jueves, agosto 31, 2006

...ENTONCES ¿CÓMO SE HACE;QUÈ SE HACE?..

Por: Alejandro Salas.

Sin dudas que la institucionalidad vigente es el principal factor que sitúa a la “Concertación de Partidos por la Democracia” y a la “Alianza por Chile”, como ejes centrales y nivelantes del poder político. En ellas convergen intereses heterogéneos, argumentados en justificaciones disímiles que, no obstante, se fundan en una misma cuestión, a saber: en la plausibilidad del poder. Aquí, quienes han ejercido estrategias homogenizante han logrado cubrir mayores espacios de poder y, por el contrario, quienes han ejercido diferenciación, se han visto inmovilizados en su acción y han decrecido. Susténtese lo dicho en la constatación de que los estilos de liderazgo de Aylwin, Frei, Lagos, Lavín y Bachelet han sustanciado transversalidad política, logrando empatar la multiplicidad de intereses en la figuración personal, librándose una suerte de caudillismos ocasionales.
Vistas así las cosas, nada difícil resulta apostar a una tendencia anquilozante en ambos ejes que, según sean los acontecimientos, reafirmará el liderazgo de Lagos para el próximo período. Asunto que, por lo demás, posee tal nivel de aceptación, que explica la tan temprana aparición de pre-candidaturas presidenciales, ya para generar alternativa al consolidado liderazgo, ya para llegar con recursos de negociación.

El lavinismo en la derecha entiende este fenómeno y, de ahí, que se anima permanentemente ha superar las barreras de su partido y su conglomerado. Sin embargo, esta pretensión, dadas la derrotas electorales, está imposibilitada de homogenización pues, tanto en RN como en la UDI, se han encargado de relegarlo a una tercera tendencia de la misma Alianza. Lo propio ocurre con el liderazgo de Piñera, aunque la explicación aquí se acenta en el origen diferenciador que tuvo que ejercer su sector para ganar posición y competitividad; asunto que lo encasilla y le impide hallar una respuesta homogénea para toda la Alianza. Expectante, en consecuencia, resulta la alternativa de Longueira, pues si son capaces de influir sobre un escenario generoso de definiciones, que le entregue a cada sector y subsector garantías de participación, quizás pueda consolidarse una sola opinión; ya ratificándose en un nuevo liderazgo, ya entregándoselo a los otros dos, actualmente en desmedro. Mas, aunque esto ocurra, todavía tendrán pendiente la posibilidad de trascender a la Alianza, dato relevante, dado que sin ello, no tienen posibilidad de ser gobierno.
El laguismo, por el contrario, en estos momentos ni siquiera tiene definición de tal ni es referido como tendencia. No se habla de laguismo sino de un Lagos que reúne los más variados intereses concertacionistas y, que va, más allá de la Concertación, incluso. En efecto, en todos los partidos de este conglomerado co-habitan liderazgos resueltos desde el caudillismo ocasional de Lagos. Esta realidad, además de generar nerviosismo, puja por la consolidación de liderazgos alternativos que tensionan a los partidos y a la Concertación misma, cuya imposibilidad de origen (a la manera de lo que ocurre con Piñera) les obliga a ser diferenciadores. Esto, tal cual, se puede apreciar y, lo reconocen Alvear, Insulza, Gómez, Frei, Zaldivar y Girardi; mas, por lo mismo, ninguno se atreve a practicar estrategias que arrinconen a Lagos en un sector y, ninguno encuentra formas efectivas de superar el encierro propio. De Insulza y Gómez, resulta sencillo vislumbrar que sus acciones tienden a mantener y/o acrecentar los espacios de poder que administran. Girardi, por su parte, es un liderazgo en permanente crecimiento que espera el momento propicio para situarse como heredero generacional. En cambio, en la DC, la situación es de máxima inmovilidad, pues presenta 3 liderazgos consolidados, pero donde ninguno tiene opción de homogenizar los intereses partidarios, de la Concertación y, mucho menos, de transcenderlos.

Es al interior de la DC, donde resulta más latente el ejercicio diferenciador que permite aparecer en competencia, pero sin opción. En la DC no sólo se puja constantemente por diferenciarse del resto del país; al respecto, la sola realización de su “Congreso ideológico” es una clara muestra de este afán estratégico; sino que internamente hay un ejercicio continuo por distinguirse unos de otros. A nivel de resultados, esta tendencia se explica en que muchos de los que cohabitan perpetúan espacios de poder en el “status quo” que se ha alcanzado, donde los costos
son bajos en comparación con los beneficios obtenidos.
Sin embargo y dadas las generosas condiciones económicas en las que el país se encuentra, seguramente iremos asistiendo a un proceso en que se acelerará el crecimiento de los sectores homogénicos, lo que irá redundado en una rápida pérdida de los espacios de poder a los que los DC tienen acceso y, en consecuencia, la DC como tal perderá representatividad, viéndose obligados sus miembros a canalizar su actividad en la transversalidad, lo que de alguna manera viene imponiéndose.
Nada tiene de catastrófico que ocurra lo referido en el párrafo anterior, mas es necesario apuntarlo a objeto de que el poder relativo de la DC aumente o disminuya su opción. Lo dicho hasta ahora se puede resumir en que el ejercicio de estrategias diferenciadoras imposibilitan la opción, mas en la DC asistimos a caminos de este tipo y, en consecuencia, anulamos las posibilidades de poder influir sobre la vocación democratizante del país. El afán diferenciador, no obstante, ha permitido la creación de múltiples propuestas que reflejadas, ya en “la corrección del modelo”, ya en “construir una sociedad más libre y justa”, permiten decir que la opción de poder de la DC es para refundar la república en aras de que sea más democrática.
¿De qué sirve escuchar, preguntar, responder, si no se hace lo que se tiene que hacer para lograrlo?, ¿de qué sirve tener una opción democratizante, sino no se alcanza el poder suficiente.

Entonces, ¿Cómo se hace; qué se hace?

No hay fórmula única, mas esta reflexión exige ocurrencia para lograr homogenizar sin ser hegemónico, lo que sustancia la puesta en práctica de la generosidad como estilo de lo que hay que hacer hoy.
Dicho de otro modo, y salvo que aquellos DC que administran cuotas de poder generen resistencias infranqueables para mantener el “status quo” de un partido funcional a sus intereses personales, la Democracia Cristiana tiene opción de homogenizarse en la sociedad chilena con la puesta en marcha de un proyecto que de respuesta global y particular a las necesidades democráticas de la actualidad que no han sido satisfechas, siendo condición “sine qua non” del mismo, la presencia de generosidad, innovación y solidez.
Para alcanzar esta posición de liderazgo no es suficiente que los actores, que dan vida a la colectividad, definan un derrotero competitivo que le de garantías de participación a todos los sectores y subsectores, sino que se requiere de un recorrido que vaya fusionando los diversos intereses, de manera tal, que el resultado alcanzable entregue mayores espacios de poder de los que hoy cada actor posee. Es decir, debiera tenderse a una estrategia de crecimiento basada en la homogenización y no en la diferenciación con pretensión hegemónica.
En consecuencia, la virtualidad de la DC requiere de acciones concretas de acercamiento y no tolera escisiones, salvo que haya un predeterminismo infranqueable que justifica dejar las cosas como están.
La factibilidad empírica de este predeterminismo es el primer asunto que se debe resolver, dado que si\n es así efectivamente, carecería de sentido la definición propositiva de la DC como un todo ya que, de origen, ésta no tendría opción. Por el contrario, el sólo hecho de vislumbrar que el estancamiento no se justifica en razones empíricas, sino que en la falta de liderazgo propositivo, entonces, las bases de la estrategia estarán sustentadas y sólo quedará recorrer el camino.
Salvar esta primera cuestión también requiere de generosidad e innovación. De aquí que resulta imperioso abrir un espacio de diálogo de los liderazgos reales con la comunidad, no para reconocerlos, pues estos están consolidados suficientemente, ni para competirlos, pues se impodrían\n dinámicas segregacionistas y se tentarían las estrategias diferenciadoras que ya sabemos a dónde nos conducen, sino para juntarlos en su condición de liderar y abrirse a la comunidad, comunitariamente.
Sustanciado lo anterior, hay elementos históricos, emocionales y valóricos que “per se” invocan y reúnen a los liderazgos actuales. Uno de ellos lo compone la figura y pensamiento de Eduardo Frei Montalva, cuya chilenización del humanismo cristiano, exige el análisis y evaluación de su vigencia; examen que, acaso, podría aproximarnos a resolver este supuesto predeterminismo inmovilizador.
Queda pues, generar la instancia e invitar a Alvear, Frei y Zaldivar para que nos cuenten, acaso, de Frei Montalva, su pensamiento profundo de Chile, aquel que encantó y ha conquistado a tantas generaciones. Quizás logramos abrir un proceso que nos cautive, enamore e incluya a todos y todas.