martes, noviembre 28, 2006

...R...FORTUNATTI...LA PARLAMENTARIZACIÓN......

La parlamentarización de la actividad política en un régimen presidencialista, definitivamente, no funciona. Sólo logra provocar una tensión paralizante. Y, en el caso de la protagonizada por los legisladores democratacristianos, una crisis sin solución de continuidad, esto es, un quiebre —propuesto o vaticinado— de la Concertación, sin vía alternativa. Porque, más allá de los públicos acercamientos del timonel de Renovación Nacional a la Democracia Cristiana, es evidente la nula viabilidad de un pacto de gobierno del partido de Frei, Tomic y Leighton con las derechas.
Hoy, parlamentarios democratacristianos pueden concurrir junto a las derechas a la formación de una bancada por la vida. ¡Por la vida!..., han dicho. Sería bueno preguntarse cuánto en común tiene la Democracia Cristiana con las derechas respecto del valor de la vida. Sería bueno saber qué acto de contrición han hecho las derechas, en lo tocante a los horrores del pasado, para que la Falange entre en semejante connivencia con ellas.
Hoy, parlamentarios democratacristianos pueden ceder a las derechas la conducción de la comisión investigadora de Chiledeportes, reconociéndoles su mayor celo e independencia sobre los actos del Ejecutivo, y rindiéndose a su chantaje de conformar un ente paralelo. Pero, ¿y en el futuro? ¿Cómo se vería un PDC aliado con las derechas investigando los actos de la dictadura? Se vería raro, pues. El país no lo entendería, del mismo modo que el PDC no entiende esta concesión que sólo los líderes de las derechas agradecen.
Hoy, parlamentarios democratacristianos pueden objetar el nombre del nuevo contralor propuesto por el Ejecutivo, invocando la incapacidad del gobierno para ejercer la autoridad, para esclarecer los hechos de corrupción, y para concitar el respeto de la ciudadanía. Y, lo que es más grave, pueden hacerlo coincidiendo con las derechas en el rechazo, y en los argumentos para este rechazo. Es verdad que al hacerlo se sitúan en un difícil trance. Desde luego, quedan obligados a aclarar las dudas: si el gobierno no me da garantías, ¿por qué seguir formando parte de él? Y si me declaro independiente del gobierno, ¿no debería serlo también de la Concertación y de la Democracia Cristiana? Y, por último, ¿cuánto del juicio moral contenido en el voto de rechazo alcanza a cada democratacristiano?

Hoy, parlamentarios democratacristianos pueden rechazar la admisibilidad del debate sobre la despenalización del aborto. Y, en otro «antes y después», advertir que la Democracia Cristiana abandonará la Concertación de ser derrotada en dicho debate. Lo paradójico es que, al mismo tiempo, declaran que el proyecto no contaría con los votos necesarios para ser aprobado (como de hecho ocurrió).

¿Qué hay tras tal comportamiento? Pues, un dogma. La sola idea de discutir algo ha comportado el riesgo de ruptura. Lo peor es que se ha hablado en el nombre de la Democracia Cristiana, cuando jamás el partido ha decidido qué hacer. Aún después de superado el impasse, algunos han seguido insistiendo en la inadmisibilidad del asunto bajo el expediente de que no formaba parte del programa de gobierno. ¿Cómo se salvará mañana el principio de coherencia cuando se promuevan iniciativas que no estén en el programa de gobierno?

Esta parlamentarización de la acción política no puede ser vista como signo de pluralismo, o como expresión de la riqueza del debate, al decir de los más exultantes relativistas. La razón es muy sencilla: lo que observamos es algo más que la diversidad de ideas. Lo que vemos a diario es una multiplicidad de acciones. Y la acción de partido es una, o no es de partido.

1 Comments:

Anonymous Anónimo said...

Felicitaciones Rodolfo. Creo que estás abriendo un debate en el que todos, especialmente los aludidos, debemos pronunciarnos. ¿Está la Concertación en riesgo? ¿Son estos comportamientos que describes coherentes en si?
Un abrazo

29 noviembre, 2006 09:27  

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