domingo, agosto 20, 2006

AMÉRICA LATINA:LA POLÍTICA DESPLAZA A LA ECONOMIA

Por Manuel Antonio Garreton.
Clarin de Bs.As. 20/08/06

La región sabe que está en juego la reformulación tanto de un modelo de desarrollo como la reconstrucción de las relaciones entre Estado y sociedad. Son decisivas tareas políticas, como lo es también la integración en un bloque.

Manuel Antonio Garretón Sociólogo, docente de la Universidad de Chile
Reunión del Mercosur con un nuevo sello político, elecciones cuestionadas en México, nuevas inauguraciones presidencias en Colombia y Perú, Asamblea Constituyente en Bolivia, conflictos y acuerdos en torno a la cuestión energética, debates en torno a los liderazgos en la región y en torno al representante de América latina en el Consejo de Seguridad.

Todo ello pareciera mostrar que estamos en un momento de giros importantes en América latina que parecen tener como eje, a diferencia de lo que ocurrió hace algunos años, a la política y no a la economía. No es que ésta carezca de importancia ni que los problemas económicos hayan sido resueltos. Manteniendo las diferencias entre países, se ha avanzado relativamente en los temas de crecimiento y de superación de pobreza, aunque en términos absolutos los pobres aumenten.Pero siguen presentes tres temas centrales: el papel del Estado como dirigente del proceso de desarrollo y agente principal de la inserción en la globalización, la superación de las desigualdades y la transformación productiva que significa tanto la efectiva incorporación de la región a la sociedad del conocimiento como la generación de empleos decentes. Ello significa un nuevo modelo de desarrollo distinto tanto del modelo clásico que conoció gran parte de la región como del proyecto neoliberal que se conoció como Consenso de Washington y que nadie razonablemente puede hoy defender. Pero precisamente por esto es que la problemática económica es hoy más que nunca política. A ello hay que agregar la problemática política que significa darles a las democracias de la región un sentido más allá de las cuestiones puramente electorales, es decir, convertirlas en verdaderos sistemas de organización del poder y de la sociedad y de participación de los actores sociales en el destino de sus países.

De modo que lo que está en juego es la reformulación tanto de un modelo de desarrollo como la reconstrucción de las relaciones entre Estado y sociedad que los autoritarismos o las reformas neoliberales y la dinámica de globalización han traído a los países. Y ello es una tarea política como lo es también la construcción de un bloque regional.Esto último hasta ahora ha sido definido exclusivamente en el plano económico como lo muestran los procesos integrativos de carácter comercial, Mercosur entre otros, y los tratados bilaterales de libre comercio o los esfuerzos fracasados de zona de libre comercio hegemonizada por EE.UU.Por cierto que los países siguen diferentes modelos en esta tarea, unos a través de la movilización política más personalizada, otros a través del predominio del principio étnico para refundar la nación, otros a través de las grandes coaliciones de partidos, otros apelando a la sociedad civil, otros intentando reinstalar principios neoliberales en lo que llaman la segunda o tercera ola de reforma, otros combinando algunos de estos modelos.

Ninguno de ellos me parece que pueda considerarse ejemplar, pues todos ellos responden a particularidades históricas irreductibles. Pero es obvio que los problemas que se enfrentan —como el descontento popular respecto a los déficit de la democratización y las verdaderas catástrofes producidas por las reformas neoliberales— inclinen la balanza hacia soluciones de contenido popular y redistributivo, más estatales y con mayor autonomía y presencia latinoamericana. Para ello están mejor preparados los actores políticos que se definen como de izquierda y eso es lo que está presenciando la región, en un proceso en que las izquierdas van redefiniendo y renovando su identidad y sus propuestas.Tampoco debiera hablarse de liderazgos de uno u otro modelo o de uno u otro país modelo dentro de la región, aunque es evidente que hay dos grandes ejes que están constituidos por los dos grandes países de América latina, Brasil y México.

El problema es que uno se niega a asumir este papel y el otro está entrampado en su dependencia frente a Estados Unidos y en su visión más de derecha. Entre medio, el bloque andino, que es el que más sufrió la crisis económico-social y política de los ochenta y noventa y que requiere un largo tiempo de refundación de las relaciones entre Estado y sociedad, pero del que están surgiendo las respuestas más novedosas. Y no es coincidencia que sea desde aquí que surgen con mayor fuerza las propuestas de integración latinoamericana. Porque, más allá de las problemáticas propias de cada país y de los modelos que adopten para resolverla, la cuestión política central de la región es la de la voluntad de constituir un bloque con visión de largo plazo.

Ello significa que más allá de las retóricas o de las discusiones en torno a los liderazgos en la región hay que poner los temas económicos concretos y acuciantes, como la energía o el desarrollo cientificotecnológico, en la óptica política de la constitución de un bloque regional. En este sentido, el giro hacia la política de los debates e instituciones económicas que parece desprenderse de las últimas reuniones internacionales y de las discusiones de modelos y liderazgos, debe ser visto no como un retroceso —como lo señalan los núcleos tecnocráticos y los poderes fácticos—, sino como un avance hacia la etapa posneoliberal y post democratización política.