viernes, octubre 19, 2007

Estamos por una economía social de mercado, que está en las antípodas de un Estado estatista o benefactor.AZaldivar

Mil ochocientos compatriotas, representantes de la multifacética sociedad chilena, con un claro predominio de nuestra clase media, todos democratacristianos, debatieron en el marco del V Congreso Ideológico del Partido.Las conclusiones, más que ser sometidas a un análisis riguroso y metódico, han sido instrumentalizadas por la derecha y por la izquierda, ya sea a través de sus medios o bien directamente por las interpretaciones, antojadizas cuando no francamente descomedidas, de algunos de sus dirigentes, particularmente de un sector de la derecha, que creen poder iniciar una campaña de desinformación y llevar agua a sus molinos desde el nuestro. Más sibilinos han sido algunos desde la izquierda que, por la vía de los halagos, nos quieren hacer aparecer como imbricados en un proyecto común e imperecedero.Ni lo uno ni lo otro. Pero lo primero es admitir que parte de la desinformación se generó a partir del evento mismo, ya que faltó una adecuada infraestructura informativa que canalizara y explicara el fondo y la forma de cada una de las materias discutidas en cada una de las comisiones, dando espacio para las muy diversas interpretaciones y generación de controversias, artificiales algunas, que han permitido que se genere una tergiversación de los acuerdos y que costará, por los intereses en juego, revertir y situar en el justo punto medio.Contribuyamos a esto último. Lo primero es destacar que ningún partido ha hecho un ejercicio de esta envergadura, un aporte sustantivo a la democracia y al espíritu cívico del país, lo que es un mérito de la Mesa de Soledad Alvear y de quienes trabajaron en ello.Las bases de la DC que asistieron al evento, a diferencia de otras instancias partidarias, donde se da una mayoría de funcionarios públicos y hombres o mujeres conectados con los poderes públicos y privados del país, funcionaron como una gran correa transmisora de los sentimientos que existen en el Chile real y al que todos deberíamos escuchar.Muchas de las expresiones que algunos reciben con aprensión no son otra cosa que la manifestación de un pueblo que reacciona con vehemencia ante situaciones que estima abusivas. Por cierto que corresponde a los estamentos políticos escuchar, ponderar, conducir y adecuar tales anhelos a las políticas públicas, procediendo con rigor y responsabilidad, pero sin traicionar lo esencial que nos demandan.Para quienes hemos venido insistiendo en corregir la forma de cómo se aplica el modelo económico-social imperante, resultó gratificante constatar que tales planteamientos están en sintonía con la realidad existente en nuestra sociedad.Es por eso que quiero reiterar, y que nadie se engañe o nos tergiverse: Estamos por una economía social de mercado, que está en las antípodas de un Estado estatista o benefactor.No es izquierdista quien pretende terminar con la grosera concentración de la riqueza en Chile o poner coto a una distribución de la riqueza donde tenemos millones de compatriotas que ganan menos de lo que se ha denominado el sueldo ético, en tanto otros ganan la friolera de 30 millones de pesos mensuales.No es derechista quien pretende terminar con políticas ineficientes y que sólo sirven para justificar miles de burócratas que sostienen a una coalición que derivó en un transversalismo que se aferra al poder por el poder. Ni tampoco lo somos quienes creemos que la grave fractura social existente en Chile sólo la podemos reparar entre todos, superando las divisiones políticas tradicionales y dando paso a un gran movimiento que asuma este reto nacional.Ni izquierdistas ni derechistas. Somos humanistas y somos el centro; pero no en el continuo politológico derecha-izquierda, sino lo somos porque ponemos al hombre en el centro de nuestra preocupación política, económica y social. Es por ello que demandamos un Estado promotor que fomente y proteja a miles de empresarios nacionales, pedimos protección y apoyo para los consumidores, actores relevantes en una economía libre y por cierto la mayor competencia posible, precisamente para beneficio de las personas y de la transparencia en los mercados.Se debe igualar la cancha para todos los actores y promover el respeto mutuo entre capital y trabajo para que exista una economía social de mercado competitiva, ya que su éxito no se puede fundar en detrimento de uno u otro componente de este círculo virtuoso del progreso social y económico.En cuanto a la educación, cuyo valor es insustituible como el factor determinante para la movilidad social y el crecimiento espiritual y material de un pueblo, lo fundamental no está en la discusión mezquina de grupos de interés y de presión que se han desarrollado en torno a ella, después del estrepitoso fracaso de la municipalización, y en sus demás niveles, sino en usar los recursos para el sector con una sola finalidad: El Estado debe entregar, bajo su responsabilidad directa, una educación gratuita de calidad que obligue a los demás actores del sistema a lograr o superar tales estándares. Si más allá de ese imperativo moral que se da toda sociedad que se precia de civilizada hay espacio para el lucro, nadie puede negarse o impedirlo.