la gracia de tratar de interpretar a los chilenos y chilenas cansados de la mala política; agobiados por un sistema que los tiene presos de sus deudas y sujetos a un trabajo que pudiendo o no satisfacerlos, la mayor parte de los casos agobia y embrutece. Queremos, -y así lo buscamos-, despertar cuando despierte nuestro pueblo.

Asumimos el cristianismo como una opción vital que emana de un acontecimiento histórico y trascendente y que convoca a alcanzar la expresión más alta de su humanidad a todos los hombres.

En esta perspectiva, la acción política no es otra cosa que una expresión de esa opción vital llamada a ser respetable y respetada como cualquier otra expresión del compromiso cristiano.

Desde esta visión observamos que Chile vive una crisis política y social de difícil explicación, si consideramos los recursos existentes, la modernización que ha vivido el país en algunos de sus principales sectores, la disminución de los niveles de extrema pobreza y la recuperación de la democracia lograda en 1990. A esta sensación de perplejidad y malestar se suma ahora la derrota electoral reciente.

Nosotros, militantes de un partido grande en la historia de Chile, gestor de los más importantes cambios sociales, políticos y culturales del siglo XX, estimamos que esta crisis debe ser asumida con seriedad y enfrentada con determinación. En la Democracia Cristiana sus dirigentes no son capaces de reconocerla y muchos menos de enfrentarla. Se debaten en un estilo político tradicional que pensamos tiene sus días terminados.

Muchos menos tienen el valor de atreverse a discutir, a analizar la vigencia de la política de alianzas asumida hace ya más de 20 años, en una situación histórica única e irrepetible, muy lejos de la crisis de credibilidad y de respeto que vive el mundo político hoy día. ¿Por qué no se atreven siquiera a analizarla? Simple, porque ha sido el vehículo mediante el cual una casta ha logrado hacerse del poder para hacer cosas buenas, pero también para acomodarse a él y terminar, como Dorian Grey, vendiendo el alma por mantenerlo.

Hoy debemos afirmar que no estamos sólo ante la presencia de una crisis en la política, sino de algo que tiene raíces más profundas; querámoslo o no, estamos en presencia de una crisis de civilización, que se expresa en profundas contradicciones: por una parte se fomenta el éxito como expresión sublime de la felicidad humana y por otra, -como nunca en la historia-, el miedo ha venido a compartir nuestra vida cotidiana; la sociedad de la información aspira a democratizar el conocimiento y como nunca antes se encuentra en crisis la credibilidad y la confianza; se dice que el desarrollo es un destino irreversible y sin embargo la realidad nos confronta a diario con nuestra circunstancias de vivir en una sociedad altamente vulnerable y llena de incertidumbres.

¿En qué nos hemos equivocado? ¿Cuándo perdimos el rumbo señalado en nuestros principios fundacionales?

En nuestra opinión, la lógica de la civilización actual opera de una manera distinta a la que nosotros proponemos. Para el cristiano en política, los valores inspiran y permiten construir la realidad de acuerdo a la sociedad que queremos construir. Hoy, no obstante, la realidad cotidiana, por inhumana que sea y esté desprovista de esperanza, es la que rige nuestras vidas. A eso se le llama eufemísticamente, modernidad y traducido a la acción política, pragmatismo político. Es decir, el buen sentido de las experiencias y cuestiones humanas, queda supeditado al espíritu de la conveniencia del día a día, del pequeño proyecto tras otro proyecto, como cadena sin fin, aislados y sin contextos significativos que nos permitan dar razón a nuestra propia existencia personal y comunitaria.

“El político piensa en la próxima elección ; el estadista, en la próxima generación.

Hoy tenemos sólo una opción clara: la de convocar y asumir la construcción de una sociedad de participación, comunión y equidad; con desarrollo pleno, inclusiva y no discriminatoria, democrática y solidaria, con una profunda vocación por el desarrollo del potencial humano y un sólido compromiso con el desarrollo integral de todas las personas.

Desde esta perspectiva, nuestro dilema nos es más o menos Estado o más o menos Mercado, sino el cómo fortalecer las células básicas de la sociedad, para lograr una comunidad de comunidades, una sociedad civil en donde los pobres tienen una opción preferencial que emana de la justicia y la realidad; los trabajadores y la clase media tienen derecho a que se les reconozca y apoye en sus vocación de emprendimiento y calidad de su trabajo, en donde quienes tienen más están convocados a la solidaridad y a poner límites éticos al lucro, mediante compromisos sociales efectivos y al desarrollo de buenas prácticas laborales.

Una convocatoria de este tipo no aspira a situarse de forma cómoda en el concepto modernista de centro, pues se auto desafía para ser una vanguardia en los planteamientos sobre la realidad nacional, tal como claramente emana de las conclusiones del V Congreso del Partido Demócrata Cristiano. Nuestra posición se caracteriza, no por ubicarnos en el tradicional centro político, sino por iniciar un camino de profundización de las causas y las soluciones que debe tener un desarrollo democrático, justo y equitativo, para nuestra sociedad.

En la política como en la vida, nadie puede dar lo que no tiene. Una sociedad marcada por la participación y las relaciones comunitarias, que nos hablan de una comunión de estilos y proyectos de vida personales y sociales, debe, en primer lugar, ser vivida al interior de nuestro Partido. Hoy eso no lo observamos en nuestra convivencia política cotidiana. Hemos debido sufrir exclusiones, voluntades de marginación y dudas sobre la permanencia de muchos militantes y simpatizantes sobre continuar o no en nuestra organización partidaria. Claramente estamos viviendo una crisis institucional, ya que nos hemos alejado del concepto de Bien Común que nos impulsaba a ser lo que fuimos durante tantas décadas: una organización fraterna

Nuestra posición y propuesta se guía por el gran acuerdo alcanzado en el V Congreso del Partido, es decir, cambiar la estrategia de desarrollo.

No nos sentimos cómodos construyendo una sociedad basada sólo en el lucro y el consumo, la competencia desenfrenada, el relativismo valórico, la supremacía de la economía sobre la política. Hemos quemado nuestros bosques, contaminado nuestras aguas y estamos a las puertas de una crisis ambiental, en fin, una sociedad cuyo punto angular es el olvido de la persona humana y sus núcleos básicos, como la familia, la vecindad, las iglesias, los clubes, los barrios. El conocimiento científico y la razón que estaban llamados a ser garantes del desarrollo, se han convertido en la moneda de cambio del poder, transformando esta civilización en una civilización de especialistas y tecnócratas incapaces de liderar un proyecto político, social, económico y cultural.

Nosotros, dentro de la DC, hemos tomado posición: nos declaramos herederos del Humanismo Cristiano y la Doctrina Social de la Iglesia y de la defensa del medio ambiente, pero abrimos las puertas a todos los cristianos, a los aportes del Judaísmo y de los demás humanismos, sobre todo al aporte del mundo evangélico. Queremos dialogar con todos los hombres y mujeres con sentido religioso y de buena voluntad para construir un camino común.

Queremos fortalecer a las familias y comunidades, a la sociedad civil y sus organizaciones, para contrapesar el poder del Estado y del mercado.

Queremos construir una economía social de mercado donde no sólo participen unos cuantos privilegiados, sino miles de emprendedores que puedan competir y desarrollarse en forma sustentable, que den trabajo en buenas condiciones a miles de chilenos. Queremos proteger la opción de tener un mundo vivible en esta generación como en las siguientes.

Queremos un Estado promotor de la iniciativa privada y sobre todo colaborador de la sinergia público-privada, que promueva la innovación y el esfuerzo personal y familiar en el crecimiento económico. Queremos un Estado, como dijo Pepe Mujica, en la que existe la inteligencia distribuida que “Es la que no está sólo guardada en los laboratorios o las universidades, sino la que anda por la calle. La inteligencia que se usa para sembrar, para tornear, para manejar un auto elevador o para programar una computadora. Para cocinar, para atender bien a un turista, es la misma inteligencia. Unos subirán más escalones que otros, pero es la misma escalera. Y los peldaños de abajo son los mismos para la física nuclear que para el manejo de un campo. Para todo se precisa la misma mirada curiosa, hambrienta de conocimiento y muy inconformista. Se termina sabiendo, porque antes supimos estar incómodos por no saber. Aprendemos porque tenemos picazón y eso se adquiere por contagio cultural, casi cuando abrimos los ojos al mundo. Sueño con un país en el que los padres le muestren el pasto a los hijos chicos y le digan: ‘¿Sabés qué es eso?, es una planta procesadora de la energía del sol y de los minerales de la tierra’”.

"Tenemos que hacer lo que el pueblo nos ha dicho”

Consideramos que algunos compromisos políticos mínimos para una Democracia Cristiana hoy y en oposición son:

·Seguir luchando por una Nueva Constitución y por el término al sistema binominal.

·Fortalecimiento de los Municipios: Queremos municipios descentralizados, con recursos y capacidad de realizar gestión financiera. Mejorar el rol de los concejales en los municipios.

·Mejorar y ampliar la Participación Ciudadana: La Democracia Cristiana debe comprometerse a impulsar una reforma que reconozca como un derecho la Participación Social. Además, se debe apurar la aprobación de la “Ley de Participación Social” que lleva años de discusión en el Congreso. La DC debe comprometerse con la autonomía de las organizaciones de base ante el Estado y especialmente ante los Municipios.

·Incentivar los nuevos liderazgos: No puede haber renovación de liderazgos si no ponemos límite a la reelección indefinida de los cargos de elección popular y de carácter interno, se debe sancionar a los parlamentarios que se vuelvan a oponer a esta reforma.

·Sincerar el Padrón Partidario: Un partido moderno debe preocuparse de la calidad de los militantes y no de la cantidad.

Hoy queremos ser la respuesta a la crisis que vive nuestro país y nuestra organización partidaria: una respuesta que se configura superando la añeja polarización. A esa tarea está llamada la Democracia Cristiana y a ella no renunciaremos jamás.

"Los hechos que hoy lamentamos señalan que sólo en libertad, sustentada por la mayoría del pueblo y no por minorías excluyentes, se puede aspirar a la transformación humanista y democrática de Chile que constituye nuestra meta y fortalece nuestra voluntad"

Enzo Pistacchio Sassarinni
Marcelo Ortiz Aravena
Myriam Verdugo Godoy
Felipe Delpin
Pedro Concha
Hernán Álvarez
Nibaldo Ahumada
Cristián Sandoval
Marta Canto
Manuel del Canto
Yolanda Sanhueza
Margarita Cofre
Omar Cornejo
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