miércoles, enero 10, 2007

..."EL COSTO DE NO TENER PERFIL"..J..TOMAS JOCELYIN-HOLT...


Durante el 2006, la prioridad exterior de Chile fue América Latina. Todo un giro del sesgo fronterizo de nuestra diplomacia durante un siglo y la apertura comercial de los ’90. La nueva apuesta obedeció a temores por el resentimiento que nuestro éxito despertaba en un continente en crisis. ¿Cuál es el balance?
Quisimos una “alianza estratégica” con Argentina, después de una mala relación Lagos/Kirchner. El trasandino se abraza con la candidata Bachelet en la Casa Rosada en septiembre del 2005 anunciando “la fórmula sudamericana…. Mi voto está cantado”. Ella viaja a verlo apenas asume. Pero el gas contaminó la agenda, generando críticas de que lo político no jugaría a favor de una relación cada vez más compleja. En julio, los ministros De Vido y Poniachik terminan una reunión entendiendo cosas distintas. Cartas van y vienen. Un fatídico encuentro en Córdoba excluye al canciller chileno de una reunión y ambos presidentes se juntan en Mendoza sin mayor resultado.
Después, vino el round de Venezuela con la clase política dividida entre “sudamericanistas” y “latinoamericanistas”. El gobierno indeciso hasta el final y el servicio exterior abierto a todo como un broker analizando el IPSA.
Ya desde que Fidel apareció en la pasada cumbre de MERCOSUR surgen voces de cambio. Chile anuncia su regreso a la Comunidad Andina de Naciones, mientras Venezuela y Ecuador parten y Bolivia es coqueteada como miembro pleno del MERCOSUR. ¿Solos con Perú y Colombia?
Más tarde se teoriza sobre la opción regional Atlántica y Pacífica, mientras un genio asegura que en México ganaría López Obrador. A pesar de una asociación estratégica firmada en enero, la relación se desaprovecha. Finalmente, terminamos en Cochabamba en un encuentro de la Comunidad Sudamericana de Naciones, donde el documento estratégico Maira-Marco Aurelio García sobre el futuro del bloque queda archivado.
Con Bolivia, por cierto y más allá de los gestos, ¿hasta dónde estamos dispuestos a llegar? En realidad, el tema es interno y supone condiciones políticas para avanzar, algo complejo con elecciones el 2008. ¿Quién ha hecho esa pega?
Así pasa cuando se hace política “al andar” y sin diseño. La estrategia exterior de Brasil, por ejemplo, sirve a sus pretensiones mundiales. ¿Cuál es el objetivo estratégico de Chile? Hemos improvisado nuestra política regional y cuesta evaluarla sin saber sus metas. Fácil generar expectativas, pero difícil satisfacerlas. El 2005 la Cancillería propuso reformas para “el siglo XXI”, pero su “tiraje de la chimenea” jubiló ¡a solo cinco embajadores!
¡Y qué decir de una débil cooperación o el abandono europeo! Para Chile, que tiene una asociación con la UE que solo compartimos con México en A. Latina, la ventaja no es eterna. Estrechar relaciones con los socios nuevos del este europeo o trabajar en serio con los like-minded countries del programa presidencial exige mas que únicamente enunciarlo.
Nuestra política exterior se llena de prosa y sin masa crítica para someterla a examen. Pero este tipo de materia no admite tanta soltura y se valora más por su consistencia. De otro modo, Chile hoy no superaría un pequeño paño entre Copiapó y el Bío Bío.