miércoles, diciembre 30, 2009

La transición del voto femenino. Rene Jofre

Los intentos de explicación del comportamiento electoral de las chilenas han estado teñidos por la idea de una supuesta tendencia conservadora. El reciente resultado electoral ofrece una oportunidad para avanzar en su comprensión, teniendo a la vista la composición por sexo de las votaciones presidenciales desde 1989 en adelante.

Así, en 1989, al analizar el resultado obtenido por Patricio Aylwin, éste logró en votación femenina un promedio de casi cuatro puntos menos que su votación total. Por su parte, mientras sólo el 26,01% de los varones marcaba preferencia por Hernán Büchi, en el segmento femenino esta votación alcanzaba el 32,53%, poco más de 3 puntos superior al promedio general del candidato de la derecha. Similares promedios se obtenían con Lagos, quien en la primera vuelta de 1999 alcanzaba la mayoría absoluta en hombres (50,86%) mientras su rival, Lavín, lo hacía en mujeres (50,58%).En la elección de 1993, si bien no hubo diferencia significativa en las votaciones de género y pareció quedar definida al momento de inscribir los candidatos, se mantuvo una tendencia similar. Al analizar las composiciones internas del voto, Alessandri obtuvo mayor votación femenina, y Frei Ruiz-Tagle, mayor votación masculina.

Con Michelle Bachelet cambia la tendencia. Las mujeres votaron mayoritariamente por ella. En la primera vuelta de 2005, mientras Bachelet obtenía el 47% en la votación de mujeres, poco más de un punto arriba de su votación general, obtenía el 44,7% en hombres, un punto menos de su votación total. Además de recibir solidaridad de género, se quebraba la tendencia histórica de que las mujeres votaban más por los candidatos conservadores que por los candidatos/as de la centroizquierda.

En la reciente elección, Piñera obtuvo prácticamente la misma votación en hombres que en mujeres (43,9 - 44,1 %, respectivamente) y a Frei le fue mejor en hombres que en mujeres (30,4 -28,8% respectivamente). Sin embargo, fue ME-O el más competitivo en este segmento, recibiendo 21,33% de apoyo femenino frente a 18,7% de hombres.

Todo parece indicar que los promedios de votación femenina y masculina tienden a estabilizarse, coincidiendo con una orientación mundial en el sentido de que los comportamientos políticos se van equiparando y que, de haber diferencias, no tienen que ser necesariamente explicadas a través del sexo. Esto supone un desafío adicional para los candidatos, ya que se ven obligados a competir voto a voto, mejorando sus propuestas y no dando nada por descontado.

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