viernes, enero 29, 2010

DC Y PS REITERAN TRABAJO COMÚN COMO OPOSITORES AL NUEVO GOBIERNO

•Nueva directiva del PS se reunió con la mesa de la DC para retomar el trabajo político
Con el ánimo de fortalecer y ampliar las bases de la Concertación se reunieron este viernes las directivas del Partido Socialista y de la Democracia Cristiana, luego que el primero de los mencionados renovara su mesa nacional el fin de semana pasado.
Hasta la sede de la DC llegó el presidente del PS, diputado Fulvio Rossi, junto al resto de su directiva, donde fue recibido por su par Juan Carlos Latorre y los demás dirigentes nacionales de la falange. El encuentro duró poco más de una hora y se reiteró que se seguirá trabajando en Concertación para defender la obra de los últimos 20 años y hacer una oposición constructiva y garante del cumplimento de los compromisos de campaña del nuevo gobierno que asumirá en marzo.
El timonel DC, diputado Juan Carlos Latorre, manifestó que “mantendremos nuestro trabajo como Concertación no sólo jugando un rol como bloque de centro izquierda, sino también pensando que debemos consolidar la representación de quienes entregaron su adhesión a nuestro candidato presidencial. Además haremos esfuerzos por extender a la Concertación más allá de los partidos integrando organizaciones sociales y de trabajadores que coinciden con nuestras propuestas políticas”.

Sobre la relación con el PS, Juan Carlos Latorre afirmó que “hemos tenido un trabajo común muy satisfactorio con el PS. Tenemos múltiples iniciativas políticas en las que hemos coincidido en los ultimo años, por lo tanto es especialmente grato tener una reunión donde ambas directivas reiteramos nuestro deseo de mantener el trabajo conjunto para reforzar la Concertación en todas las instancias que nos corresponderá asumir en nuestro carácter de partidos de oposición”.
En tanto el presidente del PS, diputado Fulvio Rossi, comentó que “para el PS la relación con la Democracia Cristiana es fundamental. En los últimos años esta se ha cultivado y profundizado en el trabajo político y social cotidiano, en cada una de las regiones de nuestro país. Es el deseo de nuestro partido persistir en ese esfuerzo”.

En otro tema, el presidente de la Democracia Cristiana, diputado Juan Carlos Latorre, consultado si algún militante de la falange puede incorporarse al gobierno de la derecha, fue categórico “No vamos a entrar en política ficción, pero tenemos un opinión de carácter general. Hay una definición política que nuestros militantes la conocen claramente, la determinación nuestra es que hay cargos de responsabilidad política que son incompatibles con la militancia en un partido de oposición al señor Piñera”.
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APORTE A LA REFLEXIÓN Y EL DIALOGO. Manuel Roman

Estimados(as) Camaradas: de un tiempo a esta parte, aprovechando la tecnología, me sume a las distintas formas de aportar al dialogo y la reflexión, elementos fundamentales y necesarios en nuestra organización. En este mismo contexto, es mi deseo invitar al máximo de camaradas que se hagan presentes con sus propuestas, donde mostremos que el militante de base también piensa y siente; donde mostremos nuestra pluralidad en el ¿qué hacer? y nuestra unidad en el ¿qué somos?, porque creo que la forma es la que a veces no diferencia pero el fondo es lo que nos mantiene en el PDC, por ende, si en lo doctrinario e ideológico (teoría) forjamos la unidad en la práctica debemos dialogar y buscar el punto de equilibrio donde estemos todos sin distinción caminando en una misma dirección, teniendo claridad en el ¿para qué?.
Mis notas o escritos, reiteradamente apelo a tres elementos fundamentales: recuperar nuestras raíces doctrinarias e ideológicas; tener como base de sustento para el presente y proyectarnos al futuro, la “Revolución en Libertad” implementada por nuestro camarada Eduardo Frei Montalva; y construir una Vanguardia Cristiana Social Comunitaria; a mí parecer, que al alejarnos de ellos nos hizo equivocar, donde las responsabilidades de quienes estamos aquí deben ser compartidas en su justa medida, unos por acción y otros por omisión. Por acción todos aquellos que teniendo la posibilidad y el mandato de las bases de conducir al PDC construyeron una plataforma que altero los marcos de convivencia democrática (como no haber implementado las conclusiones del V Congreso), perfilando una suerte de oligarquía basada en sus recursos, en el clientelismo político y en la soberbia “académica”, otros no diferenciaron entre la política un negocio y la política para servir; otros por omisión, es decir, aquellos que por pequeños beneficios guardaron silencio, otros que tomaron nuevos rumbos, los que se cansaron y se fueron para la casa, y los críticos, entre los que me cuento, no tuvimos la capacidad de estar con más fuerza.
Hoy el escenario es distinto, un espacio donde la reflexión y el dialogo es lo primordial, donde los clientes lo más seguro que se desplacen donde está la nueva oferta, los intereses y recursos van a escasear; lo único que va a quedar es la conciencia política y social, la coherencia entre la teoría y la práctica, la consecuencia entre lo que se dice y lo que se hace, y la voluntad militante de servir a una causa a través de la política. A pesar de esto, hay que esforzarse por trabajar juntos en nuestro proyecto, porque es cosa de ver que algunos siguen en la lógica del poder y de la soberbia acostumbrada a marcar el rumbo, no considerando a la base militante y sus convicciones; simplemente porque se quedaron con el método del poder oligárquico, donde todo se hacía a su justa medida. Es más, ya se escuchan voces de aquellos que tuvieron la opción y el mandato de dirigir al PDC y equivocaron el camino, hoy están demarcando los lineamientos de lo que debe ser y quienes deben dirigir. Tienen todo el derecho y la libertad de hacerlo, pero más importante es que reconozcan sus errores, porque en la victoria eran solamente ellos y en las derrotas la responsabilidad es de todos los militantes menos ellos. Creo que quienes tuvieron responsabilidades deben reconocer que se equivocaron y dar pasos a otros(as) y que volviendo a la humildad y la sencillez, vuelvan a sus bases políticas, colaboren como cualquier militante y desde ahí hagan sus planteamientos.
Reconocer los errores con humildad y sencillez, nos hace más grandes y más sabios.
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Robustecimiento de la democracia . John Biehl del Río

Luego de las elecciones presidenciales, ganadas por Sebastián Piñera sobre Eduardo Frei, ha existido gran calma en el país, ejemplar deberíamos decir. La victoria se ha celebrado con prudencia y la derrota se ha llorado en silencio.
Son muchas y variadas las razones que han intentado explicar el fracaso electoral de la Concertación para ganar un quinto período presidencial consecutivo. Algunas de éstas culpan a personas o grupos; otras a errores políticos, y así sucesivamente se repiten argumentos en torno a viejos problemas, que muy poco tienen de originales.
En un intento por resumir tantos ángulos que buscan justificar lo sucedido, simplifico en que es precisamente en la campaña política donde la coalición gobernante demuestra que no estaba preparada para un quinto período y, más aun, que afrontar todos sus problemas internos desde el gobierno pudo llegar a ser negativo para Chile.....En un esfuerzo casi alocado por unir y zanjar divisiones internas, se hicieron concesiones a diferentes grupos, sin reflexión y en ocasiones sin cordura. La coalición gobernante descubrió muy tarde que no era en la campaña electoral donde podía corregir una petrificación que arrastraba 20 años.

A pesar de representar al gobierno más popular de los cuatro que ejerció la Concertación, las simpatías por la Presidenta Bachelet no alcanzaron. Su propio gobierno fue reflejo de una coalición incapaz de enmendar rumbos. Ella misma, luego de un largo comienzo tambaleante, entrega lo mejor de sí con cariño y alegría, cuando su desprendimiento e intuición en los nombramientos la llevan a colocar a Edmundo Pérez Yoma como ministro del Interior. Ello contribuyó a un muy buen gobierno presidencial para el bien del país, donde la Presidenta concentró sus esfuerzos.
Por otra parte, no son tantos ni tan serios los argumentos dados para explicar la victoria de Sebastián Piñera. Que la gente quería un cambio luego de 20 años no es suficiente, menos frente al gobierno mejor evaluado de los cuatro consecutivos de la coalición. Es probable que, luego de la severa crisis moral y económica internacional, el país haya buscado, casi instintivamente, un gobierno que asegurara una manera más estable de afrontar los retos, sin los riesgos de buscar soluciones en pasados muertos. No era posible pretender excluir por siempre de la conducción del Poder Ejecutivo a la mitad de los chilenos.

Tampoco es posible continuar con un país donde esa mitad es dueña de casi todas las tierras y empresas; medios de comunicación y universidades, y en donde la concentración del ingreso no cesa en sus tendencias negativas. Con todo lo positivo de los gobiernos de la Concertación, lo que será un día calificado como histórico y donde el país volvió a restituir el humanismo y la solidaridad, ésta nunca encontró la fórmula de aplicar plenamente en los hechos las gigantescas conquistas después de período dictatorial tan oscuro y cruel.
El país espera del Presidente electo no sólo que continúe y perfeccione algunas políticas sociales, sino que también corrija rumbos y sepa interpretar con coraje los cambios que se requieren luego de que la crisis internacional dejara tantas injusticias al descubierto. No son retos fáciles, pero son imprescindibles. Quienes recibirán el país en unos días lo harán esta vez de un modo completamente diferente. Se trata de un país solvente, con grandes reservas y mucho optimismo, en el sentido de poder alcanzar niveles de un país desarrollado.

La bienvenida democrática al poder de la oposición no puede ser tomada como la reanudación, sin armas esta vez, de un enfrentamiento entre chilenos. Es preciso entender que en la educación, la salud, mayores autonomías regionales y tantas otras materias importantes, las soluciones deben fundarse sólidamente en acuerdos políticos. No se trata de volver a política de acuerdos puntuales, que algún día fue necesaria. Es construir juntos una forma de gobernar que sepa comprender que superar los retos para que los beneficios del desarrollo se compartan mejor entre todos los chilenos demanda el coraje de saber concordar, con igual o más fuerza, aquel mandato irrenunciable e imprescindible de señalar discrepancias desde la oposición.
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El futuro de la DC. Jorge Navarrete

El futuro se juega en la posibilidad de seguir siendo oposición a la derecha y disputando el centro político. Con una nueva generación al mando. Si no somos capaces de hacer esto, habiendo agotado todas las alternativas y haciendo nuestro mejor esfuerzo, para muchos quizás llegó la hora de pensar cómo este sueño puede materializarse desde otro espacio político.
El que la próxima administración no cuente con mayoría en ninguna de las dos cámaras del Congreso, el que los democratacristianos constituyan la bancada de senadores más numerosa y que el próximo Presidente de la República sea Sebastián Piñera, ha generado especial atención respecto al porvenir de la falange y el rol que ese partido pueda cumplir los próximos años. Efectivamente se trata de un tema interesante, cuando no complejo, el que se puede analizar desde varias perspectivas.

La derecha de la izquierda.....Ya es un lugar común escuchar que la política de alianzas que mantiene la DC en Chile es una excepción a lo que ocurre en el resto de los países del mundo. En efecto, tanto en Europa como América Latina, la tendencia es que los partidos que se aglutinan en torno al humanismo cristiano o socialcristianismo hayan pactado con la derecha.

Las razones de por qué en nuestro país fue distinto son más o menos obvias. Más allá de los matices, la historia política nos enseña que lo que finalmente resuelve que un partido sea de derecha o de izquierda está mucho más asociado a cuestiones económico-sociales que a consideraciones valórico-culturales. De esta manera, lo que sería anómalo es que aquella fuerza política que se escindió del Partido Conservador, inspirada en la cuestión social, que impulsó la sindicalización campesina, la promoción popular, la chilenización del cobre o la reforma agraria, no se hubiera acompañado con los sectores aglutinados en la izquierda, a todas luces sus socios naturales.

Sin ir más lejos, del medio siglo de historia falangista, más de la mitad ha transcurrido al interior de la Concertación, otro porcentaje relevante fue el que acumuló la época del "camino propio" y sólo circunstancialmente, con motivo de la oposición a la Unidad Popular y por un breve lapso, los intereses de la DC confluyeron con la derecha.

Con todo, a estas alturas del partido y cuando especialmente se hacen más difusas las fronteras ideológicas, alguien todavía podría preguntarse qué validez tiene este análisis para el futuro. Se trata de una interrogante legítima aunque, en lo personal, cuando alguien me interroga de por qué, hoy por hoy, la DC no podría tener una alianza con la derecha, como sucede en el resto del mundo, mi instinto natural es contestar porque en Chile la derecha no es como en el resto del mundo. Somos hijos de una historia y una experiencia compartida -finalmente un ethos- que está en la esencia de nuestro talante o "personalidad política".

Una o dos oposiciones
En las últimas dos décadas, la DC perdió un millón de votos. Los recientes resultados electorales muestran que, adicionalmente, la principal merma se produjo en los sectores medios y en la elite. Conforme a lo anterior, la supervivencia y futuro de la falange pasan necesariamente por recuperar el centro político. Más allá de la izquierdización del debate público, el que arrastró a buena parte de la clase dirigente, una porción del tradicional electorado DC parece mirar con recelo como el otrora bastión de la clase media moderada perdió el rumbo al interior de una coalición que inevitablemente desdibujó su sello distintivo.

Por lo mismo, el rol que la DC pudiera tener en la oposición al gobierno de Piñera depende también de cómo resulte la reorganización de las fuerzas progresistas. Pese a que la falange fue una pieza fundamental para el éxito de la Concertación, no está claro que algunos de sus socios deseen prolongar esta fórmula. En efecto, para el tan anunciado frente amplio progresista -al menos de lo que uno infiere de quienes con más entusiasmo han promovido esta idea- no resulta obvio que haya un espacio para la DC. Es altamente probable que no coincidan los intereses inmediatos de la falange con la idea de una fuerza mayoritaria de izquierda (y viceversa).

En esa eventual disyuntiva, sólo se vislumbran dos escenarios. Primero, que la DC quede excluida de este frente más amplio y se vea obligada a ser oposición individual, echando mano al enorme capital que significa tener la bancada de senadores más numerosa. Segundo, que una parte de lo que hoy todavía es la Concertación se aglutine en un referente más pequeño, pero que herede las bondades de lo que ha significado una alianza entre el centro y la izquierda.

La última oportunidad
Todo este escenario estará inevitablemente marcado por lo que se resuelva en los próximos meses en torno a la conducción política de la DC. El clamor por una renovación generacional ha sido transversal en los partidos políticos del hasta ahora oficialismo y la falange no será una excepción.

Nadie entendería que so pretexto de mantener la unidad partidaria, se optara por revivir fórmulas que eviten la competencia y, de esa forma, prolonguen el statu quo. Una nueva generación de políticos debe tomar el control de la DC, para lo cual se requiere una victoria en el marco de una abierta confrontación de ideas, estilos y miradas sobre el futuro.

No creo en las directivas de consenso o en la fácil componenda que postergue la discusión de fondo y prolongue nuestra agonía. El principal pecado de mi generación es haber hecho política con ropa prestada y la única manera de abandonar la larga y patética lista de las "jóvenes promesas" será imponiendo electoralmente los términos de un nuevo trato.

De esta forma, creo que el futuro de la DC se juega en la posibilidad de seguir siendo oposición a la derecha, dispuntando el centro político, dirigiendo su atención a los ciudadanos más pobres y a la clase media. Imagino a una falange con un discurso reformista que sintonice con las ideas progresistas, y cuya conducción esté en manos de una nueva generación de chilenas y chilenos que miran el futuro sin complejos, soñando una sociedad más comunitaria, justa y solidaria.

Si no somos capaces de hacer esto desde la DC, habiendo agotado todas las alternativas y haciendo nuestro mejor esfuerzo, para muchos quizás llegó la hora de pensar cómo este sueño puede materializarse desde otro espacio político.
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Diputado PRI rechaza acuerdo con la Alianza para presidir la Cámara
El pacto con la Alianza fue ratificado el jueves por el presidente del PRI, Adolfo Zaldívar, esto luego del retiro de los radicales que en un principio participaban del acuerdo.
El diputado electo del Partido Regionalista de los Independientes (PRI), Luis Lemus, rechazó el acuerdo entre su colectividad y la Alianza para la presidencia de la Cámara de Diputados en el próximo periodo parlamentario.
El pacto con la Alianza fue ratificado el jueves por el presidente del PRI, Adolfo Zaldívar, esto luego del retiro de los radicales que en un principio participaban del acuerdo.
"Soy y seré oposición al gobierno de Piñera aquí y en la cámara de Diputados. Nunca he sido de derecha. Por lo tanto, quiero dejar en claro que no voy a prestar mi nombre, ni daré mi voto para que la Alianza y Zaldívar se "tomen" el parlamento", aseveró el diputado por Illapel.
Lemus expresó que no acudirá a un acuerdo que no comparte y se declaró "en proceso de reflexión, ya que este hecho pone en serio riesgo mi continuidad en el PRI".
Lo resuelto por Lemus implica que la mayoría de 61 diputados que la Alianza había logrado y a través de la cual uno de sus representantes alcanzaba la presidencia de la Cámara Baja, desaparece.
Este es el cuerpo del post. Aquí quedará todo el texto que deseamos aparezca al hacer click sobre el link de ´´Leer más``. Es el texto que no se ve a primera vista. [+/-] Seguir Leyendo...

Por una oposición sólida, amplia y fuertemente arraigada a la base social. Por Frente de Profesionales del PDC

La derrota electoral de la concertación no es sólo una crisis para la militancia de los partidos que la componen, sino una gran falla estructural de la política de los últimos diez años que perjudicará a los sectores más vulnerables y pobres de la población chilena. Veremos poco a poco una reaparición de la brecha de pobreza y una insatisfacción creciente en aquella población que siempre fue el principal compromiso de la coalición. Entre las diversas causas de la derrota y la dicotomía entre la altísima popularidad del Gobierno y la pérdida democrática del mismo, hay también una clara responsabilidad por el agotamiento y cansancio de los miembros y militantes del conglomerado.
Por eso, este mensaje del Frente de Profesionales es un claro discurso por reunir las filas del PDC tras una oposición sólida, amplia y fuertemente arraigada a la base social, adecuándose a las nuevas necesidades de la población, y con una visión de largo plazo. El modelo de país que ofreceremos a los chilenos será el que se defiende en las conclusiones del V Congreso del PDC, con una decidida renovación interna y una clara opción por continuar estableciendo alianzas con la Concertación y sus referentes internacionales. La propuesta para llevar a cabo este proceso consiste en la conformación de dos entidades que sean una instancia accesible a toda la militancia: la Comisión Política y la Comisión de Ética. Ellas velarán por transparentar el trabajo partidario y mejorar la calidad de las ideas y tesis para nuestro proyecto de oposición a la derecha. Una derrota es una batalla perdida, no nuestra desaparición
Por Mariano Ruiz-Esquide

La crisis que ha provocado la derrota electoral de Eduardo Frei ha abierto muchos flancos de discusión dentro de la DC, convirtiéndose en la oportunidad histórica para revitalizar al partido y su propuesta para Chile en las próximas décadas. Por eso, la reflexión del senador Mariano Ruiz- Esquide, quien ha vivido -desde su militancia- grandes procesos electorales, es una guía política para enfrentar esta situación. Porque las responsabilidades políticas son colectivas y la mera renovación de rostros, o mantención de los mismos, no debe ser el centro de la discusión, sino la forma en que se debe recomponer el PDC. La idea fundamental es luchar por las utopías que sustentaron el poder político de la Concertación y que constituyen los principios de la DC chilena.
La renovación que queremos
Por Marta Canto y Alvaro Ramis

El proceso de democracia y de justicia social en Chile, paradójicamente, se ha desprendido de la praxis de los partidos políticos, abriéndose una brecha entre la sociedad civil y su propia entidad y necesidades políticas. En esta columna, sobre el sentido de la renovación para la Concertación, los autores se detienen en lo que denominan las dos grandes disociaciones endémicas que explican la crisis del sistema de los partidos políticos, y su incapacidad para sustentar ideológicamente una agenda de transformaciones. La primera distancia endémica, es la falta de ética procedimental, la carencia de rigurosidad y fidelidad en la elección de autoridades de gobierno, y su transparencia hacia la ciudadanía no militante, que es la mayoría de la población. La segunda, es la de disonancia entre los partidos políticos y la sociedad civil organizada, pues la verdadera democracia es la que busca la participación más efectiva y directa de la ciudadanía, perdiéndose la oportunidad de construir un bloque histórico que perfeccione el modelo chileno.
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¡ RADOMIRO TOMIC .........¡ Presente !. German Diaz


El 3 de enero de 1992 falleció en Santiago el más grande defensor del Cobre chileno.
Nortino de nacimiento, de Calama. Cuando se tituló de abogado recibió el premio al alumno más destacado. Dirigente estudiantil, director de diarios, fundador y presidente de la falange nacional, fue Diputado, Senador, Embajador, Candidato Presidencial, autor de numerosas leyes sociales, baste señalar la Ley que creó la Junta Nacional de Auxilio Escolar y Becas, y la Ley de Codelco, entre muchas.
Ese chileno extraordinario fue RADOMIRO TOMIC, casado con Olaya Errázuriz con quien tuvo 10 hijos.
Los Partidos políticos, su partido político la Democracia Cristiana, no realizaron ninguna actividad conmemorativa para resaltar su legado. Tal vez sea por la elección de la segunda vuelta o porque ya no se vibra con el legado principal de RADOMIRO TOMIC: la defensa del Cobre chileno.Al respecto, RADOMIRO TOMIC dijo: “…El cobre podría ser para la economía chilena como la ‘lámpara de Aladino’………………El desarrollo industrial y el progreso de la civilización dependen sustancialmente de la energía eléctrica, y la electricidad, depende en un grado tan importante del cobre que más de la mitad del cobre refinado que el mundo consume, es utilizado directamente en la generación y transmisión de electricidad … y la producción y consumo de energía eléctrica se duplica cada 10 años…”. Discurso de 1941 (extracto)

“Los dos tercios de la economía exterior de Chile están constituidos por la actividad cuprera. Quien controla los dos tercios de la economía exterior de un país controla a ese país. Por eso es obvio que mientras pretendamos, no sólo en lo formal, sino en lo real, ser un Estado soberano, el control del cobre debe estar en manos de los poderes públicos del Estado de Chile y no en las empresas extranjeras”. Discurso en el Senado el 18 de junio de 1961 (extracto)

"Para la Democracia Cristiana, una política chilena del cobre debe abarcar cinco planos de acción fundamentales, no todos los cuales son susceptibles de ser resueltos con leyes; y para el éxito de tal política se debe contar, también, con la comprensión honesta e inteligente de la opinión pública y de gobiernos extranjeros. Ellos son:
"1.- El mundo entero como mercado para el cobre chileno.
"2- La chilenización del comercio mundial de nuestro cobre.
"3.- La total refinación del cobre en Chile.
"4.- La elaboración de un porcentaje razonable del cobre chileno que exportamos.
"5.- La chilenización de la gran minería". Discurso de Tomic pronunciado en el Senado, el 18 de julio de 1963, (extracto)

“Chile perdió la Patagonia por creer que no valía nada y por las mismas razones, acaba de desnacionalizar las mayores y mejores reservas de cobre del mundo, estableciendo enclaves extranjeras de rango constitucional, en el espacio más sensible de la economía y el destino nacionales: El cobre”
“Si esta legislación, la Ley Minera y el Código de Minería, aprobada en secreto por la Junta Militar perdura, perderemos cien veces el valor de la Patagonia en el próximo medio siglo” Inserción de Tomic en el diario El Mercurio el 31 de agosto de 1983.

Antes de fallecer, RADOMIRO TOMIC sufrió tal vez una de las decepciones más grandes: “Las mineras extranjeras no pagan impuestos, porque en junio de 1990, se aprobó la Ley 18.985 que aumentó “transitoriamente” el IVA de 16 a 18 %, pero en la misma ley se liberó de tributación a las grandes mineras extranjeras. Gracias a esa ley, desde esa fe­cha, las mineras extranjeras no han pagado impuesto a la renta en Chile”, (Julián Alcayaga, profesor y economista, uno de los defensores del cobre que han tomado el relevo de RADOMIRO TOMIC)

Aquí se pactó con la derecha para “atraer inversión extranjera”, incumpliendo el programa de gobierno del Presidente Patricio Aylwin que contemplaba cambiar la legislación minera de Pinochet. Al contrario se la mantuvo y mejoró, olvidando otra máxima de RADOMIRO TOMIC: “Cuando se pacta con la derecha es la derecha la que gana”……….que es lo que ocurrió con la privatización del 70% del Cobre chileno …….el País perdió, no recibe por ello ningún ingreso, dilapidando cuantiosos recursos económicos, que podrían emplearse en las soluciones sociales que necesitan las personas más pobres.
¡Seguramente no hubo olvido para RADOMIRO en este aniversario, hubo omisión culposa!
Nuestro tributo a uno de los chilenos más brillante, patriota y fructífero: RADOMIRO TOMIC
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El síndrome Kouchner. Carlos Parker: Cientista Político.

Nicolás Sarkozy había ganado las elecciones presidenciales en Francia propinándole una derrota inapelable a la candidata socialista Ségolène Royale. Todavía no terminaban de disiparse los estrépitos de la batalla electoral, cuando el recién electo Presidente llamó a Bernard Kouchner para ofrecerle el cargo de Ministro de Relaciones Exteriores.

El gesto fue inusitado, pues Kourchner, quien había comenzado su carrera política como militante comunista, era a la sazón una figura socialista de alto relieve, habiendo ejercido importantes cargos gubernamentales en dicha calidad. Kouchner sin embargo y contra toda suposición, aceptó de buen talante la oferta que le extendía el presidente centro-derechista, lo que naturalmente desató las iras de sus camaradas, quienes no trepidaron en llamarlo traidor y procedieron a expulsarlo del PSF sin más trámite.

Kouchner, que era y sigue siendo un personaje de característica elegancia y modales atildados, al ser consultado por las razones que había tenido en cuenta para aceptar la inusitada oferta laboral dejando de lado décadas de militancia en la izquierda y exponiéndose al escarnio de sus camaradas y amigos, pronunció entonces una frase lacónica que ha pasado a la historia como pieza de colección del transfuguismo: “Francia me llamó, no podía negarme”.....Es bien sabido y ampliamente reconocido, que los gobiernos de la Concertación, desde el primero hasta el último, se abstuvieron escrupulosamente de maltratar o expulsar funcionarios a causa de sus preferencias políticas.

La anécdota viene a cuento a propósito de la supuesta voluntad del Presidente electo para llamar a integrar a su gobierno en altas responsabilidades, incluido el nivel ministerial, a personeros de los partidos de la flamante oposición. Sebastián Piñera y sus allegados han hecho saber que dicho gesto de generosidad y apertura sería parte de sus anhelos por constituir una suerte de gobierno de unidad nacional, del tipo del que los países constituyen en tiempos de emergencia político-institucional muy grave y extendida.
En nuestro caso, sin embargo, y habida cuenta de la situación de perfecta normalidad imperante en Chile, y de las circunstancias de un gobierno que emerge tras unas elecciones limpias y ordenadas, no se ve por ninguna parte cual sería la razón para dar semejante e innecesario paso. Salvo que se trate de un gesto demagógico, destinado estratégicamente a generar fisuras y conflictos en la vereda del frente.

Desafortunadamente, Chile carece todavía de un aparato público estable y profesional del tipo del que poseen buena parte de los países europeos y otros estados desarrollados, entre los cuales se encuentra como ejemplo paradigmático la propia Francia.
En nuestro país, pese a intentos parcialmente exitosos como el de la Alta Dirección Pública, todavía tenemos un Estado que es percibido por las fuerzas políticas como botín de guerra. Es decir, como un aparato burocrático destinado a ser capturado por los vencedores y sujeto por lo mismo a los vaivenes de la contingencia política. Y habría que agregar, que en el caso de los últimos veinte años, y a falta de alternancia en el poder por decisión popular, el aparato gubernamental ha estado expuesto a los ajustes periódicos derivados del posicionamiento de mayor o menor privilegio de los respectivos partidos de la coalición gobernante, en el contexto general de la estructura de gobierno central, o de la repartición pública de referencia. Eso que popularmente se conoce como cuoteo, pero que la tendencia criolla a no llamar las cosas por su nombre prefiere designar como equilibrios políticos.

Es por esta razón, que es de suponer que miles de funcionarios públicos de todos los niveles y a lo largo y ancho del país, miren con gran preocupación lo que ocurrirá con sus empleos y por añadidura, con el destino de sus familias a partir del 11 de marzo. Ahora que la UDI y RN, junto a otros convidados menores se aprestan a hacer lo que en los mentideros políticos se conoce popularmente como despostar el animal.
Es bien sabido y ampliamente reconocido, que los gobiernos de la Concertación, desde el primero hasta el último, se abstuvieron escrupulosamente de maltratar o expulsar funcionarios a causa de sus preferencias políticas. Evidentemente habrá quienes podrán levantar alguna objeción puntual a esta afirmación general, pero es un dato de la causa que por aquello que se daba en llamar la superioridad moral de la coalición gobernante y por genuino respeto a las personas y a su dignidad como empleados del Estado, por desidia, indiferencia, ingenuidad, por temor a la reacción de la derecha, o por cualquier otro motivo altruista o subalterno, el caso es que no está documentada ninguna política deliberada de desalojo contra funcionarios de oposición durante cuatro gobiernos consecutivos.

Más bien, hasta podría afirmarse lo contrario, pues son incontables los casos de funcionarios de filiación derechista que en lugar de ser expulsados o arrinconados, terminaron siendo promovidos, incluso hasta muy altas responsabilidades. No pocas veces, hay que reconocerlo, frente a la mirada reprobadora de los funcionarios más militantemente partidarios de los gobiernos de la Concertación.
Hay quienes hasta hoy recuerdan que con ocasión de la instalación del gobierno de don Patricio Aylwin, muchos funcionarios, especialmente de niveles intermedios, cuya adhesión activa a la dictadura militar era muy conocida, daban como cierto que serían despedidos. Nada de ello ocurrió, salvo como es natural, en los niveles superiores de dirección, como los cargos de ministro, subsecretario, jefes de servicio, Intendentes, Seremis y otras altas autoridades en el nivel nacional y regional.

No ocurrió jamás, por ejemplo que muy bien conozco y me consta por los 17 años en que me desempeñe en el Ministerio de Relaciones Exteriores, repartición a la que acabo de renunciar como embajador, con los funcionarios diplomáticos de carrera, incluidos los embajadores. Entre los cuales y para su propia sorpresa según ellos mismos lo reconocen hidalgamente, un gran número fueron ascendidos a esas altas posiciones de exclusiva confianza presidencial, por los sucesivos gobiernos de la Concertación. Ello, a pesar de que muchos de los catapultados a dicha privilegiada posición, no habían ocultado nunca, o casi nunca, su condición de opositores.
En otros ámbitos, la norma general fue siempre la de respetar las posiciones de cada cual. Es por lo mismo que en todas las reparticiones públicas, sin excepción, se dio una convivencia normal y cooperativa entre partidarios y opositores al gobierno. Y es preciso reconocer que en la mayoría de los casos, los funcionarios de oposición actuaron con lealtad y responsabilidad frente a sus superiores jerárquicos en el ejercicio de sus funciones, sin que esto implicara en modo alguno obligarlos a abdicar de sus convicciones y principios políticos.

Adicionalmente, hay que consignar que los sucesivos gobiernos de la Concertación nunca adoptaron medidas destinadas a apernar en sus cargos a los funcionarios de su confianza política, como hubiese sido ingresarlos a las plantas de las respectivas reparticiones. Prueba de ello es que la administración pública actualmente cuenta con un 50% de funcionarios a honorarios, condición contractual precaria, y que ahora ofrece la posibilidad de un despido expedito, con el solo expediente de no renovar los contratos.
Sospecho que esta situación se convivencia ha llegado a su término. El tono beligerante de las nuevas autoridades así lo esta indicando. Me temo que la política de despidos calará hondo y tendrá visos de persecución y venganza, yendo mucho más allá y más abajo que los así llamado cargos de confianza. Ámbito en donde es muy natural, legítimo y esperable que las nuevas autoridades designen a sus propios personeros.

Hay comprensible temor y ansiedad entre muchos funcionarios públicos. Un temor que hizo su aparición desde el mismo momento en que se percibió la posibilidad de que la Concertación perdiera el gobierno y que se hizo patente y generalizado el mismo día 17 de enero. Por demás, es muy probable que los mayores efectos de la razzia se experimenten a nivel de Gobiernos Regionales, si se tiene en cuenta la política de tierra arrasada que viene ejecutando la derecha con los funcionarios municipales, cada vez que logra conquistar un municipio.
Para ilustrar la diferencia entre lo que se ha hecho al respecto y en lo que todo indica que se hará a partir de marzo, es preciso preguntarse. ¿Temieron acaso por sus empleos los funcionarios públicos partidarios de la derecha ante la posibilidad de que Eduardo Frei ganara las elecciones? Con toda seguridad ello no ocurrió, como tampoco temieron cuando Eduardo Frei fue electo, ni cuando lo fue Ricardo Lagos ni Michelle Bachelet. Ello no ocurrió simplemente porque no existían razones fundadas ni precedentes.

Ahora que ha quedado patente que las elecciones se pueden ganar o perder, y si acaso efectivamente se desata una política de persecuciones, que más de alguno ha llamado de “limpieza étnica en el aparato público”, ocurrirá que en el futuro frente a cada elección presidencial el temor se haga carne en los funcionarios públicos, sean estos a su turno de derecha o centro izquierda.
No es lógico ni natural que las personas que han optado por servir al Estado se jueguen su destino laboral cada cuatro años. Ello es también malsano para el Estado, cuyas instituciones requieren elevar sus niveles de eficiencia y profesionalismo, una de cuyos requisitos esenciales es precisamente la predictibilidad y estabilidad del desempeño funcionario.

Ante esta perspectiva, habrá quienes cruzarán atropelladamente el río, se verán obligados a hacer concesiones, aceptarán humillaciones o voluntariamente renegarán de su pasado político reciente, con tal de no perder el empleo.
Frente a los modestos militantes democratacristianos, socialistas, pepedes, radicales o independientes que decidan y/o tengan oportunidad de mantenerse en sus puestos, habrá que asumir su muy respetable y comprensible derecho a preservar su fuente de subsistencia personal y familiar. Ellos no deberán ser denostados, por el contrario, deberán ser defendidos en sus inalienables derechos laborales, para impedir que sean avasallados.

Una cuestión enteramente distinta es la que tendría que ver con quienes estimen del caso darse vuelta la chaqueta o decir algo semejante a “Chile me llamó” para justificar su decisión de cruzar el río, chapoteando en el barro, para alcanzar o mantener una posición de relieve en el gobierno derechista. A ellos les estará reservado el juicio ciudadano condenatorio, y en una de esas, el de su propia conciencia frente a su acción innoble y oportunista.
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Chile y Argentina en el primer Centenario. Rafael Gumucio

Fiestas del Centenario en Buenos Aires

Según el censo de 1908, Buenos Aires tenía un millón doscientos treinta y un mil seiscientos noventa y ocho habitantes; si comparamos esta cifra con Nueva York, que tenía cuatro millones quinientos sesenta y cuatro mil setecientos novecientos y dos, y París dos millones ciento diez mil cuatrocientos cincuenta y uno, Buenos Aires era una ciudad bastante poblada para la época; Santiago de Chile apenas tenía trescientos cincuenta mil habitantes. Argentina tenía seis millones quinientos mil habitantes y Chile sólo tres millones trescientas mil almas. Argentina era un país muy rico, tanto en extensión, como en materias primas: en 1907 se había descubierto el petróleo en Comodoro Rivadavia, además de ser el primer exportador del mundo en productos agrícolas.
En 1910 gobernaba la nación José Figueroa Alcorta, que tenía el sobrenombre de jettatore, pues a su paso atraía la mala suerte: cuando asumió la presidencia, en 1906- ostentaba el cargo de vicepresidente- murió el presidente, Manuel Quintana, (marzo), y en ese mismo año fallecieron Bartolomé Mitre (enero) y Carlos Enrique José Pellegrini, ( julio). La presidencia de Figueroa Alcorta se caracterizó por ser un gobierno autoritario que, entre otros actos de poder, cerró el Congreso en 1908, y aplicó leyes represivas – como la de residencia – a los anarquistas que, en 1909, en un acto terrorista, habían asesinado al coronel de la Policía, Ramón Falcón.....El 12 de abril de 1910, desde Roma, donde ejercía como ministro plenipotenciario Roque Sáenz Peña, le fue comunicada la elección como presidente de la Nación, por la unanimidad de los Representantes – lo que no era muy raro en las repúblicas oligárquicas de América latina- algo similar quiso hacer Simón Patiño, el rey del estaño, en Bolivia, pretendiendo dirigir el país desde París. A Sáenz Peña lo acompañaba en la vicepresidencia el salteño Victoriano de la Plaza, a quien, irónicamente, se le llamaba el cuico, apelativo que se usaba para designar a los morenos del Alto Perú.
El reinado de la oligarquía plutocrática era indiscutido en los años del Centenario: las clases sociales se dividían en la Haute, que incorporaba a la nueva plutocracia, surgida de la riqueza de Argentina, a comienzos de siglo, la antigua aristocracia – de los apellidos históricos, que se encerraba en sí misma y comenzaba a periclitar debido a su incapacidad de incorporar a los “nuevos ricos”- y una inmensa clase media, compuesta por inmigrantes, venidos especialmente de España e Italia que, en 1910, representaba entre el 50% y el 70% de la población.

El año 1910 está marcado, en todo el mundo, por el paso del Cometa Halley, una estrella fugaz que atemorizaba al mundo, cuando la ciencia estaba en pañales. El Cometa era conocido, desde la antigüedad, por los astrónomos: en 1456, los turcos acababan de invadir y destruir el Imperio Bizantino y amenazaban con extenderse a toda Europa; un famoso Ave María suplicaba “líbranos Señor del demonio, del turco y del cometa”. Esta estrella fugaz había recibido su nombre de Edmundo Halley, un inglés nacido en 1656, y amigo de Isaac Newton. El astro pasó por Buenos Aires el 19 de mayo de 1910, trayendo mas bien bendiciones que malos presagios a la ciudad capital, que se aprontaba a celebrar el Centenario.
A comienzos de mayo de 1910 los anarquistas amenazaban con boicotear las fiestas del Centenario: la huelga revolucionaria, que se había anunciado para el 18 de este mes, fracasó completamente porque el gobierno impuso el Estado de Sitio y aplicó la ley social, mediante la cual lo facultaba para tomar presos a los principales líderes acratas; la festividad del Trabajo, el 1º.de mayo, en un día lluvioso, sólo dio pábulo a amenazantes discursos de los líderes obreros.

Todos los miedos – al Cometa y la revolución social- estaban despejados para las fiestas del Centenario. Como principal invitada estaba la Infanta Isabel de Borbón, hermana de Alfonso XII y tía del rey Alfonso XIII; las grandes señoras de la sociedad se disputaban para agasajarlas en sus palacios, con los recursos estatales. La Prensa ofrecía avisos, tales como “alquilo balcón o alquílanse ventanas para ver el desfile…,las banderas de lana valían $3”. (J. Sáenz, B. Aires, 1976:17).

Rubén Darío dedicó un poema al Centenario, Desde la pampa: “
¡Yo saludo desde el fondo de la pampa!
Yo os saludo
bajo el gran sol argentino
como un glorioso escudo
cincelado de oro fino
sobre el palio azul del viento,
se destaca en el divino
firmamento!
Hacia mediodía viene el desfile en la Plaza San Martín; 20.000 efectivos militares – chilenos, australianos, japoneses., portugueses, y de otras nacionalices, además de los argentinos-. En el Teatro Ópera, en la tarde, se presenta Rigoletto, cantado por el tenor Anselmo, quien representa al Conde de Mantua, y Titta Rufo como protagonista. La temporada de ópera sigue con Otello y termina con la Traviatta. En el teatro Odeón se presenta la compañía María Guerrero y Fernando Díaz de Mendoza, con un abono de cincuenta y cuatro funciones.En el hipódromo de Palermo se corre el gran premio Centenario, sobre 2.500 metros, que equivale a $5.000 pesos argentinos. El 26 de mayo se corre sobre 3.000 metros, con un premio de $8.000 pesos argentinos.

Las fiestas en honor de la Infanta y los invitados principales disfrutan con ricos menús y vinos franceses. Las damas de la aristocracia lucen sus mejores atuendos y joyas, y las señoritas casaderas son presentadas en sociedad.
Las principales delegaciones, además de la española – presidida por la Infanta- son la chilena, encabezada por el presidente de la república, Pedro Montt, acompañado por el orador sagrado, Monseñor Ángel Jara – cuyos discursos eran muy admirados en Argentina- y también por el joven diputado Arturo Alessandri Palma, quien pronuncia una brillante arenga, en el Parlamento argentino, siendo felicitado por don Pedro Montt, a pesar de que el diputado por Curicó era uno de los más osados opositores a su gobierno.
A pesar de la autocomplacencia que manifestó la oligarquía en el Centenario, no faltaron los críticos “aguafiestas”, encabezados por Manuel Ugarte quien publicó, en 1910, Causas y consecuencias de la revolución americana, donde sostenía: “Son las clases sometidas las que se levantan en América y en la Península contra el absolutismo, que en ambos hemisferios nos impedía vivir. Agrega la novedosa idea de que existe entre las naciones un proletariado similar al que separa a las clases sociales de un mismo Estado, y que los países americanos integran ese proletariado. Se manifiesta partidario del nacionalismo en las jóvenes naciones de América, como una forma de llegar al internacionalismo sin fronteras. Culpa a la oligarquía temerosa y egoísta que se apropió de las riendas del gobierno en las nuevas repúblicas y de los males que ellas padecen”. (j. Sáenz, 1976: 25).
Posteriormente, Manuel Ugarte publicó El porvenir de la América española, obra en la cual manifiesta la necesidad de nacionalizar los servicios públicos, distribuir las tierras del latifundio y nacionalizar las minas. Asegura que los anglosajones dominarán ambas Américas si los latinoamericanos no se unen. Ugarte es un nacionalista muy similar a Nicolás Palacios y a Tancredo Pinochet, a quienes analizaremos entre los críticos del Centenario en Chile.

Si bien el Teatro Colón se salvó de los atentados anarquistas el 26 de mayo, en junio, cuando se representaba la Ópera Manón de Massenet, estalla una bomba en la platea, provocando el terror en el público. Hubo varios heridos, la mayoría pertenecientes a la aristocracia. “¡Ha volado el Colón!”. Al poco tiempo, para no demostrar miedo a los anarquistas, el Teatro Colón ofrece El Barbero de Sevilla, con Tita Ruffo y Anselmo. ( J. Sáenz, 1976:35-36).
En julio de 1910 visita Buenos Aires una serie de personalidades famosas, como Georges Clemenceau - escribe algunos artículos muy alabanciosos sobre Buenos Aires y el país en general- Ramón del Valle Inclán – presenta su obra El jardín de las delicias- Anatole France, Vicente Blasco Ibáñez, y otros connotados intelectuales. Se confirma la idea de que Buenos Aires es el “París” de América del Sur.

De 1910 a 1916, fechas de los cien años de la Junta de Gobierno al Centenario de la independencia, Argentina pasa de una república oligárquica-plutocrática a un país gobernado por las capas medias, representadas por la Unión Cívica Radical y su líder Hipólito Irigoyen, elegido por el Colegio Electoral, el 11 de junio de 1916. Quien provoca esta revolución en las urnas es la famosa ley promulgada por Sáenz Peña, 13 de agosto de 1912, la cual posibilita el sufragio secreto y las listas incompletas – posibilita la existencia de minorías-; por vía de ejemplo, en las principales provincias argentinas sólo votaba el 20% de los inscritos pues se sabía, de antemano, el resultado de la elección, siempre favorable para los partidos de la oligarquía. En 1912, en casi todas las provincias se pasó, del 20%, al 80% de los inscritos en el padrón, favoreciendo a la Unión Cívica Radical y, en menor medida, al socialismo.
En agosto de 1914 el pueblo quiso rendir homenaje a Roque Sáenz Peña en su sepelio, por haber sido el autor de la ley electoral, pero las bandas blancas de la oligarquía lo impidieron utilizando la fuerza, sin embargo, Argentina le debe a este presidente el haber abierto el camino al triunfo de la Unión Cívica Radical, anticipando el fin del gobierno plutocrático. Las dos grandes centrales sindicales, la FORA (Federación Obrera Argentina, de tendencia anarquista) y la CORA (Central Obrera Regional Argentina, de tendencia socialista moderada), se fortalecen y logran una serie de leyes sociales que protegen a la clase obrera argentina

El centenario en Chile.
Por cierto, cuando nuestro país celebró el Centenario, existían dos Chiles diferentes: el primero triunfante, económicamente rico, que había heredado de la Guerra del Pacífico la riqueza de las dos grandes provincias salitreras – Tarapacá y Antofagasta- la oligarquía, poseedora absoluta del poder, podía vanagloriarse de los éxitos logrados por Chile en cien años. Las damas de la aristocracia competían entre ellas para agasajar a los invitados extranjeros, con los dineros fiscales; se preparaba el clásico derby en el hipódromo, con caballeros vestidos de colero y las damas luciendo sus mejores sombreros. Se construyeron grandes edificios públicos, como el museo de Bellas Artes y la tienda Gath y Chávez , en Santiago y el alumbrado eléctrico, pero muchas otras inauguraciones sólo quedaron en la primera piedra.
Este era el Chile contento y saciado, que vivía de las riquezas del salitre y, ni siquiera, pagaba impuesto a renta, sólo algunas desgracias nublaban este claro panorama: en agosto de 1910 moría el presidente Pedro Montt, en Bremen, Alemania y, a causa de un resfrío moría también su sucesor, don Elías Fernández Albano. Chile se encontraba sin presidente a días de la celebración del Centenario. Quién podría ocupar el cargo? Normalmente le correspondía al ministro más antiguo – considérese que la duración media de los secretarios de Estado, en la república plutocrática no superaba los cuatro meses; la única persona que reunía las condiciones preestablecidas era don Luís Izquierdo, pero una dama enamorada de don Emiliano Figueroa solicitó a don Luís dejar el paso a Emiliano Figueroa. Nada más adecuado que este personaje para presidir las fiestas del Centenario: hombre de mundo, galante y afortunado, era el perfecto dandy para recibir la visita del mandatario argentino, Figueroa Alcorta y demás invitados.

El otro Chile vivía en la miseria: en el norte los obreros del salitre trabajaban más de doce horas diarias, sin ninguna seguridad en el empleo y con el riesgo de caer, permanentemente en esas tinas hirvientes que eran los cachuchos; ganaban un salario entre cuatro y seis pesos, que se devaluaban continuamente a causa de la implantación del papel moneda. Por lo demás, a mayoría recibía el salario en fichas que eran canjeadas sólo en la pulpería de la oficina salitrera. En general, el kilo de carne no era tal, sino tres cuartos, pues las pesas eran arregladas a su antojo por los pulperos. Las habitaciones eran verdaderas barracas, hirvientes durante el día y heladas en la noche. Los habitantes de las grandes ciudades vivían en conventillos, en las famosas piezas redondas, que hacinaban hombres, mujeres y niños, con el riesgo de la promiscuidad permanente. Diez años después, la novela El Roto, de Joaquín Edwards Bello, desató el escándalo por relatar, al estilo realista, la vida prostibularia de Esmeraldo, protagonista de dicha obra, cuya historia se desarrolla en los prostíbulos de la calle Matucana.
En la época del Centenario, un tercio de los niños moría antes del año de vida; la tuberculosis, el tifus y otras epidemias derivadas de la situación de pobreza, diezmaban a la población. En un ensayo de María Angélica Illanes, nos relata cómo se desarrolló la gota de leche y los primeros intentos de medicina social, producto de la constatación del estado miserable de la salud, (Illanes, 2002). Tan alta tasa de mortalidad llevó a afirmar a Tancredo Pinochet – escritor y periodista -, que Chile era un verdadero matadero. Incluso hubo años, a comienzos del siglo XX, en que población disminuyó ostensiblemente.
El Mercurio, del día 18 de septiembre de 1910, decía en su Editorial: “Se cumplen hoy cien años desde el día en que los ciudadanos de Chile iniciaron el movimiento de la emancipación de la Metrópolis…Un siglo hemos vivido como nación libre, y podemos sin falsa vanagloria y sin exageraciones de amor propio nacional mirar hacia atrás con satisfacción íntima… ciertos de que el primer siglo termina para nosotros en condiciones que hubiera satisfecho el patriotismo de los fundadores de la República. En el orden material hemos dado vigoroso impulso a las industrias…En la instrucción pública hemos levantado al nivel de los países más adelantados nuestros métodos y programas y estamos esforzándonos para levantar la educación en un sentido práctico que se armonice con las instituciones democráticas que nos rigen…Nuestra justicia tiene prestigio y goza dentro y fuera del país de fama y honrada y prudente… El cuadro de nuestra situación presente es risueño y sólo nos falta entrar con planta segura en el segundo siglo de la vida libre… ¡Excelsior! Es el grito que escapa de nuestra alma en este momento. La mirada hacia atrás sólo debe servirnos para infundirnos una enérgica seguridad en el porvenir”. (Reyes, Soledad, 2004: 287-288). Para la oligarquía plutocrática chilena no podría ser más autocomplaciente su visión del Centenario.
En el mes de septiembre de 1910 se convocaba a una convención de todos los partidos políticos, salvo los conservadores, para nominar al candidato a presidente de la república. Los postulantes eran muchos, entre ellos, Enrique Mac Iver, por los radicales; Agustín Edwards, por los liberales; Juan Luís Sanfuentes, por los liberales democráticos; Javier Ángel Figueroa, por el sector doctrinario de los liberales; Ángel Guarello, por los demócratas. Incluso se pensaba en incluir al ex presidente Germán Riesco y al anciano Ramón Barros Luco. Al final, la lucha se centró en dos millonarios, Sanfuentes y Edwards, pero como ninguno logró el porcentaje para ser elegido, se recurrió a nominar, por unanimidad, a don Ramón Barros Luco, quien desde 1873 había ocupado distintos cargos en la administración pública – desde ministro hasta vicepresidente- ; Chile había tenido en dos meses cuatro presidentes de la república, dos de ellos fallecidos.
Las fiestas del Centenario tuvieron una duración de diez días - del 12 de septiembre al 22 del mismo mes- en las cuales se realizaron todo tipo de ceremonias, concursos y festejos varios. La delegación principal era la argentina, presidida por el primer mandatario, José Figueroa Alcorta, acompañado por su ministro de Relaciones Exteriores, damas de la sociedad, además de una delegación del Colegio Militar. La delegación española estaba encabezada por dos representantes de la realeza; la de Alemania, por un grupo militar; la de Italia, por un marqués; la de Inglaterra, por el ex ministro Sir James Brice y por un descendiente de Lord Cochrane; Bolivia, representada por su vicepresidente; también había representantes de los demás países latinoamericanos. En su mayoría, las delegaciones eran alojadas en los palacios de las familias aristocráticas.

Después de tantas festividades, al fin llegó el gran día: en la mañana sonaron las campanas de las iglesias de Santiago, las calles del centro se llenaron de personas, que querían celebrar el Aniversario de la Junta de Gobierno; todo estaba preparado para el Te Deum, cuya homilía fue pronunciada por el arzobispo de Buenos Aires, Mariano Espinoza, pues en Santiago, el prelado Juan Ignacio González se encontraba enfermo; después de esta ceremonias, vino el desfile militar y, a las 14:55 horas, el alcalde de Santiago ofreció un almuerzo de honor a las personalices invitadas. En la tarde, en el Teatro Municipal, se presentó la Ópera Aída, en homenaje al cuerpo diplomático. En la noche se lanzaron fuegos artificiales, en el Cerro Santa Lucía.
El 19 de septiembre se realizó la Revista militar, donde se lucieron los cadetes del Colegio Militar –de Buenos Aires- y los Granaderos – de San Martín. El Centenario chileno fue una expresión de gran amistad entre Chile y Argentina; el público coreaba el himno de San Lorenzo, al igual que el chileno; el 21 de septiembre se corrió, en el Club Hípico, el premio del Centenario, cuyo monto era de 40.000 pesos –contra todo pronóstico, ganó el caballo chileno Altanero, contra los favoritos argentinos. Finalmente, hubo una fiesta en el Club de la Unión, ofrecida por la aristocracia chilena al presidente argentino. Para algunos fueron demasiados días de fiesta en un país que estaba en duelo, a raíz de la muerte de dos presidentes, en menos de un mes y medio...
Por último, junto a las ceremonias, cenas y ferias, hubo algunos concursos importantes, como la Exposición Internacional de Bellas Artes que, curiosamente, no se invitó al pintor chileno más famoso de esa época, Juan Francisco González quien, dolido y humillado, preparó una muestra en el Salón llamado de los “rechazados”. También se realizó una exposición histórica del Centenario y una muestra nacional e internacional sobre agricultura e industria. En el concurso de novela ganó Ansia, de Fernando Santiván - perteneciente al famoso Grupo de los Diez- que consistía en un relato autobiográfico sobre las dificultades de un escritor de clase media en su inserción en la sociedad chilena; el segundo premio lo obtuvo Senén Palacios, hermano del también escritor nacionalista, Nicolás –quien relata la vida de una familia de clase media. La Revista Zig Zag publicó un número especial de las bellezas del Centenario, que en cada una de sus páginas mostraba, de cuerpo entero, a las mujeres más lindas de 1910, entre ellas Sara del Campo, la señora del extinto presidente Pedro Montt; Delia Matte de Izquierdo y Olga Budge de Edwards, entre otras.
El pueblo participó del Centenario desde lejos, mirando los desfiles y demás actividades; la municipalidad de Santiago preparó, en algunas plazas, como la del roto chileno, en el barrio Yungay, proyecciones gratuitas de cine - en esa época se llamaba Biógrafo- y carreras de sacos, que en ese tiempo eran populares, incluso para los adultos; hubo una feria del Centenario que tenía tiro al blanco, rayuela y otros juegos, así como danzas populares y zarzuelas. Las fiestas del Centenario fue más una celebración de la oligarquía plutocrática que un acontecimiento con participación popular. Como veremos a continuación, Luís Emilio Recabarren, sostenía que “el pueblo no tiene nada que celebrar”.

Temas del Centenario
Entre las materias más importantes del Centenario estuvo, sin duda, el famoso debate educacional, que centró la polémica sobre la pésima instrucción publica, desde 1900 a 1920, fecha de la promulgación de la Ley de Instrucción Primaria Obligatoria y Gratuita. Los problemas centrales de la educación chilena eran el alto índice de analfabetismo, la baja cobertura y, sobretodo, la deserción escolar, el conflicto entre la enseñanza laica y religiosa, el Estado docente y la libertad de enseñanza , las prestaciones de las municipalidades , la pésima formación y salario de los profesores, formación económica contra el humanismo enclopedico temas todos que fueron abordados por grandes pensadores y políticos , como Diego Barros Arana, Valentín Letelier, Alejandro Venegas, Enrique Molina, Darío Salas, Alberto Edwads, Claudio Matte Francisco Encina y connotados políticos como Manuel Rivas Vicuña, Pedro Aguirre Cerda, Carlos Walter, Abdón Cifuentes, Rafael Luís Gumucio Vergara, entre otros.
El segundo tema debatido en el Centenario dice relación con la disputa entre papeleros y oreros. El papel moneda favorecía la inflación, que era aprovechada para pagar créditos baratos a los oligarcas, propietarios de latifundios, y oficinas salitreras. Los grandes defensores del padrón oro fueron Alejandro Venegas, Alberto Edwards, Agustín Ross y Guillermo Subercaseaux, entre otros. El peso se devaluó de 1878 al 1910 de 48 peniques a 14 peniques. El padrón oro perdió actualidad en 1936 cuando el Banco de Inglaterra decidió abandonarlo.
El tercer tema es el de la crisis moral de la República que, según sus críticos, se debía al enriquecimiento súbito de la oligarquía, que le hacía perder los valores morales y éticos de la época de los decenios. Chile había recibido del Perú un regalo envenenado – el nitrato - que conducía al país a una decadencia en todos los planos: la enseñanza, la administración pública – considerada como botín de los partidos políticos y un régimen de asamblea que corrompía la política- y el crecimiento económico, que estaba estancado. Los principales denunciantes de esta crisis valórica fueron, entre otros, el líder radical Enrique Mac Iver, el profesor Alejandro Venegas y, en cierto sentido, dirigente obrero Luís Emilio Recabarren.
El cuarto tema dice relación con el fracaso del parlamentarismo. Según la apreciación de estos autores, el régimen de asamblea consagraba el inmovilismo de la llamada “república veneciana”: se había corrompido el sistema electoral a causa del cohecho, ausencia del poder presidencial y corrupción generalizada. El principal representante de esta tendencia crítica fue el historiador Alberto Edwards, autor de la Historia de los partidos políticos y de La fronda aristocrática.

El cuarto tema es el reparo contra la inmigración de personas venidas de los países latinos – españoles e italianos principalmente- que restaba puestos de trabajo a los obreros chilenos. Muchos de estos autores eran partidarios de la nacionalización de las riquezas básicas, especialmente el salitre - en manos de los ingleses - y, posteriormente, el cobre - en manos de los americanos-. Francisco Encina, Tancredo Pinochet, Guillermo Subercaseaux y Alberto Edwards fundaron un partido nacionalista, que no logró la elección de ningún diputado.
El quinto tema se refiere a la relación entre los negocios y la política. Los parlamentarios, en su mayoría, eran abogados de empresas salitreras que privilegiaban la defensa de sus intereses económicos a legislar a favor del bien común. En general, los principales escritores que tratan este tema son los mismos detractores de la crisis moral: Mac Iver, Venegas, Edwards y Encina. Se puede agregar, también, a Emilio Rodríguez Mendoza.

Los ensayistas de la crisis del Centenario

Los hay de todas las clases sociales: aristócratas, como Agustín Ross, Guillermo Subercaseaux, Alberto Edwards; entre los de clase media figuraban Alejandro Venegas y Tancredo Pinochet; Luís Emilio Recabarren procedía del artesanado. También de distintas profesiones y tendencias ideológicas : Enrique Mac Iver, un político radical, de tendencia liberal en economía; Alberto Edwards, historiador y político; Francisco Antonio Encina historiador; Nicolás Palacios médico en las salitreras , de tendencia nacionalista; Alejandro Venegas era un profesor, de clase media, partidario de Balmaceda, que generalmente votaba a favor de la Alianza Liberal, a pesar de sus diatribas contra el Chile oligárquico; Luís Emilio Recabarren, dirigente obrero claramente de formación marxista y, posteriormente, fundador del Partido Comunista. Autores de origen social y de tendencias tan disímiles coincidieron en la censura al Chile satisfecho del Centenario.
En 1900, el líder radical Enrique Mac Iver, pronunciaba una conferencia en el Ateneo de Santiago, sobre la crisis moral de la República. Para Mac Iver, Chile había heredado la pócima letal de las ricas provincias de Tarapacá y Antofagasta. La misma corrupción que llevó a la derrota al Perú, se repetía en Chile: “Me parece que no somos felices; se nota un malestar que no es de cierta clase de personas ni de ciertas regiones del país, sino de todo el país y de la generalidad de quienes lo habitan. La antigua holgura se ha trocado en estrechez, la energía para la lucha de la vida en laxitud, la confianza en temor, las expectativas en decepciones. El presente no es satisfactorio y el porvenir aparece entre sombras que producen la intranquilidad”. (Mac Iver, 1900, cit. por Gazmuri, 2001:33). Después de detallar los pocos avances logrados, Mac Iver critica la paralización de la agricultura, de la manufactura, y que Chile sólo vive de la riqueza del salitre. Por último, termina constatando la decadencia moral de la República, donde las grandes banderas de lucha de la revolución de 1891 han caído en el más completo descrédito. La famosa idea de la comuna autónoma se ha transformado en guarida de intereses espúreos. Los ideales de la libertad electoral se han corrompido, las virtudes republicanas se han perdido. La administración, antes capaz y eficiente, se demuestra inútil. El discurso de Mac Iver fue como el primer campanazo de alerta ante la autocomplacencia del Chile parlamentario.
Quizás, uno de los más interesantes críticos del Centenario fue el profesor secundario, formado en el primer Instituto Pedagógico, Alejandro Venegas quien, desgraciadamente, es aún desconocido por el gran público. Venegas nació en Melipilla, a fines del siglo XIX. Su padre fue alcalde de esa ciudad y su hermano luchó en la Guerra del Pacífico. A pesar de su anticlericalismo declarado, tuvo una hermana monja. Siendo profesor en Chillán, se enamoró de una dama quien, a consecuencia de los chismes de las amigas, lo abandonó. Venegas, enloquecido, intenta suicidarse, pero se le aparece un mendigo, barbudo y maloliente, que lo convence de no abandonar esta vida y dedicarla al servicio de los pobres. El diálogo está relatado en su primera obra La procesión de Corpus. Posteriormente, Venegas ocupa varios cargos en distintos Liceos del país: EL Almendral, en Valparaíso, vicerrector del Liceo N.1, de Talca, cuyo rector era Enrique Molina, condiscípulo del Pedagógico y primer rector de la Universidad de Concepción. Venegas era un sabio profesor que dominaba, al menos, cinco idiomas, y desde las academias literarias, con nuevas metodologías pedagógicas, logró formar un importante grupo de intelectuales, entre los que se cuentan Armando Donoso, Francisco Encina, y otros. Sus alumnos lo admiraban y apreciaban e, incluso, no dejaron nunca de visitarlo, cuando fue exonerado y enviado a vivir a Maipú. Aprovechando unas vacaciones, Venegas se disfraza para no ser reconocido por sus alumnos y recorre todo el país, en tren, en carros de tercera clase. El relato de Venegas constituye un documento insustituible para comprender, desde el terreno, la realidad el país, por ejemplo, en Iquique denuncia los abusos de los tinterillos, quienes se aprovechan de la ignorancia de los mineros en beneficio propio. También visita la Escuela Santa María, escenario de la matanza de 1907, donde un profesor le muestra las manchas de sangre aún grabadas en los muros. Al beber el agua de esta ciudad constata el insalubre estado del vital elemento, a cargo de la empresa monopólica de North. En Chillán visita los baños públicos, notando la asquerosidad y desaseo en las que se mantenían. En Lota duerme con los obreros, en las “camas calientes”, en Temuco denuncia el abuso respecto a la expropiación de tierras de los mapuches...
Alejandro Venegas utilizará un seudónimo, Dr. Julio Valdés Cange, para escribir sus cartas, en primer lugar al Presidente Pedro Montt, en 1909 y, posteriormente, a Ramón Barros Luco, 1910. Las primeras se titulan Cartas al Excelentísimo Sr. Pedro Montt, y las segundas Sinceridad, Chile íntimo, 1910,a Barros Luco. En las cartas a Pedro Montt le recuerda al presidente que él fue elegido por una gran mayoría nacional y representó las esperanzas de muchos, en el sentido de realizar una Reforma en el sistema parlamentario. Con Claridad, le pregunta cómo ha respondido a estas esperanzas, qué ha hecho para realizarlas, y termina manifestando su decepción: el país sigue siendo dominado por los banqueros y los agricultores, que se han aprovechado del papel moneda para enriquecerse a costa de la devaluación e inflación. Los diputados y senadores se han transformado en gestores administrativos y defensores de los salitreros. El único afán es acumular riquezas, el país está podrido. Más allá, cuando habla de los pobres: “nuestro pobre roto, entre tanto, víctima de la ignorancia, del fanatismo y de la miseria, se embrutece cada día más en las tabernas, y su raza degenera con una rapidez asombrosa que sólo los ciegos no pueden ver...”(Valdés Cange, 1909, cit. por Cristián Gazmuri, 2001:150).

Valdés Cange no se traga las palabras al vilipendiar a nuestra clase “decente” que, cubierta de oropeles, vive una existencia frívola y llena de mentiras e hipocresía Las tres cuartas partes de las personas que se presentan en público con “elegancia y lujo” no disfrutan en su hogar de verdaderas comodidades, ni se pueden proporcionar una alimentación sana y abundante: tienen que descuidar la higiene para mantener su aparente condición social. “ (Valdés Cange, 1909, cit, por Gazmuri, 2001:150).
Al igual que Mac Iver, Valdés Cange constata una crisis moral: “Es la falta de moral el síntoma más alarmante de esta sociedad enferma; casi me atrevería a decir que más que un síntoma es la dolencia misma, en efecto, si se buscan las causas primeras y las prevaricaciones, los robos, los escándalos, las grandes caídas, la prostitución de familias de buen tono, encontramos como principal y casi único origen la cobardía moral, en unos, para afrontar la adversidad, en otros, para resignarse a la condición modesta que le cupo en suerte, y en los demás, para censurar los actos que repugnan su conciencia” (Valdés Cange, 1909, cit. por Gazmuri, 2001:153).
La raíz de estos males, denunciados por el profesor Venegas, surge del famoso papel moneda, que devaluaba permanentemente el costo de la vida. Esta medida fue necesaria en la crisis económica de 1879, que estuvo a punto de derrumbar al gobierno de Aníbal Pinto y de arruinar a los bancos. La inflación creciente perjudicó, principalmente a los pobres, a quienes Venegas les dedica su labor pedagógica. Mucho antes que Ramírez Necochea, el profesor Venegas descubrió la raíz de la guerra civil de 1891, en la defensa de los intereses de abogados de las salitreras, agricultores y banqueros. Dentro de los alumnos del pedagógico, Venegas se encuentra en una posición solitaria de adhesión al presidente mártir.

Chile íntimo, 1910, fue una obra de denuncia que causó un tremendo impacto en la sociedad chilena. Un desconocido “doctor” se atrevía a desnudar, con durísimas palabras, la lacerante realidad del Chile del Centenario. La oligarquía no pudo más que reaccionar con rudeza. Por ejemplo, el senador Gonzalo Bulnes, conocido como patriotero y militarista autor de una historia de la guerra del pacífico, en una sesión del parlamento, acusa a Venegas de antipatriota y pide su inmediata expulsión de la administración pública. Las ideas populares y antimilitaristas y, sobre todo, antioligárquicas, parecían inaceptables a una clase que se sentía llamada por Dios al poder. Se investiga por todos lados quién el famoso Dr. Valdés Cange e incluso un crítico literario descubre en su estilo al profesor ante el terror de que la acusación se extienda a su amigo Enrique Molina, Venegas confiesa al gobernador la autoría de semejante obra revolucionaria. Como puede imaginarse, se acoge inmediatamente a jubilación y se retira al campo de Maipú, donde ordeña vacas y vende leche, en un pequeño almacén de abarrotes. Antes de morir viaja por América Latina y escribe un libro dedicado a la unidad del continente.

Para Venegas, en Chile sólo existen dos clases sociales: los ricos y los pobres, los explotadores y los explotados; la clase media no tiene ninguna importancia y, en general, tiende a aliarse al más fuerte. La educación, que constituía la tarea principal de nuestro profesor, es criticada ácidamente. Los profesores de instrucción primaria carecen de todo conocimiento pedagógico y son nombrados por influencias políticas; por ejemplo, la historia era enseñada por los abogados, las ciencias naturales, por los médicos y no faltaban ignaros carniceros que en los campos enseñaban a hacer disecciones; incluso, cuenta Venegas que una dama reprochó a su cónyuge diputado por haber votado a favor de la creación de una escuela, en el campo, diciéndole que por ello las “chinas se van a rebelar y ya no obedecerán las órdenes de sus patrones. Al igual que Belén de Sárraga, Venegas fustiga a la educación privada acusando a los sacerdotes y monjas de enriquecerse con la pobreza.
Si bien Venegas no pertenecía a ninguna corriente socialista y más bien votó y participó en las campañas de los candidatos de la Alianza Liberal, especialmente se sintió motivado con la candidatura de Pedro Montt. En el fondo, sus Cartas son un grito de decepción ante el fracaso del Resurgimiento, que era la promesa del candidato Pedro Montt, en el sentido de terminar con los escándalos financieros del período de Germán Riesco, y realizar reformas al sistema parlamentario que, ya en ese tiempo, olía a podrido

La Carta Quinta está dedicada a la decadencia y corrupción e los partidos políticos: el Partido Liberal, mayoritario, ha perdido toda concepción doctrinaria, lo dominan los caudillos, cada caudillo constituye una fracción; el Partido Radical, que antes despertó esperanzas, ha plegado sus banderas doctrinarias y se ha sentado en el banquete común de los comilones de los bienes fiscales. Venegas critica la apropiación indebida de la educación, por parte del radicalismo. El antiguo Partido Liberal Democrático es hoy una vergüenza, se ha transformado en una agencia de empleos para los suyos, dando la espalda al presidente mártir. Llega a decir Venegas que “ese Partido mercantil y logrero que ha tomado el nombre sarcástico de liberal democrático...obtuvo el predominio de la dirección de la república de una manera definitiva el peor elemento de todos, el elemento oligárquico” (Valdés Cange,1910:76). Para Venegas todos los partidos son lo mismo: liberales democráticos, nacionales, radicales e, incluso, los demócratas, carecen de programas e ideas, lo único que interesa es lograr cargos en la administración pública para sus militantes.
Otro crítico importante fue Luis Emilio Recabarren quien, a comienzos de siglo, se convirtió en un apóstol y educador de los trabajadores. Por desgracia, la imagen de Recabarren ha sido muy manipulada por el autoritarismo estaliniano, dejando en el olvido sus etapas como líder demócrata e, incluso, sus ideas ácratas del comienzo de su vida política. Para entender bien el contexto en que se desarrolla la lucha social de Luis Emilio Recabarren es necesario recurrir al estudio de la prensa popular, en la región salitrera, que tiene un papel fundamentalmente organizativo y educativo: se trata de moralizar las costumbres populares atacando el alcoholismo, el abuso contra la mujer y enseñando la solidaridad como arma de lucha contra el capitalismo. Por ejemplo, periodistas populares como Osvaldo López, quien desde Diarios como El demócrata, La igualdad, El pueblo, van denunciando las injusticias del sistema salitrero. La fuerza de los periódicos populares, aunque esporádicos, tuvo un poder provocativo para la burguesía de Iquique. Oswaldo López, un día fue asaltado con el fin de acallar su voz, pero lo siguió una serie de payadores populares, que en base a rítmicos versos,fueron construyendo la memoria popular. (Illanes, 2002 39-40).
En Rengo, el 3 de septiembre de 1910, Recabarren dicta una conferencia cuyo sugestivo título llama la atención, Ricos y pobres a través de un siglo de vida republicana. Recabarren sostiene que si bien la burguesía tiene muchos motivos para regocijarse con los cien años de vida republicana, los pobres sólo han sido víctimas y no han podido aprovechar en nada la evolución económica del país. Recabarren relata la situación miserable de las cárceles, por las cuales él mismo pasó tantas veces, al decir que son verdaderas escuelas del delito, que el joven que entra a la cárcel termina, finalmente, abusado sexualmente, por los más avezados; el poder judicial no lo hacía mejor: “Yo he llegado a convencerme de que la organización judicial sólo existe para conservar y cuidar los privilegios de los capitalistas. ¡Ojalá para la felicidad social estuviera equivocado! La organización judicial es el dique más seguro que la burguesía opone a los que aspiran a la transformación del actual orden social” (Recabarren, 1910, cit. por Gazmuri 2001:268). (Pareciera que nada hubiera cambiado hasta la actualidad: el poder judicial es, sin duda, el que menos ha evolucionado a través de nuestra historia). Recabarren da a conocer la miserable vida de los conventillos y la pauperización del pueblo. Como Mac Iver, Valdés Cange y Recabarren desde el punto de vista proletario, hacen la misma denuncia de corrupción, propia del régimen plutocrático.
Los otros críticos del centenario pertenecen a una tendencia nacionalista: les importa, sobre todo, liberar a Chile de la dependencia extranjera, especialmente británica. Tancredo Pinochet publica un libro llamado La conquista de Chile en el siglo XX donde hace una defensa, no sólo de nuestras riquezas nacionales, sino también del sentido histórico de la chilenidad. Disfrazado de peón visita el fundo del presidenta Juan Luis Sanfuentes, en Camarico, pueblo cercano a Curicó; en su relato cuenta la vida miserable que llevan los campesinos, empleados de su Excelencia: trabajan más de trece horas, comen sólo una galleta al día y son maltratados por los mayordomos. Pinochet Lebrun afirma que los peones ignorantes no son liberales, ni conservadores, ni radicales, son sólo seres condenados a una vida miserable y sin esperanzas.

Quizás, el más extraño de estos autores el Centenario fue Nicolás Palacios: la lectura de autores europeos lo llevó a un racismo muy sui generis: sostiene que la raza chilena se formó de la mezcla entre los españoles góticos y los araucanos, a quienes admiraba. El colmo de los males que estaba destruyendo a Chile era la inmigración de la raza latina, en especial, españoles e italianos. Evidentemente, tan locas teorías despertaron la antipatía de escritores como Miguel de Unamuno, y otros; hasta hoy causa sonrisa creer que los chilenos son altos y rubios como los primeros habitantes de España. A pesar de este aspecto desagradable de las teorías racistas de Palacios, hay una parte de su vida que lo hace sentirse solidario con el roto chileno: siendo doctor decide ir a trabajar a las salitreras del norte grande y es ahí donde manifiesta su admiración por los explotados trabajadores del salitre; incluso, en un famoso artículo, publicado en el diario El chileno, periódico católico de gran circulación en los sectores populares; se le llamaba el diario de las empleadas domésticas. En un artículo famoso, Palacios denuncia el crimen cometido contra los obreros, en la Matanza de Santa María de Iquique. Cuando todos callaban o justificaban el crimen cometido por el gobierno de Pedro Montt, Nicolás Palacios da cuenta veraz de lo ocurrido en Iquique, en 1907.

Joaquín Edwards Bello, en sus Crónicas del Centenario, hace una pintura de Chile original y picaresca: Pedro Montt es el presidente con mala suerte, pues apenas comienza a gobernar, un terremoto destruye Valparaíso, (1906); casado con una de las más bellas damas chilenas, Sara del Campo, está permanentemente en la boca de los mal pensados, con la acusación de cornudo; cuando viaja a Argentina, en mayo de 1910, con ocasión del centenario de la vecina república, muere su secretario, aplastado por un ascensor; tiene que cargar con la culpa de la matanza de Santa María de Iquique y, por último, muere en agosto del mismo año, en Alemania. Otro personaje pintoresco de esta época era Vicente Balmaceda, pariente de don José Manuel, que dilapidó toda su fortuna en juergas y calaveradas. Jorge Cuevas, amigo de Edwards Bello, se decía que era un poco afeminado y, por ello, gozaba del cariño de las matriarcas chilenas, con quienes conversaba de vestidos y buena mesa. “Cuevitas”, como le llamaban despectivamente sus contemporáneos, se convirtió por el azar en el marqués de Cuevas, al casarse con una mujer millonaria, en Francia, y se daba el lujo de invitar a su casa a los más connotados personajes de la realeza europea, ante la envidia de los que antes lo despreciaban. Otro personaje extraño, del período, era el avarísimo Federico San María, quien arruinó a la bolsa de Francia con el monopolio del azúcar; cuentan que un día, un señor que lo llamaban “Cachiporras” invitó a Santa María a tomar el té en una tetera de oro, quien picado, devolvió la atención recibida encendiendo, con billetes de mil francos, el fuego de la chimenea. Por último, Edwards relata las interminables anécdotas del presidente Ramón Barros Luco.
El historiador Alberto Edwards es quizás el crítico más implacable de la república parlamentaria: en su obra, La fronda aristocrática, la llama “la república veneciana”; son los mismos personajes y los mismos escenarios; incluso, llega a decir, cuando le proponen ser parlamentario, que él prefiere estar entre los apaleadores, que entre los apaleados. Edwards terminó colaborando con la dictadura de Ibáñez, que se amoldaba muy bien a su concepción autoritaria de la política.
Francisco Antonio Encina, conocido por su Historia de Chile, fue diputado del partido nacionalista en el período parlamentario. Quizás, el aporte más interesante de este autor es el la crítica al sistema educacional, que formaba alumnos letrados, candidatos seguros a la administración pública, pero incapaces de realizar una tarea útil al país; por esta razón plantea realizar un reforma a los liceos, que privilegien la formación económica. Su libro, Nuestra inferioridad económica, despertó una importante polémica entre quienes defendían las humanidades, como Enrique Molina, y quienes planteaban una reforma educacional que privilegiara la formación para la vida práctica. Por ejemplo, quien defendió con más ahínco esta posición fue el historiador Luís Galdames.
En épocas posteriores, uno de los críticos más radicales de la manera de ser chilena fue el genial poeta creacionista Vicente Huidobro, quien con su pluma y una corta participación, en el año 27, como candidato presidencial, atacó virulentamente a la clase política: en su obra El balance patriótico, propone enviar a los viejos al cementerio y que gobiernen los jóvenes, recordando que los héroes de la Independencia no superaban los 30 años de edad. Sostenía que en la cámara de diputados se ofrecía rico té y se pronunciaban pésimos discursos; que a los apellidos vinosos le sucedieron los apellidos bancosos: los primeros, al menos, tenían cierta decencia, mientras que los segundos se movían solamente por la rentabilidad del dinero. Sin duda, Huidobro tenía gran auto- concepto de sí mismo que lindaba con la egolatría.
La critica de los ensayistas del centenario se anticipo en 14 años la crisis y el colapso del parlamentarismo plutocrático. Primero vino el “cielito lindo” y el triunfo de Arturo Alessandri y su querida chusma, después el golpe militar de septiembre de 1924 y la Constitución de 1925, de carácter presidencialista. Otro chile se impone, donde surgen las capas medias y, posteriormente, los partidos de izquierda Comunista y Socialista.

Bibliografía
Edwards, Alberto, (1927), La fronda aristocrática en Chile, Ed. Universitaria, Santiago, 1991
Edwards, Bello, Joaquín, Antología de familia, (2002), Sudamina, Santiago
Blasco, Ibáñez, Vicente, Argentina y sus grandezas, (1910), Ed. Española América, Madrid
Clemenceau, Georges, Notes de voyage dans l´Amerique du Sud- Argentine, Uruguay, Brésil, (1911), ed. Hachette, Paris.
Gazmuri, Cristián, (2001)), El Chile del Centenario. Los ensayistas de la crisis, Inst. de Historia, U. Católica de Santiago.
Illanes, María Angélica, (2002), La batalla de la memoria, Planeta/Ariel, Santiago
Portales, Felipe, (2004), Los mitos de la democracia chilena, Catalonia, Santiago.
Reyes, del Villar, Soledad, Chile en 1910, (2004), Sudamericana, Santiago.
Rivas, Vicuña, Manuel, (1930), Historia política y parlamentaria de Chile, Edic. Biblioteca Nacional, Santiago, 1958.
Sáenz, Jimena, Entre dos Centenarios, (1976), Ed. La Bastilla, Buenos Aires.
Valdés, Cange, (Alejandro Venegas), (1910), Sinceridad, Chile íntimo, 1910, Ed. Cesoc, Santiago, 1998.
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jueves, enero 28, 2010

Carta sobre formación de Nuevo Partido Político. Marco Enríquez-Ominami

Estimado(a):

El 13 de diciembre de 2009 obtuvimos una victoria histórica: nuestro Movimiento fue capaz de interpretar los anhelos de cambio de un millón y medio de ciudadanos, en plena crisis de representación. Nuestro Decálogo por el futuro fue capaz de relevar nuevos temas y plantear con claridad el propósito de un nuevo país para el Bicentenario. Estamos concientes de que nos faltó tiempo para profundizar y difundir a todo el país aspectos tan centrales como el de la elección de intendentes, el cambio del sistema político, la revolución en el campo educacional y de la salud y la reforma tributaria, entre otros. Sin embargo, removimos la conciencia de los chilenos y obtuvimos un 20% de los votos, con un padrón electoral envejecido e incompletoNuestra voz la utilizamos para denunciar las pésimas y viciadas prácticas políticas, de las cuales muchos de nosotros fuimos víctimas; los partidos políticos se han convertido en piezas opacas no deliberantes, sus presidentes, verdaderos capataces convencidos de que su cargo lo han recibido por gracia divina. Los comités centrales de los partidos y las juntas nacionales las integran funcionarios del gobierno, concedidos por gracia de los presidentes de los partidos, a cambio de convertirse en operadores. La Concertación, que conquistó la democracia para los chilenos, no la ejerció en sus partidos: un autoritarismo vulgar y prepotente terminó por hartar a los ciudadanos.

Un pequeño sector burocrático fue apropiándose de la hegemonía de los gobiernos de la Concertación; luego los díscolos quisimos instaurar la libertad de debate en nuestros partidos de origen, pero todo ello fue imposible, pues la intransigencia de las dirigencias de los partidos políticos impidió toda discusión y descalificó a quienes discrepaban.
Unos pocos funcionarios, cuoteados por los partidos, se transformaron en señores de sus reparticiones despreciando, muchas veces, a los ciudadanos más humildes cuando tenían que recurrir a ellos para solucionar sus necesidades más urgentes – vivienda, educación o salud. En esta última repartición queda en evidencia con el sólo recuerdo del hospital de Talca, por ejemplo-. Si bien la mayoría de los empleados públicos son probos y honrados, hubo casos de corrupción que ofenden profundamente al deseo ciudadano por un Chile más justo y menos discriminador.

El alma de nuestra epopeya ha consistido en plantear a la ciudadanía los sueños, nuestras utopías concretas, nuestros mejores empeños para construir un Chile libertario, sin segregaciones y donde los ciudadanos – y no un grupo de apernados - seamos, en la realidad, los constructores de nuestra historia. ¡Un Chile para todos y no un coto de caza para los monopolios! ¡Un Chile para todos y no para los especuladores de la Bolsa! ¡Un Chile para todos y no el juguete de castas poderosas! ¡Un Chile para todos y no con parlamentarios vitalicios! ¡Un Chile para todos, donde la calidad de la educación y la salud sea igual para los pobres que para los hijos de parlamentarios y ministros!
Una persona me dijo una frase que me impresionó sobremanera: nuestro error fue no haber pasado a la segunda vuelta. Es cierto en dos aspectos: primero, estoy seguro de que en la segunda vuelta hubiéramos vencido a la alternativa conservadora; segundo, a lo mejor, el no haber ganado en la primera vuelta, aunque lamentable, nos permitirá realizar un esfuerzo total, que nos conducirá a la victoria final. Como dijo José de San Martín, “una derrota peleada vale más que una victoria casual”.

Estamos concientes de que, al igual que en la epopeya que se inició a principios de 2009 y que dio sus frutos, con el 20% de la votación el 13 de diciembre, tendremos que seguir enfrentando los oráculos del pesimismo: nos ningunearon, dijeron que no existíamos, luego sostuvieron que no asegurábamos gobernabilidad porque no teníamos partidos políticos, que carecíamos de asesores capaces, que nuestros colaboradores eran unos ”perfectos don nadie”, para que en el período que va del 13 de diciembre al 17 de enero, se produjera algo así como la “multiplicación de los panes”: un verdadero milagro, y nuestros asesores eran los mejores hombres y mujeres de Chile, se los peleaban los dos candidatos del pasado; nuestro Programa era un verdadero proyecto-país, tanto así que comenzaron a incorporar las ideas de nuestro Decálogo por el futuro, como propias.
Como nosotros concebimos la política como una rama de la ética y no solo como una técnica de poder, no nos interesan las transacciones y no creemos en una política donde se venden y compran cargos, nos negamos rotundamente a negociar nuestro apoyo a cualquier candidatura; por esta independencia hemos pagado un precio bastante alto, pero lo asumimos hasta sus últimas consecuencias. Es normal que muchos políticos de nuestro país crean que todo tiene un precio y que en la política, como en la Bolsa, la astucia se limita a comprar barato y vender caro, es decir que actúen siempre con una lógica de intereses patrimoniales.

Iniciamos una nueva etapa, a lo mejor mucho más difícil que la primera - de nuevo, recibiremos denuestos, profecías pesimistas, desesperanzas auto aprendidas, pero todos los escollos los superaremos, pues ya iniciamos el camino y no pensamos jamás volver sobre nuestros pasos, no miraremos ni regresaremos al pasado. No escucharemos los cantos de sirenas, que nos dirán que no puede funcionar un partido sin parlamentarios, que no reuniremos las firmas exigidas, que no seremos capaces de mantenernos en el tiempo y con éxito, que no podremos nunca vencer la lógica derecha-izquierda, conservantismo-liberalismo, que la inercia sobre la burocratización de los partidos, también se aplicará al nuestro. Nada nos detendrá para conformar un instrumento de combate que agrupe a lo mejor de las chilenas y chilenos libres y valientes.
Los convoco a iniciar la formación de un Partido, cuyos únicos dueños serán los ciudadanos. Si en algún momento esta organización se separara de la sociedad civil, quedará disuelta inmediatamente. El poder total pertenece a los ciudadanos. Los cargos directivos durarán un máximo de dos años: ningún dirigente podrá perpetuarse en un cargo porque todos los cargos serán revocables en base a referéndum, solicitados por los militantes. Cualquier ciudadano puede aspirar a cargos de dirección en este Partido. Todos los cargos de representación popular surgirán de primarias ciudadanas, donde puede votar cualquier chileno mayor de 16 años. Los cargos parlamentarios no implican ningún privilegio dentro del Partido; antes de postular a cualquier cargo de elección debe hacer declaración de sus bienes y patrimonio. Los cargos públicos no pueden ser fuente de enriquecimiento personal, por consiguiente, el Partido velará la equidad, basada en la ética. En este Partido se practicará la ética de la responsabilidad: siempre los dirigentes, parlamentarios, funcionarios de gobierno y militantes deben dar cuenta ante la ciudadanía de sus acciones.
Los convoco, a partir de hoy, a ir formando en cada región, comuna o localidad, a todo lo largo y ancho de Chile, grupos de acción ciudadana para participar en la elaboración de nuestro programa, estatutos y recolección de firmas de adherentes. Nuestro lema será siempre la transparencia y la democratización ininterrumpida.
Con toda la fuerza de la historia, el recuerdo de los rebeldes que han construido el camino del progreso y conscientes que el mañana se decide ahora, comencemos desde ya.
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Gutenberg descarta «democracia de los acuerdos» con Piñera: “La historia no se repite... nuestro rol ahora es hacer oposición”

Impertérrito. Ubicado en un discreto segundo plano. Mientras la mayoría de la élite concertacionista figuraba en los salones privados del Hotel San Francisco analizando los cómputos que habían confirmado la derrota de Eduardo Frei, Gutenberg Martínez esperaba a su señora, Soledad Alvear, queb a esa hora daba entrevistas en televisión.
Pocos imaginaban que era el mismo «Gute» quien, parado en una esquina de la sala de prensa y teléfono en mano, coordinaba con el senador UDI Juan Antonio Coloma cómo sería la puesta en escena de la visita que minutos más tarde haría Frei a Sebastián Piñera para felicitarlo por su triunfo.
Con el paso de los días, su balance es de dulce y agraz. “Cumplimos un ciclo y vivimos, por lo tanto, el natural desgaste de llevar 20 años en el gobierno. Pero perder por un 3% es una derrota bastante digna”, dice.
—Algunos históricos de la Concertación, como Eugenio Tironi y Enrique Correa, han planteado que su generación debe dar un paso al lado.
—Todos los que opinan tienen alguna parte de razón, pero me da la impresión de que hay temas más de fondo, como el desgaste, y que no fuimos capaces de darnos cuenta de la magnitud de los cambios que habíamos generado. Si uno hace cruces con los resultados, es posible determinar que precisamente sectores que han sido beneficiados por las políticas de la Concertación, las clases medias, comenzaron a desarrollar necesidades que no supimos responder debidamente.Hay un nivel de sofisticación en la opción de los ciudadanos. Esa ciudadanía le dio minoría a Piñera en el Congreso y le dio mayoría para elegirlo Presidente. Esa ciudadanía le dio el 44% en la parlamentaria a la Concertación y un 30% en la primera vuelta, pero después rápidamente nos colocó en el 48% y estuvimos muy cerca. Si nuestra campaña hubiese sido en la tónica de la segunda vuelta, si hubiese habido más tiempo...
—¿Les faltó tiempo?
—No, pero sí tengo la impresión de que se podrían haber hecho mejor las cosas, especialmente en la primera vuelta.
Aquí hay un término de un ciclo histórico, y tendrán que venir todos los cambios que sean necesarios. Creo que tiene que haber un adecuado equilibrio entre renovación y experiencia.
Por lo tanto, bienvenida toda la renorenovación que sea necesaria. Pero, sin perjuicio de eso, lo más importante es que en la segunda vuelta hubo un comando con una jefatura común y en la primera carecimos de jefatura común.
—Por falta de voluntad del propio candidato, según se ha dicho.
—No sé. Hay que apuntar al futuro, yo no creo mucho en estas declaraciones altisonantes ni en desesperaciones sobre el tema.
Hoy estamos con un resultado electoral que es digno; nos habría gustado ganar, pero en todo caso no fue una derrota tremenda. Fue un 3% de diferencia. Por lo tanto, Piñera, el Presidente electo, no las tiene todas.
—¿Qué tipo de oposición hay que hacer? ¿Reeditar la democracia de los
acuerdos de Allamand?
—¿La del desalojo? (ríe)... La historia no se repite igual, y el rol que nos corresponde jugar es de la oposición. En una democracia bien entendida el que ganó, ganó, y los que perdieron, su rol es hacer oposición.
Ahora, ¿qué tipo de oposición? Siempre tendrá que ser una oposición que ponga por
delante el bien del país, el bien común. Que además coloque los temas que nos parecen
más importantes. Nosotros tenemos programa, ideas. A mí me preocupa cuando Vitacura
muestra un 80 y tanto por ciento de un resultado electoral, es muy complicado que empiece a surgir una especie de clasismo en la política. Y también tenemos que cumplir con nuestro rol de fiscalización de las promesas de Piñera de terminar con el narcotráfico y la delincuencia, de terminar con los conflictos en La Araucanía. ¿Va a cumplirn con la promesa que le hizo a (Patricio) Navia con respecto al pinochetismo?
¿Cuál va a ser la configuración de su gabinete? ¿Va aasumir una política económica
de contenido neoliberal que está fracasada en el mundo o va a tener una cosa más abierta y con sentidosocial?
—¿Cómo ha visto el debut de Piñera?
—Uno tiene que conceder buena onda al comienzo. Pero hay cosas que no me gustan, lo de LAN no ha sido bonito.
Episodio radical:
“Fue grave, pero a Dios gracias se revirtió a tiempo”
—Muchos plantean que el domingo se terminó la Concertación y empieza otra coalición...
—Hay un eje fundamental: Chile requiere gobiernos de mayoría, y para eso tiene que haber coaliciones mayoritarias. Y la coalición mayoritaria es la que se puede sustentar en una alianza entre la DC y la izquierda democrática.
Creo además que estar en la oposición va a enriquecer fuertemente a la Concertación.
Todavía estamos demasiado estatizados, haciendo una política en torno y en el Estado. Y es probable que, por el solo hecho de salir del gobierno, los concertacionistas van a reinsertarse más plenamente en la sociedad...
—¿Se podría decir que a la Concertación le hizo bien esta derrota?
—No hay mal que por bien no venga. Lo bueno era ganar. Pero el ejercicio del gobierno
desgasta, uno se enamora de lo que está haciendo, no está el tiempo para reflexionar.
—¿Le parece juste que se “demonice” a los presidentes de partido? Los han pifiado
ya en dos ocasiones...
—No, es absolutamente injusto. En algunos casos se debe a factores internos, a situaciones electorales dentro de los partidos, pero además creo que ha habido una acción comunicacional demoledora con respecto a la política y los partidos. Yo así me explico la derrota de Rodrigo Álvarez en Providencia.
—Camilo Escalona, un aliado histórico de la DC, hoy está siendo objeto de fuertes
cuestionamientos.
—Ha sido muy base de la política chilena, que en los momentos difíciles del gobierno
de Bachelet hubiese partidos y direcciones políticas como la del PS y la DC que fueron muy leales a esos tiempos difíciles. Que
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