martes, octubre 27, 2009

¿TU CASA O LA MÍA?. Andres Rojo

Cuando en política dos partidos o movimientos buscan un acercamiento con el fin de definir su fusión o un acuerdo definido a la concreción de un objetivo determinado, se suele decir que están pololeando, en clara analogía con el acercamiento que se realiza entre un hombre y una mujer cuando inician un noviazgo.

En esa etapa parecen encontrarse las candidaturas de Eduardo Frei y Marco Enríquez-Ominami, aunque con distintas intenciones derivadas de las respectivas convicciones respecto a cuál de ellos pasará a la segunda vuelta electoral de enero.

La novedad es que las dos partes parecen estar de acuerdo en algunas cosas relevantes: En primer lugar, lo que es obvio, que en estas conversaciones no están invitadas las demás candidaturas. Lo de Arrate es lógico porque la Concertación siempre ha entendido que los comunistas prefieren votar por el candidato oficialista que hacerlo por el representante de la Derecha. Ese flanco no hay que atenderlo siquiera, pero ignorar a Piñera significa una renuncia explícita de la candidatura de Enríquez-Ominami a cualquier entendimiento con la Derecha, lo que es una constatación de algo que se sabía pero no se quería admitir.
Sin embargo, es perfectamente posible que esta revolución interna no llegue a puerto. No es la primera vez que la Concertación se ha comprometido con la renovación, pero siguen estando al frente Escalona y Latorre.

El problema principal, sin embargo, para un acuerdo, está en las bases en las que este se sostiene, lo que en términos románticos equivale a resolver la eterna cuestión: ¿Tu casa o la mía? ¿Un acuerdo a partir de la Concertación o sobre la base de la candidatura de Enríquez-Ominami? ¿Una Concertación reformada o una nueva alianza de todas las corrientes progresistas que excluya a todos los grupos que han perdido la mística inicial?

Eso está por verse, así como las posibilidades reales de que el noviazgo termine en el altar, porque hay muchos familiares interesados en que la boda no se realice, por el lógico temor a quedarse fuera de la nueva familia.
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